Capítulo 17 - Disfrutar como una niña.

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Reí al escuchar aquello, pensando en ello. Era cierto, y para mi abuela que no hablase y bailase... era algo que tenía delito, más aún con lo dicharachera que ella era.

Todo tenía su explicación, no os creáis. Nosotros, nuestra familia, siempre que nos juntábamos todos lo hacíamos de esa manera, una gran comilona en el jardín, seguida por miles y miles de anécdotas recordando el pasado, sin dejar de reír, alegrándonos por los logros que habíamos conseguido, y concluyendo con una buena sesión de baile. Mi abuela solía poner música, la canción que siempre sonaba, que no podía faltar era la de Bamba, la ponía hasta que te reventaban los oídos, y bailaba hasta que le sangraban los pies. Por supuesto los demás teníamos que seguirla, no podíamos solo mirar, teníamos que bailar con ella, y cantar.

Me da mucha risa y felicidad cuando recuerdo esos días. La abuela dándolo todo con su bamba, y papá cantando a pleno pulmón canciones de telenovelas antiguas, mientras los demás nos acoplábamos. Aunque tengo que reconocer, que yo más que acoplarme y seguirles el rollo, solía contribuir con ellos. ¿Ya vais viendo por qué eran mis favoritos?

La abuela con sus bailes improvisados, y su insistencia por bailar. Papá y sus cantes del estilo de Joan Sebastian, que me incitaban a cantar con él, dejándome llevar, sin que hubiese un mañana, y mi hermano Lucas con su pasión por el rap, que por supuesto compartía con él.

Cuando pienso en mi hermano Lucas lo primero que se me viene a la mente es los bailes que nos inventábamos, tirados por el suelo, dándolo todo, al más pleno estilo Usher.

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Pues después de estar en casa nos fuimos a la casa que habíamos alquilado, nos duchamos, y fuimos a dar una vuelta las dos solas, cenamos por ahí, y me acordé de enviarle un mensaje a Hugo, asegurándole que había llegado bien.

No hicimos mucho más, estábamos agotadas del viaje. Así que volvimos pronto, y dormimos a pierna suelta. Hasta el día siguiente, que habíamos quedado en ir a la playa.

Justo como esperé sólo fuimos con mi prima Marta, pues mamá se había ido con la vecina al mercado y papá se quedó en casa esperando un paquete que había pedido. Papá y Amazon, eso es otro mundo. Desde que descubrió el mundo de las compras por internet... ya no iba a comprar nada a tiendas física. Era un flipado de las compras por internet, y mamá ponía el grito en el cielo de tanto en tanto. Cosa normal, pues no dejaba de comprar cosas inútiles. Se había montado un gimnasio en mi habitación, según el para ponerse en forma, y perder la barriguita, pero no entrenaba nunca, aunque siempre estaba comprando algo nuevo para decorarla. Que si un potro, que si unas pesas, que si una bicicleta, que si una cinta... papá y el mundo de las compras.

Fue agradable volver a casa, a mi hogar, al lugar que estaba rodeado por miles de anécdotas y momentos sobre mi misma. No podía no recordar alguna al mirar una plaza, el Quiosco de Benito, una calle, la catedral, la lonja, el mercado, la playa... todo me traía una y mil sensaciones. Era como si nunca me hubiese ido, mi esencia aún estaba allí.

Pasamos un rato de lo más interesante con mi prima y Juanito. Hombre, ella tenía que llevarse al niño a todas partes. No os podéis ni imaginar. Una vez, cuando nació, recuerdo que nos fuimos a celebrar el cumpleaños de mi hermano a un bar que hay a pie de playa, es como una discoteca, pero mejor, porque es así estilo Chill-out. Total, que íbamos todos de blanco, tan felices de la vida, y de repente apareció ella, con el niño en brazos. Nos quedamos todos... Pero ella tan campante, oye, como si fuese tan normal traerse a un niño de unos meses a un bar, incluso bailando con el niño en brazos y todo. Era tan atrevida como mi abuela, y le daba igual lo que dijesen los demás. Quizás por eso, ella y Pedro discutían tanto, porque ella era demasiado libre, y pienso que hay un límite para todo.

El Chico Limón | COMPLETAWhere stories live. Discover now