Crisis y palabras

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Si de algo nos sirvió está
cuarentena es para saber
que tenemos derechos hoy
casi olvidados.

Derecho de estar mal, de
sentirnos frágiles y de tener
miedo sin que ello nos haga
ser menos.

Para muchos acostumbrados
a vidas donde nada de eso era
común, puede ser un gran golpe.
Como descubrir que algún día moriremos.

Para quienes ya tenían una vida
jodida, para quienes veían un
complicado panorama, puede ser
todavía peor.

En momentos así hay que
pensar y visualizar esas
otras situaciones. Entender que
estar lejos no quiere decir aislados.

Es el tiempo de buscar las conexiones,
dos que tiene miedo pueden fundirse en
un solo abrazo reconfortante a la distancia
con solo su presencia y una pantalla.

Depresión y ansiedad no eran un chiste
antes de que todo esto comenzara y
mucho menos lo serán cuando acabe.
Todos podemos ayudar en ese sentido.

Hay que estar abiertos a escuchar lo
que no puede ser dicho. Los tonos y
los gestos y los silencios y... escuchar.
Si necesitas decir algo, cuenta conmigo.

No pensemos en clave de vulnerables,
que si los ancianos, que si los niños, que
si hay que recordarles que son frágiles
y no pueden hacer nada por ellos mismos.

No, eso no. Es el camino equivocado.
Busquemos mejor conocer desde el
corazón -sinceramente- cómo se sienten.
Prueba preguntar: "¿Como estas?"

Y si la respuesta no es lo que esperabas
si el dolor o la angustia se dejan entrever,
no te asustes, no rechaces por miedo a
no poder. Escucha, sigue escuchando.

Ofrece tu mano. Para hacer algún mandado.
Ofrece tu mano. Para buscar ayuda.
Pensá que el día de mañana vos
podes estar en ese lugar.

Aléjate de los televisores ¡Por favor!
Son pura y dura, terrible, contaminación
para las cabezas. Créeme, te quieren asustado
y el miedo es la condición para el pánico total.

Piensa que el estrés no es algo malo.
Estrés no es algo anormal.
Lo peligroso es sufrirlo todo el tiempo
sin poder parar. Esa es la condición para enfermar.

Un consejo que puedo darte es que no dudes
en ejercitarte. Dentro de tus cuatro paredes
puedes saltar y correr tanto como quieras.
Con niños hasta puede ser un juego divertido.

Y respira, no olvides respirar. No olvides esa
función fundamental. Cuando sientas que ya no
das más, que ya no puedes más, cierra los ojos
y ponte a respirar. Siente la vida entrando en ti.

Cierra los ojos. Aparte. Aspira lento ese aire.
Mueve tu cuello junto con tu cabeza. ¿Hacia
donde va? ¿Arriba? No es casualidad.
Respirar es ascender. Es surgir de nuevo.

Es tomar conciencia del poder en uno mismo
de que la vida pugna por ser vivida. De que la
lucha no está perdida por mucho que otros te
lo digan. Que se puede. Siempre se puede.

Y sin esperanza no te dejes opacar. Sin ver
el futuro, no te dejes opacar. Sin luces al final
de este túnel, no te dejes opacar. Recuerda
que si estas cansado, siempre puedes descansar.

Mira como se alarga el poema.
Tengo tanto que contarte.
Yo no me canso de hablarte (ni de escucharte).
Esto será todo por ahora. Pero vuelve cuando quieras.

Aquí siempre va a estar el cuento
para esperarte. Para abrazarte.

Poesías de la cuarentena ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant