Mientras sacaba la tetera del fuego y volcaba el agua en dos tazas, observó por el rabillo del ojo como su amigo tomaba una galleta al azar y se la llevaba a la boca.

— ¿Ni siquiera vas a esperar a que me siente?

Mycroft observó a la castaña. Esperó hasta ingerir su alimento antes de hablar.

— Simplemente no pude resistirme. —dijo sin más—. Y si somos justos, tú nunca lo haces.

Era lunes por la tarde. Como habían acordado, las clases de batería siguieron su curso. Con cada práctica, Mycroft tomaba más y más confianza con el instrumento. Anabeth estimaba que, para finales de agosto, tendría un dominio completo de los ritmos básicos.

Luego de pasar dos horas frente a la batería, el dúo decidió hacer una pausa para tomar la merienda. La joven devolvió la tetera a su lugar y llevó ambas tazas a la mesa. Una con café para ella y otra con té para su amigo.

— En serio te gustan, ¿eh? —sonrió de lado mientras le tendía la taza.

— Mm-Hmm. —tarareó gustoso, recibiendo su bebida caliente—. Son deliciosas.

— Gracias. —al ver que el joven la miraba con confusión, agregó—. Las hice yo.

— ¿En verdad? —elevó ligeramente las cejas. No era la primera vez que las comía. Sabía que eran caseras, pero nunca imaginó que fuera Anabeth quien las horneara.

— Sí. Suelo hacerlas cuando estoy en extremo aburrida. —tomó una y le dio un mordisco, saboreando su crocante textura.

Mycroft observó el plato de galletas y luego a la chica sentada frente a él.

— Tienes que aburrirte más seguido. 

Anabeth rio por lo bajo.

— ¿Sabes qué es lo peor? No duran nada. Con papá nos las terminamos en menos de dos días.

— No me sorprende.

Anabeth ladeó la cabeza en consideración.

— Si... Creo que prepararé más. Si quieres el sábado te llevo algunas.

— Mmm, temo que no será conveniente.

Anabeth lo miró con curiosidad.

— ¿Por qué?

— Este sábado vendrán las amigas de mi madre de visita. Créeme. No querrás estar allí.

La joven asiente y guarda silencio, dándole un sorbo a su café. Luego de unos instantes se le ocurre una idea.

— ¿Te gustaría ir a una aventura en bicicleta? —suelta de repente, logrando que el chico casi se atragante con su té.

— ¿Qué? —carraspea, volviendo a adoptar su expresión estoica—. ¿Con qué objeto?

— Para salir de casa; hacer algo de ejercicio; respirar aire fresco; aprovechar la tarde del sábado y conocer un poco más tu ciudad. —enumeró con los dedos a medida que hablaba.

Mycroft tuerce el labio hacia abajo con disgusto.

— Tus razones no me resultan motivacionales para dejar la comodidad mi hogar.

Anabeth rueda los ojos.

— Si sirve de algo, no tendrás que preocuparte por la interacción social. Si es eso lo que te preocupa.

Mycroft eleva una ceja con suspicacia.

— Quieres llevarme a un lugar ni muy cercano para ir caminando ni muy lejos como para ir en auto, al aire libre, poco concurrido y (a juzgar por la seguridad con la que hablas) tienes la certeza de que disfrutaré. —deduce. Si bien no era mucho, era algo por lo que empezar.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now