Michael

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Acomodo el velo traslúcido sobre mi rostro y lo observo a través del espejo de cuerpo entero; él se encontraba apoyado contra el marco de la puerta, vistiendo un traje negro. Tuve que apartar mi vista porque, con sólo verlo me quitaba el aliento y no debía ocurrir eso.
—Luces hermosa—dice acercándose y parándose detrás de mí; había algo en sus ojos que no debía haber.
—Gracias—murmuro, de repente nerviosa.
Cierro los ojos, intentando regular mi organismo; se suponía que esto no debía pasar, que había hecho mi elección.
Siento sus cálidas manos colocarse en mi cintura y me da la vuelta; abro lentamente mis ojos que se clavan en los suyos, claros y expresivos. Una mano sube por mi costado hasta detenerse en mi rostro, tocándolo como si tuviera miedo de que me rompiera ante su tacto.
—Michael.
—Sabes que aún estás a tiempo de cambiar todo.
Noto como las lágrimas se acumulan en mis ojos; la intensidad con la que me mira, la desesperación que transmiten sus ojos me llega como olas. Hay demasiado en su mirada: amor, dolor, tristeza, anhelo.
Alguien toca la puerta de la habitación logrando que se rompiera el momento.
—Cariño, ya es la hora—mi madre se asoma por la puerta y nos observa; pasa su vista por entre ambos para detenerse en mi; ella sabe que ocurre, pero decide no hacer ningún comentario.
—Voy enseguida—respondo apartándome de Michael; voy hasta el tocador y hago los últimos retoques.
De un vistazo noto que Michael no había dejado de mirarme en ningún momento y seguía con la misma expresión en sus ojos; solamente se había movido de lugar, ahora al lado de mi madre; ésta ya se encontraba dentro de la habitación.
—Déjame que te ayude, cariño—dice rápidamente y se acerca con la misma velocidad, quitándome de las manos los pendientes que iba a utilizar.
Me quedo quieta mientras que ella los coloca en mí ya que el temblor en las mías me impedía colocarlos; sus manos toman mi rostro y veo como las lágrimas estaban en sus ojos.
No hacía falta las palabras; la envuelvo en un abrazo.
—¿Crees que esto es lo correcto?—me pregunta en un susurro, sabiendo que Michael estaba atento.
Asiento con la cabeza, a pesar de que ella no puede verme.
Se separa y me da una leve sonrisa. —Iré abajo a decir que bajarás en cualquier momento.
Asiento y ella sale de la habitación, dejándome nuevamente con el hombre que amé alguna vez y que seguiría amando.
Nuestras miradas se cruzan y ellas son las que hablan, diciéndose todo lo que las palabras nunca pudieron.
Rompo la conexión cuando muevo mi rostro y camino hacia la puerta.
—Te amo, y creo que no podré dejar de hacerlo.
Sus palabras destrozan a mi ya lastimado corazón pero, sin embargo, abro la puerta de la habitación y salgo, con el vestido de novia puesto, camino al altar.
A los pocos pasos me detengo y miro sobre mi hombro, adentro de la habitación.
Se había dejado caer en la cama y tenía su rostro entre sus manos; un nudo se formó en mi garganta.

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Se siente extraño el estar caminando por un pasillo, siendo observada por unas cientos de personas, atentas a cualquier equivocación de mi parte. En estos momentos, me gustaría estar acurrucada en el sofá de mi departamento con la persona que sé que nunca me juzgaría.
La caminata llega a su fin y me encuentro parada enfrente de quien será mi futuro esposo; éste me sonríe y puedo llegar a notar un atisbo de arrogancia, como si le gustara el que hecho de que estuviera a punto de unirme a él.
El padre comienza a hablar pero las palabras no me llegan, es simplemente un subido; mis ojos se van a los asientos en donde tendría que estar Michael, pero no está. Veo a sus amigos, mis amigos también, pero no hay señales de él; noto como el nudo se hace aún más fuerte.
Llega el momento de los anillos y mi corazón se acelera.
—Repite después de mí—el padre me dice, primera vez que sus palabras son claras—. Yo, Lucy...
—Yo, Lucy, te tomo a ti, como mi esposo; para estar juntos en la vida, en todo momento; en la salud y en la enfermedad, hasta que la mu..
Algo me interrumpe; todas las cabezas se giran en dirección a la puerta. Un gemido se escapa de entre mis labios y no puedo evitar que el anillo que había en mi mano cayera a mis pies.
—¿Qué hace este aquí?
Lo ignoro y centro toda mi atención en Michael, quien caminaba por el pasillo por el que había caminado minutos antes.
Traía el cabello desordenado, como si hubiera para varias veces las manos por éste, la corbata deshecha y el saco abierto.
Todos estaban en silencio; el lugar se había sumido en un silencio y la tensión se podía sentir en todos lados.
No se detuvo hasta que llegó hasta donde me encontraba, momento en el que pude observar bien su rostro.
—Michael—susurré, dejando caer una lágrima por mi mejilla.
Él me observó con tal intensidad que, si no hubiera sido de que teníamos público, abría corrido a abrazarlo y prometerle que nunca me iría de su lado, que era de él.
Pero no podía, por lo que intenté controlarme.
—Lucy, no por favor—dijo—. No te cases con él.
Parpadeo intentando contener las lágrimas para que no volvieran a resbalar por mi rostro.
—Michael, no lo hagas. Por favor—mi voz sale desesperada.
Niega con la cabeza, dejándose caer de rodillas.
—No lo hagas, Lucy. Sabes que aún me amas—ya no contiene las lágrimas que bajan por su rostro ni el temblor en su voz—. No hagas algo que luego te arrepentirás el resto de tu vida.
Hay tantas cosas que quiero decirle pero ninguna sale de mi boca, aunque las palabras se amontonan en mi boca.
—No lo hagas—estira su mano hasta rozar mi mano—. ¿No notas que rompes mi corazón?

Imagina; 5SOSWhere stories live. Discover now