Capítulo 6

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—Sí —le respondí con sinceridad. Me gustaba el arte, por lo poco que había podido ver, pero no entendía mucho. Esperaba que no me preguntara muchas cosas, porque no quería quedar como una inculta con él. No quería perder el atractivo que había visto en mí.

—Bien. Entonces míralo de esta manera —me empujó delicadamente sobre su cama, a lo que yo me dejé hacer. Empezó a levantarme el faldón del vestido por mis piernas delicadamente, como si fuéramos amantes desde hace tiempo—, eres como un lienzo nuevo —me daba besos en el cuello mientras murmuraba— que un artista desea empezar a pintar, pero no quiere dibujar cualquier cosa.

Estaba tan distraída con su historia, que ni me di cuenta del momento en el que el vestido ya no estaba cubriéndome y me había quedado en mi brassiere, ligas y las medias. Cuando fui consciente de la situación, me avergoncé e intenté cubrirme como pudiera, pero el Sr Styles me lo impidió.

—Déjame verte, por favor —me pidió mirándome a los ojos. Seguía siendo vulnerable en su presencia, pero intenté relajarme. Entonces me besó sin yo esperarlo, delicado al principio, profundizando cada vez más hasta que por instinto rodeé su cuello con mis brazos, aprisionándolo contra mí y gimiendo contra sus labios. Realmente me gustaba cómo besaba.

Se colocó entre mis piernas y lo sentí empezar un vaivén contra mí que me tenía la mente nublada. Se separó de mi boca y, mientras seguía moviéndose contra mí, me miraba a los ojos, tal vez buscando algún vestigio de duda o algún gesto que le animara a continuar.

Esto se sentía fracamente bien, pero sentía que faltaba algo, me sentía vacía. Y no dudé en hacérselo saber.

—Más —pedí en un susurro que sonó más como un gemido. Me sonrojé en cuanto me di cuenta de lo que había dicho y lo que estaba haciendo y me tapé la cara con las manos, quedándome quieta bajo su cuerpo.

Lo sentí parar y luego quitó mis manos, dejando ver mi rostro. Cuando le vi, estaba sonriendo.

—Lo estabas haciendo tan bien, Sienne —me sentí aliviada al escucharle decir eso, y me arrepentí de haber parado—. ¿De verdad quieres que paremos?

Lo miré durante unos cuantos segundos y negué con la cabeza lentamente.

—Usa las palabras —me dijo.

—No quiero parar, papi —le dije más convencida.

—Buena chica —me apremió con un beso en la frente.

Me agarró de las caderas y nos dio la vuelta, quedando yo encima de él. El recogido de mi pelo se había deshecho en el desenfrenado vaivén al que estábamos sumidos hace pocos minutos, y una cortina de pelo a ambos lados de nuestra cara nos mantenía alejados del exterior.

Alejados del ambiente lleno de odio que se respiraba fuera. Aquí entre estas cuatro paredes éramos solo nosotros.

Little Beauty [h.s.] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora