Veinte.

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~.Veinte.~

Maratón 1 | 3

— Te voy a extrañar.—Dijo Valentín largando un fuerte suspiro, giré los ojos y me acerqué a sus mejillas para apretarlas con fuerza.—No te vayas.—Dijo haciendo pucherito, me reí y lo imite.—Dah tonta, en serio te digo, te voy a re extrañar.

— Me voy un día, exagerado.—Me reí pegándole palmaditas en la cara, corrió su cabeza y me agarró de las manos para enterrarse en mi pecho.—Uh sos re goma.

— Si mal, pero déjame.—Pidió arrastrándose por toda la cama conmigo abajo, largue un suspiro y le empecé a hacer mimos.

¿Quién diría que Valentín era un mimoso? Nadie lo iba a pensar.

Menos yo.

— ¿Salimos a caminar?—Pregunté después de un rato, ya eran como las nueve de la noche y él no quería que me vuelva a mi casa porque mañana me iba un día, o capaz dos, a la casa de mi abuela y cuando le conté la re sufrió porque según él, me iba a extrañar.

— ¿Querés?—Preguntó sacando su cara de mi pecho, asentí con la cabeza mirando sus ojitos azules, y cuando me vio, asintió con la cabeza también.—Banca que me cambié.—Susurró volviendo a acomodarse arriba mio, giré los ojos y le pique una parte de la cara para que me mire.

— Dale tonto.

— Uh sos re pesada, la concha de tu madre.

— Vos la concha de tu madre.

— Bueno.—Hizo puchero, se paró de arriba mio y fue a su placar para ponerse uno de esos buzos piolas que tiene, se puso las zapatillas y giró para mirarme mientras se ponía la capucha.—Dale vamos.—Pateó mi pierna para que me pare de la cama.

Suspire y le extendí las manos para que me ayude, las agarró y de un tirón me hizo parar, y de la misma fuerza mi cara chocó contra su cara, nos re cabeceamos con fuerza.

— Aia estúpido.—Dije frunciendo el ceño con dolor, lo miré para retarlo, pero cuando subí mis ojos a él, me estaba sonriendo divertido.

Y no me di cuenta hasta que su nariz tocó la mía.

Mis mejilla no tardaron en ponerse rojas, casi que temblé por la cercanía, pestañeé varias veces mirando sus ojos y bajando lentamente mi mirada a sus labios anchos, no sacaba esa sonrisa de su cara y no sé si lo hacía para enamorarme o qué, pero lo estaba logrando. Intenté alejarme por el bien de mi cabeza, pero cuando lo quise hacer fue él quien no me dejó.

Y me acercó más.

Mi corazón saltó fuerte, tocó mi mejilla lentamente como dejando caricias, pasó sus dedos por mi mentón y lo subió hasta hacer que sienta su respiración chocar contra mis labios.

— Decime que si.—Soltó en voz baja, cerré los ojos abriendo mis labios para responder, pero antes de hacerlo su celular vibró contra la mesita de luz, y me separé rápido.—La concha de tu madre ¿Que verga querés?—Dijo atendiendo la llamada.

Largue un suspiro con fuerza intentando recuperar el aire que se me había ido y corrí hasta salir de la pieza, me apoyé contra las escaleras un rato y cerré los ojos.

Valentín Oliva y la concha de su madre.

— ¡Listo!—Gritó sobre mi oído, me asuste y le emboque un bife en la cara, largó un quejido tocando su mejilla y se la acarició.—¿Por qué me maltratas de esa forma?

— ¿Quién te manda a gritarme?—Pregunté haciendo una seña con la mano de que estaba re loco, giré los ojos y agarré mi campera que estaba colgada arriba de la silla para ponermela.—Dale vamos, boludito.—Hablé saliendo sin esperar su respuesta.

Chino ; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora