Capítulo 2 - De paseo por la Calle Ancha

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Esta semana os traigo el capítulo un poco antes, para agradeceros y recopensaros por tantas visitas que tuvo la historia. Espero que os guste :D

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Capítulo 2 – De paseo por la Calle Ancha.

No volví a saber nada de Hugo en mucho tiempo, pues, lo cierto es que, con tanta morfina en sangre, en el hospital, en nuestras charlas, me olvidé completamente de pedirle el teléfono para seguir en contacto. De todas formas, creo que, aunque no hubiese estado tan drogada tampoco se lo hubiese pedido. No quería parecer una atrevida, ni nada por el estilo.

Estaba mucho mejor, tengo que admitir, que, en tan sólo tres semanas y media, en las que no hacía otra cosa que ver la tele, leer y escribir historias como esta en "Wattpad" ya empezaba a agobiarme. El confinamiento no es lo mío. Así que, en la cuarta semana, comencé a andar con las muletas por la casa, y hasta me atrevía a poyar el pie, descubriendo que ya apenas me dolía la pierna.

Reconozco que de ánimos si estaba un poco peor. Estar encerrada en casa, sin socializar con nadie, hablando con mi familia por skype y con Marisa, a la que consideraba como una de mis pocas amigas de verdad, me estaba consumiendo.

Pensaba mucho, en la relación de mierda que tenía con Juan Carlos, mi novio, al que apenas veía, porque se la pasaba trabajando hasta en sus días libres. Malditas horas extras, no deberían de existir, uno debería de trabajar sólo lo que pone en su contrato, y no tener posibilidad alguna de echar más horas. Pero, las cosas nunca son como uno quiere, queridos míos.

Y en la amistad, en eso pensaba constantemente, porque ¿Qué es la amistad hoy en día? No es más que un apego emocional que sirve para aprovecharse de otros. Simplemente te acercas a alguien por interés, y cuando ese alguien deja de cumplir su función te deshaces de ella.

Lo comprobé en multitud de ocasiones, creí en la amistad muchas veces, ciegamente, y me pegué uno y mil batacazos cuando me dejaban como a un perro en un polígono, o me desangraba ante la puñalada rastrera, al final.

Por eso me endurecí, y dejé de confiar en las personas, sobre todo en las mujeres. Dos mujeres no pueden ser amigas jamás, siempre acabará habiendo envidia entre ellas, siempre una de las dos pondrá a la otra por el suelo en sus comentarios, y eso de decirlo a la cara... para nada. Mucho mejor vestirla de limpio a sus espaldas, y actuar falsamente por delante, donde va a parar, hombre.

La amistad entre hombres, es mucho más sana, mucho más leal, de lo que son la de las mujeres. Siempre les he envidiado, y quizás por eso siempre me he llevado mucho mejor con los hombres que con las mujeres. Aunque a día de hoy, tengo que reconocer, que no me podía quejar, a pesar de estar lejos de los míos, de las pocas personas que sí podía considerar como amigos, Marisa siempre estaba, aunque no de un modo continuado, era algo más de un modo intermitente, sin embargo, nunca perdimos el contacto. Así que era algo así, como una amistad que aparece como el turrón, en navidad.

Y después de mi vaga descripción sobre la amistad, volvamos a nuestra historia.

Pues cómo os digo me pasé varios días amargada, hasta que Marisa vino a visitarme. Por supuesto, se quedaría conmigo en casa el fin de semana, pero se marcharía en cuanto llegase el domingo por la noche, pues tenía que trabajar al día siguiente. Mi amiga, trabajaba como maquilladora para una importante firma de modelos, y justo ese fin de semana se lo habían dado libre. Era todo un plus, que le diesen fines de semana libres, cuando normalmente era todo lo contrario, esos días son los que más se trabaja.

El verano puede ser un gran problema en un pueblo costero como aquel, sobre todo cuando se llena hasta los topes y es imposible caminar por la famosa "Calle Ancha" para ir a comprar algo tan sencillo como el pan.

El Chico Limón | COMPLETAWhere stories live. Discover now