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Relato de Salvador

Con Milena teníamos ocho meses de noviazgo ya estábamos en noviembre, Ana tenía una pancita  de seis meses, a mi hermana le sentaba muy bien el embarazo, aunque habíamos tenido que establecer reglas, como por ejemplo en no pedir chocolate a las diez u once de la noche, eso sí que no.

Ani se había mudado con Juan al apartamento, aunque a veces se quedaba en casa, mi hermana era muy volátil.

Con Mile, éramos los padrinos del bebé, si, era un varón, la cara de Juan cuando se enteró, pero Ana estaba un poco decepcionada, quería una niña, luego se tranquilizó.

El pequeño se va a llamar Felipe, si, como quería Milena. Internamente agradecí ese gesto, tanto Juan como Ana estaban de acuerdo a que Milena le escogiera el nombre. Cuando se enteró que el nombre Felipe sería definitivo, lloró, pero vi que no solo fue de emoción, que la hubieran tomado en cuenta era mucho más de lo que ella esperaba.

Nuestra relación tenía un sustento en la confianza, amor, compartir hermosos momentos con nuestros seres queridos, no habíamos llegado a más, aunque estuvimos muy cerca de ese acto, yo respetaba su decisión, pero por otro lado pensaba en otros hechos, estaba completamente seguro que ella era la indicada para dar un paso importante, teníamos una edad aceptable, ella veintidós, y veinticuatro, ambos a pasos de culminar nuestras carreras, aún seguía meditando en cuando hacerlo.

Recuerdo el día en que casi no paramos, es mismo día que nos encontró Francisco, el padre de Milena.

Llegué a la casa de Milena, su padre no estaba, ibamos a cocinar algo y después ver tele, compartir juntos la tarde.

Estábamos en la cocina preparando la masa para la pizza, mientras que Mile se encargaba de la salsa, cuando me acerqué por detrás hacia ella, y la abrasé.

—¿Sabes que te quiero no?— pregunté.

—Yo también Salva, es un sentimiento hermoso—. respondió Mile, mientras cortaba los pimientos para la salsa.

La tentación me venció, y comencé a besar su mejilla, su respiración se aceleró, y creo que los latidos de nuestro corazón iban más allá de nuestro cuerpo, era como si se nos saliera el corazón.

Ella arqueó su cuello, y hacia allí me dirigí, no lo dudé, ni un instante, Milena se dio vuelta, y atacó mi boca, donde nuestros besos comenzaron lento, demostrando cuanto amor existía entre nosotros, pero luego se tornó más demandante, nuestras lenguas estaban sincronizadas. La temperatura comenzó a subir y fue inevitable pasar mis manos por sus caderas, mis manos iban lento, pidiendo permiso, Milena me miró, y en sus ojos vi el deseo, el anhelo de continuar, tomó mi remera con sus manos y la tiró lejos, mordió su labio y asintió... La subí a la mesada, no sin antes apagar la cocina, no íbamos a quemar nuestra comida. Los besos fueron cada vez más intensos, Milena pasó sus manos por mi mentón, comencé a bajar, e hacer un camino de besos, mis manos tocaron su enorme cicatriz, ella me miró, sentimos cierta conexión, yo sabía lo ocurrido, y ella se encontraba en paz con ello, cuando fuí a quitar el buzo, que era el mio, un ronquido nos separó.

—Creo que no esperaban verme ¿No?— quería que la tierra me tragara, tenía a mi suegro frente a mi, con una cara de pocos amigos, mientras Milena estaba despeinada, exaltada al igual que yo.

—¡Papá!—gritó Milena, con su rostro color frutilla. — ¿Que haces en casa?—.preguntó.

—Vivo acá Milena—respondió severo, mientras yo miraba donde estaba mi remera que unos minutos atrás había abandonado mi cuerpo.

—¿Buscas esto Salvador?—dijo Francisco mientras en su mano estaba mi remera.— asentí.

—Si, si es mi remera—dije despeinándome y claramente avergonzado.

SalvadorWhere stories live. Discover now