Capítulo 22 - El sabelotodo

4 1 0
                                    


—No te entiendo.

—Creo que he sido claro: pasemos el rato, ahora que no tenemos otra cosa que hacer —sentado en el suelo, estaba siendo bien sincero—. Quiero decir, para empezar, no tenía pensado moverme durante el resto del día. Me iba a dedicar a descansar y a observar si Bellatrix no hacía ninguna tontería mientras Nothiss era tan amable de hacerme de niñera. Eso, hasta que llegasteis vosotros.

>>Si sigues órdenes de la tal Dijuana, entonces no te puedo decir lo que tienes que hacer. Pero, al vencer a tu compañero Geraas he logrado revelar mi posición a Nothiss. Eso quiere decir que, en cosa de unos pocos minutos, llegará aquí y te ordenará que me sueltes. Y no creo que, ni siquiera siguiendo las órdenes de Dijuana, seas tan temeraria de desobedecer una exigencia de una Loba con el rango de Persona.

—...es cierto.

—Yo te he caído bien y, por lo tanto, tú también me caes bien a mí —comenté en esa racha de sinceridad—. Jugaremos al borde de las normas para que, por lo menos, la bruta de tu jefa no te mande a vigilar desde la profundidad de las sombras. A nadie le gusta quedarse mucho tiempo allá.

Ahora que estaba tranquilo, apreciaba mejor con cuanta naturalidad llegaba a mi mente toda esa información que no había solicitado y que nadie me había explicado. Al contrario que en otras ocasiones en las que buscaba todos los detalles, ahora dejaba que mi mente deambulara un poco por el mundo de las respuestas, me dijera lo que debía decir y, a partir de ahí, ya intuiría lo que significaba a partir de cuanto saliera por mi boca. Al menos, así, mi cabeza no me dolería tanto.

El espacio a mi alrededor, todo ese zulo cilíndrico, tembló un poco. Sabía que no iba a destruirlo sobre mí, sino que los planes de la chica que me mantenía encerrada eran algo más simples, incluso prosaicos. Vamos, que quería hablar conmigo en persona, quizá incluso tocarme..

—No disuelvas esto. Recuerda que estás al borde de las normas. Si deshaces tu creación, me temo que tu jefa se va a enfadar. Siempre puedes crearte un apéndice para charlar en persona conmigo pero, hasta que no llegue Nothiss, no tientes a la suerte y mantenme encerrado.

—Si así se va a poner, entonces mejor te hago caso —justo a mi lado, tal como había previsto dos segundos antes, se materializó un cuerpo femenino. Sólo el cuerpo. La ropa llegaría en el segundo siguiente, lo que no quería decir que llegara por completo—. Si no me vas a matar, siempre podríamos entretenernos un poco.

—Ya huelo tus excusas —reí por mi parte—. No creo que ni con esas logres cansarme demasiado... pero, hey, al menos a Dijuana eso no le molestaría.

—¿Y a ti? —a pesar de su raro tatuaje en la boca, era una mujer de cuerpo harto agradable. Sus iniciativas eran dignas de ser meditadas para un hombre tan simple como yo.

—No estoy de humor ahora mismo, supongo —parte falso, parte cierto. Sencillamente, era inoportuno—. Conozcámonos un poco antes, ¿no?

—Tenía que intentarlo —ella rió sinceramente. Yo no era un juego para ella, pero la parte ociosa que tenía planeada para mí sí que era una apuesta que no le importaba perder si yo era quien se negaba. Por suerte para ella, no me había negado—. Así pues, ya sabes todo sobre mí, ¿verdad? —a medias preocupada, a medias frívola, me reveló su verdadero miedo en ese momento.

—Incluso tu nombre, sí —no lo sabía, aunque en medio segundo podría encontrar ese dato. Pero eso ella no lo sabía—. Incluso, si quisiera, podría echar un vistazo a tu vida previa, antes de que te convirtieras en Loba, y comprender la razón por la que abrazaste tu máscara.

—Mientras no lo vayas contando por ahí, me vale.

—¿Te puedes fiar de la palabra de alguien que, para sobrevivir, hará todo lo que sea necesario?

Dominios mancilladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora