14- Caminos.

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Después de llevar a cabo todos los trámites necesarios y conseguir los permisos para ir al extranjero, nos dispusimos a abordar el tren que nos llevaría hasta la región de Hokkaido.

─ No puedo creer que no supieras sobre la anexión de Corea con Japón. Ya hace años de eso. ─ volvía a decir Kyojurō, triunfal por estar enterado sobre la situación del país mientras yo no.

─ Y sin embargo no me lo dijiste. ─ me quejé otra vez. ─ Recuerda que nunca pude usar las respiraciones normales y tuve un entrenamiento más riguroso que tú. No tenía tiempo para estudiar sobre política.

─ ¡Yo también entreno rigurosamente! ¿Cómo crees que llegué a ser un pilar como mi padre? ¡Y aun así estuve enterado del Tratado de anexión Japón-Corea! ¡Y fui a todas mis clases en la escuela!

─ ¡Yo también! ¡No tengo la culpa de que historia sea tan aburrida!

─ ¡Pero el tratado tiene apenas unos cinco años establecido!

─ Cinco años…

─ Ah.

Y allí acabó la discusión.

Resultó que no necesitamos trámites para viajar al extranjero, solo un permiso para cruzar de aquí allá, que sería gratis. Resulta que desde 1903 se firmó un Tratado en el que Corea sería un protectorado de Japón. Luego, en 1907, se creó otro en donde se estipulaba que las políticas de Corea serían promulgadas y aplicadas bajo la guía del general japonés que residiría en la capital de Corea, Seúl. Y yo solo sabía del protectorado. La anexión se se logró totalmente hasta 1910, para lo que Japón se estuvo preparando desde que le echó el ojo a las tierras de Corea, por sus deseos coloniales. Parece que estaban resentidos por haber perdido casi el cien por ciento de Karafuto contra Rusia, aún si ganaron la guerra ruso-japonesa a un paso de finalizar la era Meiji.

Fuera de los problemas políticos y militares del país, el invierno estaba anunciando su inminente porvenir, mandando vientos helados con los finales de otoño.

La Luna se hacía ver por las noches, más brillante y bella que de costumbre, haciéndome sentir revitalizada. Sentía como si mi camino como espadachín fuera iluminado por la tenue luz plateada del astro, como si mis técnicas se fortalecieran. Ese sentimiento de cuando aún tenía mis mejores sentidos al cien, matando demonios, cumpliendo toda misión en un dos por tres… volvía.

Zenitsu entraba en su modo serio y escéptico, viendo la actitud de ignorancia de los chicos de montaña, Inosuke y Tanjirou. El par observaba al imponente animal metálico con recelo, si es que nos referimos específicamente a Inosuke, que estaba buscando pelea con la locomotora. Y Tanjirou trataba de convencer al cabeza de jabalí de que el tren podía ser el dios de estas tierras. ¿No podían ser más tiernos?

─ Recuerden que ya para esta era las katanas están prohibidas, así que procuren esconderlas. ─ informé a los chicos.

Inosuke las envolvió en las vendas que llevaba y se las puso en la espalda. Eran demasiado notables, tanto así que los persiguieron por llevarlas. Un rato después de haber perdido al oficial, subieron al tren, cuando este ya había puesto marcha.

─ ¡Kaikokuyo! ─ me llamó Inosuke. Creo.

─ ¿Me dices a mí? ─ ya había tomado asiento, frente a Kyojurō, quien estaba atento a lo próximo que diría Inosuke.

─ Si están prohibidas las espadas, ¿por qué había personas con uniformes y espadas cortas allá atrás? ─ Tanjirou y Zenitsu también se acercaron, curiosos.

─ Creo que eran soldados. ─ comencé a decir.

─ ¡Sí! ¡Son soldados que lucharon contra Rusia hace ya varios años! ¡Deben tener alguna misión, como nosotros! ─ el Pilar hizo una pausa y prosiguió. ─ ¡Las espadas cortas que ellos llevaban se llaman bayonetas, y las usan adjuntas a sus armas! Eh…

[HIATUS] Aliento del lobo • Kimetsu No Yaiba.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora