Capítulo veintiuno

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Habíamos llegado al frente de mi edificio en un silencio no demasiado incómodo. Era claro, que el hecho que Jason me hubiese pedido disculpas contribuyó mucho en el toleraremos él uno al otro.

De ser otro día cualquiera por supuesto que no hubiera aceptado su ayuda, pero tenía unas inmensas ganas por estar en casa, preferiblemente acostada.

Tomando mi bolsa me giré hacía él, para con una sonrisa hablarle; Muchas gracias por traerme.

Él se encogió de hombros restando importancia, por lo que yo, después de dedicarle una última sonrisa, estuve apunto de bajar. Pero él me detuvo por el brazo con delicadeza.

—Madison, si las cosas con Dylan no funcionan, siempre estoy aquí.

Me sorprendieron sus palabras en gran manera, y le permití notar mi sorpresa. Mi rostro hablaba por si solo.

Era irreal lo que me decía, después de haber dejado todo perfectamente claro. Después de todo, él para mí solo había sido una follada.

Cohibida terminé por sostener mi bolso, y abriendo la puerta, me giré hacía él; Nos vemos Jason.

Cerré la puerta de su auto, caminando a paso apresurado hasta la puerta del edificio. Por nada el mundo, quería mirar hacía atrás, y encontrarme con su mirada puesta en mí.

Entré en el edifico escuchando como su auto se ponía en marcha, y yo ya podía respirar mejor. Subí al ascensor con un poco más de personas de las que me hubiese gustado, estaba en una esquina un poco acolorada, y por mí mente solo pasaba la imagen de mi hogar.

Después de haber bajado muchísima gente, llegué a mi piso, el cuál era de los últimos. Saqué de mi bolso mis llaves, abriendo la puerta para por fin terminar de llegar a la comodidad de mi departamento.

Al poner un pie dentro, me encontré con la sorpresa de que habían invitados. Específicamente una chica.

Estaba Jaz sentada sobre las piernas de su chico, en uno de los sofás, mientras que en el otro que era un poco más grande, se encontraba Dylan, con una chica sentada a su lado, la cuál miraba su móvil.

Cerré la puerta tras de mí, quedándome de pie frente a ellos como una total idiota que no sabía que hacer.

Jaz fue la primera en reaccionar a mi presencia, haciendo al momento de verme una mueca de sorpresa.

—¡Por fin has llegado!

Le sonreí, dejando caer mis cosas en un sofá desocupado. Casi por inercia mi visto voló hacía Dylan, quién se encontraba con la mirada puesta en mí. Se la sostuve por unos instantes, hasta que Chase habló, llamando mi atención.

—Cuñadita, pero que rápido llegaste.—Le dediqué un asentimiento de cabeza, sin tener mucho más para decirle, por lo que el siguió hablando.—Anda mira, te presento a mí mejor amiga, Marina. Espero no te moleste que la hayamos invitado.

Ignorando su comentario que hablaba en plurar, mi vista se dirigió hacía la chica, que tenía una sonrisa en los labios mirando en mi dirección. Su sorpresa, fue casi la misma que la mía, al reconocernos al instante.

Era Marina, la chica de la discoteca.

Su cabello brillaba como el sol, igual que la vez que la conocí en el club. Vestía un short celeste, un top blanco, y unas converse blancas. Sus piernas estaban cruzadas una por encima de la otra, con una delicadeza tremenda, que yo en mi vida tendría.

Se veía incluso más hermosa que aquella última vez.

Ella sonriendo rápidamente se puso de pie, envolviendo mi cuerpo en un apretujable abrazo. Disfrute el abrazó, de la manera en la cuál disfrute haberla conocido aquella noche. Marina esa noche, fue como un ángel caído del cielo para mí.

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