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Dos días. Ese era el tiempo que llevaban sin hablar sin Ryujin. No es que no lo hubieran intentado, sino que parecía que la otra no pretendía dar señales de vida. Los mensajes que le mandaban parecían nunca llegar, su móvil apenas había sostenido las primeras llamadas antes de que fuese apagado. Cualquier comunicación con ella se había tornado imposible. Además, tampoco estaba yendo a clase. Por lo poco que habían conseguido escuchar, Ryujin había sido convocada por sus padres para ocuparse de uno de los temas relacionados con sus trabajos. Una mentira clásica y, aun así, no más que eso. Ellas conocían a la perfección la dinámica de la familia de Ryujin. Ellos nunca la llamarían a ella. Para eso, ya tenían a Jinyoung, el perfecto hijo siempre a la altura de los deseos y las expectativas de sus padres.

Casi parecía irónico que Ryujin hubiera elegido esa excusa para justificar esa situación.

— ¿Hola?

Ambas miraron a la joven que se había parado frente a sus pupitres. Pese a saber quién era, Soojin no estaba segura de haber hablado con ella nunca. Sus afilados ojos la miraron con expectación, tratando de encontrar en sus gestos nerviosos por qué se encontraba allí. La respuesta a su pregunta estaba sentada a su lado. Chaewon no había tardado demasiado en tensarse al recibir la atención de la joven. No esperaba que la fuera a buscar, mucho menos que quisiera hablarle. Y si era sincera, hubiera agradecido que no lo hiciera.

Tenerla delante solo le recordaba lo que había pasado, le hacía enfrentarse a la realidad que durante unos momentos, había sido capaz de ignorar.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó de mala gana.

— Vine a disculparme —contestó avergonzada. Agachó su cabeza ligeramente, casi con pesar—. El otro día te ofendí, creo. No quería hacerlo. De verdad, yo...

— ¿Crees que me ofendiste? —ironizó Chaewon. Sus palabras estaban especialmente envenenadas, delatando la realidad. Cualquier cosa que hubiera pasado, sí había tenido influencia en ella. Soojin no recordaba nunca haber escuchado un tono tan mordaz por su parte. Chaewon era dulce y atenta, siempre con una sonrisa, siempre demasiado buena para su entorno—. Para eso deberías importarme, ¿crees que lo haces? Todos los días los alumnos hablan de lo mismo, una y otra vez. ¿Ves que me importe?

Los puños se apretaron a ambos costados de su cuerpo mientras intentaba decir algo, pero las palabras no parecían salir. Abrió y cerró la boca, tratando de formular alguna palabra lógica, pero se sentía demasiado descolocada.

No era tonta. Ella sabía que no había estado acertada con respecto a su comentario. Nunca había tenido la intención de que fuera interpretado así, ni siquiera lo había pensado. Pero sabía que había afectado en el comportamiento de Chaewon. Sabía que le había hecho daño. Su propia conducta la había delatado. Durante los primeros momentos juntas, Chaewon había sido burbujeante y tranquila, incluso adorable. Pero todo había terminado cuando ese comentario se había escapado de entre sus labios, todo en ella se había vuelto frío, como si acabase de desbloquear una nueva personalidad de la otra.

Para Yena, las tres estudiantes repudiadas por el resto eran solo eso. Unas estudiantes problemáticas, o la consecuencia de una sociedad llena de cuervos que se alimentaban del eslabón más débil de la cadena. Para bien o para mal, ella se había negado a meterse en tontas peleas, ni en riñas. Había escuchado los rumores, y pese a que algunos los había cuestionado o, simplemente, había destacado que no había nada malo en alguno de ellos, nunca las había defendido. Siempre había mantenido una distancia significativa con ellas, así que cuando se vio obligada a convivir con Chaewon... Le había llamado la atención, no lo negaba. La forma en la que se había mostrado, tan pura y refrescante. Desde que intercambiaron las primeras palabras, Yena supo que aquella chica que tenía delante, no era la misma asociada con los estúpidos rumores.

bad, bad girl [SooHua]Where stories live. Discover now