Capítulo diez

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Eran las cuatro de la mañana, cuando íbamos saliendo de la casa, donde se había presentado la fiesta. Estaba muy borracha, no podía negarlo. Dylan había pasado su brazo izquierdo por mis hombros, para ayudarme a caminar con un poquito de estabilidad al menos, los tacones, con mucha vergüenza debo confesar, los llevaba en la mano.

No podía caminar con ellos, sin matarme en el intento.

El cielo tenía unos colores muy bonitos, estaba obscuro, pero se podía vislumbrar un poco de claridad ya acercándose. Las estrellas, se veían hermosas. Por un momento, desee ser parte de ellas.

Estábamos acercándonos a su auto, cuando una figura en la casa del frente llamó mi atención. Una mujer con una melena rojiza por debajo de los hombros, perfectamente liso, mantenía una delicadeza impresionante al caminar, acercándose a su auto, aunque me parecía muy conocida, no detuve mi andar hasta llegar al auto de Dylan, en el cuál mi amigo me abrió la puerta del copiloto, pero yo nunca entré, seguía mirándo fijamente esa figura fuera de la casa, en compañía de otra mujer, pelinegra.

—Dylan, ¿esa es mi madre? La que está junto a la pelirroja en la casa del frente.

Dylan levantó la vista, observando a las dos mujeres.

—No conozco a tu madre, Mad.

Comencé a reír tontamente por su comentario, mientras tocaba su cabello. Él parecía pedir a todos los cielos, que yo, de una buena vez, entrara en el auto.

—Mírala, estoy segura que es ell..—Cerré la boca de golpe.

Frente a mí, las dos mujeres que caminaban anteriormente hacía el auto, estaban besándose. Pero no un beso, como quién podría besar de despedida a una amiga, no, era un puto beso de los que hace minutos yo me daba con Dylan. De esos que te comen hasta la garganta.

La impresión fue tan grande, que por el microsegundo que Dylan me soltó, para tomar su móvil del bolsillo, estuve apunto de caerme de culo al piso.

—¡Hey! —Exclamó Dylan, al ver mi rostro.—¿estás bien?

La imagen de mí padre llorando en la cocina de casa, pasó por mí cabeza como una estrella fugaz. Una jodida estrella fugaz que encendió la rabia en mí. Sentía como las manos comenzaban a picarme, y lentamente, la borrachera comenzaba a desaparecer.

En mi cabeza, no pasaba otra imagen, que la de mi padre. Y en el instante en el cuál, una llamada de él, entró en mi teléfono, súpe que nada podía detener lo que estaba a por pasar.

Me solté del agarre de Dylan, caminando a paso apresurado hacía la imagen frente a mí. Ellas no podían verme, estaban demasiado ocupadas besándose. Ya yo podía sentir como el corazón me comenzaba a palpitar, a un nivel desenfrenado. La respiración se me había vuelto levemente pesada, la rabia que sentía, en mi vida había sentido.

Ella abrió los ojos apenas acabaron con el beso, encontrándome a mí, detrás de la pelirroja. La sorpresa en su rostro fue evidente, y fui testigo, como el temor se reflejó en sus ojos. Las lágrimas en mis ojos, cada vez amenazaban con salir con más fuerza, pero pude controlarme. No pensaba llorar frente a ellas.

—Madison.. hija..

Di un paso hacía atrás, apenas ella intentó acercarse a mí. La mujer que segundos antes, se besaba con ella, se giró para observarme. También se miraba preocupada.

—No quiero escuchar una puta palabra. Ni una. Solo quiero saber una cosa, ¿porqué no dejaste a papá?

Mi madre, con lágrimas en los ojos, murmuró; Por ti.

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