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Malas noticias.
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El pequeño de preciosos ojos color esmeralda se acercaba a la pequeña Cassiopeia con intenciones de abrazarla, pero ella lo corría de su lado.
– En menos de una hora, mamá y papá volverán por ti, Harry –Jane depositó un beso en la frente de su pequeño.
– ¿Al menos saben por qué Dumbledore los llamó? –Sirius apareció en la habitación y se cruzó de brazos, apoyándose en el umbral.
– No tenemos idea, ese anciano sale con cada cosa.
– ¡Jane, debemos irnos! –gritó James desde el primer piso de la pequeña casa Black, Jane se despidió de sus amigos y fue hasta la chimenea.– ¡Despacho de Dumbledore! –exclamaron ambos.
Harry Potter tenía 11 meses de edad, era un bebé adorable. Jane y Rose chillaban de emoción cada vez que sus pequeños hijos jugaban, aunque Cassiopeia era algo esquiva con Harry, al pequeño parecía no importarle. Ambos pequeños no podían dormir sin el peluche obsequiado por su tío Remus, el hombre lobo se conmovió mucho cuando sus amigos se lo comunicaron. Aquella mañana, Dumbledore envió un patronus a los Potter, necesitaba de la presencia de ambos cuánto antes.
– ¡James, me estoy asfixiando! –exclamó apenas la pelirroja, su esposo había aterrizado encima de ella.
– Buenas tardes, señores Potter –la voz de Dumbledore interrumpió a la pareja, ambos se levantaron de inmediato.
