Prefacio - El gran círculo

21 2 0
                                    


Es difícil pensar en qué momento comenzó esta historia. ¿Debo empezar por el primer incidente? ¿O quizá por el primer mancillado que me encontré? ¿La primera aparición de esos extraños y extraordinarios individuos?

Ya ha ocurrido, ya ha terminado y todo fue tan veloz que no sé por dónde empezar a contar todo este galimatias demasiado rápido para mi comprensión. Mirad, no pretendo ser claro, sólo contar lo que ocurrió, ¿de acuerdo? Si hay algo que no entendáis en un momento dado, sólo seguid leyendo y, probablemente, acabaréis por resolver vuestras dudas. Eso, si me aclaro con el orden de sucesos. Por lo que a mí respecta, me basta que mi querida lo comprenda.

A ver, ¿cuándo noté que ocurría algo fuera de lo normal?

Creo que fue un día de tormenta, un par de días antes de que viera con mis propios ojos al primer mancillado. ¿Qué hacía yo? No poder dormir. Era verano, estaba de vacaciones sin nada que hacer, hacía calor, a la vez que llovía a cántaros y los rayos caían por doquier con una frecuencia enfermiza... Oh, no me malinterpretéis: me gustaba ese ambiente. Rara vez alguien tiene la oportunidad de ver semejante espectáculo de deliciosos contrastes, de sombras oscuras como un abismo y fugaces luces prístinas. Tal era el ritmo con el que los rayos iluminaban la noche, que me podía permitir el gusto de ojear, a ratos, un pequeño cómic sin perder detalle de una sola letra, sin necesidad alguna de encender la bombilla. Claro que lo atronador de la tormenta me impedía concentrarme en la historieta ligera que tenía entre mis manos.

Pasó el tiempo, yo fui hundiéndome en una agradable duermevela que no acababa de superar a causa del fuerte ruido de los truenos, repasé lo que haría al día siguiente con el pueblo anegado y, cómodo como estaba, terminé por encontrar la posición que buscaba para hundirme en los sueños.

Pero abrí los ojos de golpe y miré hacia la ventana con premura.

Paró de llover de golpe. Ni agua a borbotones, ni luminosos rayos, ni retumbantes truenos... abrí la ventana y miré con sorpresa: el cielo ni siquiera estaba encapotado y la luna, en cuarto creciente, brillaba como cualquier otra noche despejada.

¿Qué pensar? Bueno, que no era para tanto. Más de una vez habremos visto situaciones similares a lo largo de nuestra vida, fenómenos meteorológicos que se mezclan sin casar muy bien unos con otros, como lluvias intensas mientras el sol luce con todas sus fuerzas; un día de abril luminoso que se torna en un día de tormenta cual si fuese de enero; alguna inesperada calma chicha en el viento que nos pilla por sorpresa en mitad de una ciudad con las calles desiertas...

...pero no os estaría contando todo esto si no resultara porque aprecié un detalle que, en serio, era poco natural.

Me vestí, me calcé con prisa, salí al campo y, sin perder tiempo, corrí al primer espacio abierto que encontré tras atravesar pequeños regueros torrenciales y saltar grandes charcos por todas partes. Entonces, lo que suponía ahora era evidente ante mis ojos: no es que se hubieran retirado sólo las nubes, es que no había ninguna nube en kilómetros a la redonda. "A la redonda" aquí no es una expresión que utilizo de forma baladí. Es que, de veras, lo que se dibujaba sobre mi cabeza era un círculo perfecto sin nubes sobre el pueblo y alrededores. La luna dibujaba claramente su contorno, como si alguna fuerza sobrenatural hubiera empujado toda la masa nebulosa en todas direcciones, los rayos brillaban bajo esas altas nubes de tormenta, a mis oídos llegaban las fuertes tronadas lejanas...

...y ya. No ocurrió nada más. En teoría, al menos. Al fin y al cabo, he considerado que esto es algo importante de contar. No me neguéis que encontrarse con una escultura de nubes tan geométricamente bella como ésa ya es algo digno de relatar.

Sí, ya sé que ni siquiera sabéis de qué va esta historia realmente pero, al menos para mí, todo empezó en este punto. Tardé mis buenos días en darme cuenta de que cuanto había contemplado no era una señal sino una consecuencia. ¿De qué?

Permitidme hacerme elinteresante...

Dominios mancilladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora