Anabeth negó con la cabeza, visiblemente consternada. Ni siquiera entendía por qué se sorprendía. Era Mycroft de quien estábamos hablando. Los eventos sociales y él no se llevaban. Los consideraba una trivialidad y era evidente que su cumpleaños caía dentro de esa categoría.

— Aun así, quiero saber. 

— ¿Es realmente necesario?

— Me lo dices tú o le pregunto a tu madre. —sonríe con malicia—. Y seguro que ella estaría encantada de mostrarme los álbumes familiares, llenos de fotos de cumpleaños pasados...

— 4 de noviembre... No permitiré que eso vuelva a suceder. —sentenció, haciendo que Anabeth soltara una carcajada.

— Lo siento. —dijo entre risas—. Esa foto con Sherlock de bebé y tú vestidos de marineritos quedará para siempre en mi memoria.

"Esa fue una de las pocas veces que realmente agradecí tener memoria eidética."

— No es divertido. Es humillante. —objetó—. Y no deberías sonreír demasiado. De seguro tu padre también guarda fotos vergonzosas de tu persona.

— Sí. Decenas, cientos de ellas. —se encogió de hombros—. La única diferencia es que a mí no me molesta que la gente las vea.

Anabeth pudo sentir su mirada de odio. Aun así, fue incapaz de borrar la expresión divertida de su rostro.

— Espera, ¿noviembre dijiste? —mirándolo con curiosidad.

— Sí. ¿Qué hay con eso?

— ¿Qué hay con eso? Pues... ¡Soy mayor que tú! 

— Solo por dos meses. Sigo sin comprender el motivo de tanto escándalo. 

— Oh, no te preocupes. Lo entenderás cuando crezcas. —bromea, ganándose otra mirada de odio.

Mycroft rodó los ojos con fastidio. Ahora lo entendía. Esa diferencia de edad, por ínfima que fuera, abría un nuevo repertorio de bromas y comentarios molestos que Anabeth podría usar a su favor.

— No empieces. —le regañó, siendo consciente que ya era una causa perdida. 

Ella no contestó. En su lugar, siguió decorando las últimas galletas de la fuente. Finalmente hizo la manga a un lado y de enderezó, contemplando su obra de arte con una expresión de orgullo en su rostro.

— Ten. —tendiéndole la última galleta de la bandeja—. Ya te he molestado bastante por el día de hoy. Es lo justo.

Mycroft acepta su ofrenda de paz y la observa con diversión. Las iniciales "M.H." yacían escritas con chocolate en gruesas letras imprenta.

"Un gesto tierno, he de admitirlo."

La comió de un bocado, deleitándose con su dulce sabor. Fue entonces cuando Anabeth lo sacó a empujones de la cocina. Según ella, era para dejar que las galletas se enfriaran, pero lo cierto era que solo quería evitar que fuera por una segunda... o tercera.

Fue conducido a la pequeña sala de estar. Ambos tomaron asiento en el sofá. Mycroft se extrañó por esa acción. Lo lógico sería que ahora Anabeth comenzara a limpiar el desorden de la cocina. Ella era muy ordenada en ese sentido.

Dedujo que, en estas circunstancias, la joven haría una excepción. Esperaría a que él se fuera para reanudar sus tareas. Al parecer, no se fiaba lo suficiente como para dejarlo con la fuente a su completa merced lo cual, pensó Mycroft, era una desconfianza justificada.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now