35 "Defensa propia"

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Vicenta:
Miro hacia un costado y veo algo que antes no había notado. Estoy muy cerca de él estante en donde ponemos los vinos añejos, los cuales, guardamos solo para ocasiones especiales. Sé que es una lástima desperdiciar un buen vino añejo, pero es eso o que este tipo me viole. Me estiro lo más que puedo y logro alcanzar una botella. Para disimular el ruido del cristal rozando la madera, grito:

—¡Déjame en paz! ¡No te quiero! ¡Suéltame! ¡Violador! ¡Golpeador! ¡Eres un abusivo! ¡Te odio!

Veo que se voltea y presiona su frente contra la mía demasiado fuerte. Ahora a parte de náuseas y ganas de vomitar, también tendré jaqueca. Veo que empieza a besar mi cuello de nuevo y estando así, si le pego, también me lastimaré. De repente, veo que sube para besar mi boca. Yo lo miro a los ojos y le pego un botellazo en la cabeza con todas mis fuerzas. La botella de rompe y él cae de rodillas y noqueado en el suelo y empapado por un buen vino, que será lo único bueno que tiene en él. Corro hasta que recojo el cuchillo, y apunto a Anthony con el mismo.

—¡Conmigo no vas a poder!—le digo llena de rabia.

—Yo puedo con todo, cariño—me dice riéndose cínicamente y da un paso que lo acerca a mí.

—¡ATRÁS! No tengo miedo de usar el cuchillo, cabrón!—le grito nerviosa.

—¡Uy sí! ¡Qué miedo!—me dice haciéndome un gesto de burla con sus brazos y su rostro—¡por favor, Vicenta! Si hasta te tiembla la mano. Me tienes miedo, y eso te paraliza.

—No lo hará esta vez.

—Oh sí, lo hará—me dice y da otro paso.

—¡QUE NO TE ME ACERQUES! Das un paso más y te clavo el cuchillo en dónde sea, pinche infeliz. No vas a volver a molestar a mi familia—le digo asustada y dando un paso atrás.

—No te atreves—me dice sonriendo psicóticamente.

—¡Pruébame!—le digo harta de sentir miedo.

—¡Uy! Ya te probé y eres deliciosa—dice mirándome de arriba a abajo y saboreándose.

—No juegues con tu suerte, Anthony—le digo apretando el cuchillo.

—¿Por qué?—dice dando el paso definitivo que lo pone frente con frente a mí.

Veo que su mano va directamente hacia la mía, con la intention de quitarme el cuchillo. ¡No te voy a dejar, cabrón! Esta vez no. Cierro los ojos y clavo el cuchillo en su cuerpo. No sé por donde lo apuñalé, sólo lo escucho decir:

—A...se...si...na...

Luego, siento si cuerpo desplomarse sobre mí, porque aún sostengo el cuchillo, el cual suelto y dejo caer el cuerpo al suelo. Abro mis ojos y estoy sofocada, el miedo ha hecho que mi corazón lata con mucha fuerza y muy rápido. Veo que atravesé su corazón con el cuchillo y el miedo me invade.

—¡Dios mío! ¡Lo maté!—digo aterrada.

Miro mis manos y están llenas de sangre y mi vestido blanco, se ha manchado de rojo. Subo corriendo hasta el baño de mi cuarto y empiezo a lavarme las manos con desesperación, hasta que logro quitarme la mayor parte de la sangre, peor mis manos aún quedan un poco manchadas. Escucho llorar a mi bebé y corro hasta su cuarto, miro la hora y veo que son las 8:00 de la mañana, ya me toca darle de comer. Preparo su mamila en su mismo cuarto, en donde tengo una nevera con su leche y un pequeño calentador. Tomo la temperatura de la leche y veo que está perfecta. Cargo a mi pequeña y empiezo a darle el biberón.

Daniel:
Termino mi labor en la reunión y mi jefe me da el resto del día libre. Manejo prácticamente corriendo hasta mi casa. Al entrar, veo un panty de Vicenta tirado junto a una pared de la sala, muy cerca de las escaleras. también hay vino y un montón de vidrios regados por toda el área, como si alguien hubiese roto una botella. Avanzo para recogerlo y caigo sentado en el suelo del susto cuando veo que en la cocina está Anthony Adams ¿muerto? Veo que tiene sus pantalones desabrochados y casi caídos, mientras el cuchillo más grande de esta casa, está clavado en el lado izquierdo de su pecho. Una cadena de sucesos se reproduce en mi mente, como si pudiese adivinar exactamente qué fue lo qué pasó aquí.

—Carolina, Vicenta—digo asustado.

Con el pánico apoderándose de mí, corro hasta el cuarto de mi hija, a quien veo muy tranquila jugando en su espacio. Rápidamente, la cargo y siento alivio de que esté bien, pero sigo muy preocupado por Vicenta y mil preguntas recorren mi mente: ¿qué pasó aquí? ¿Dónde está Vicenta? ¿Huyó?

—¿Dónde está tu mami, princesa?—le pregunto a Caro, sabiendo que no obtendré respuestas, pero al menos, me reconforta saber que mi voz la calma.

Escucho ruidos en mi cuarto. Dejo a mi hija en donde estaba y saco de mi bolsillo el arma que siempre cargo. Cautelosa y silenciosamente, me dirijo hacia mi habitación y al entrar, veo a Vicenta, quien está usando un vestido blanco y todo manchado de sangre. Ella camina como una loca de aquí para allá y de allá para acá recogiendo todas sus cosas en una maleta.

—Me puedes explicar ¿qué demonios pasó aquí?—le pregunto confundido y con mis ojos hechos agua.

Ella se detiene y levanta su mirada. Sus ojos y mejillas están rojas y tiene el maquillaje corrido. Solloza y limpia su nariz. Luego, hace un puchero y se lanza a mis brazos. Yo la recibo y la siento sollozar mientras se aferra con fuerza a mí. ¿Qué le hizo ese desgraciado? Yo solo acaricio su cabello en forma de círculos para calmarla.

—Tenemos que irnos, Daniel—me dice separándose y secando sus lágrimas—y esta vez no cometeré el mismo error, no decidiré por ti.

—¿Qué quieres decir?—pregunto confundido.

—Tienes que decidir: o me voy sola con Caro y tú te quedas, les dices a todos que yo maté a ese tipo mientras tú trabajabas y que huí con tu hija, lo cual sería la verdad, y así no te condenan y puedes seguir con tu vida. Estaremos en el rancho Acero para cuando nos quieras ver.

—¿Y si no te quiero dejar ir?—le digo tomando su rostro entre mis manos y ella pone sus manos sobre las mías.

—Entonces ven con nosotras, pero yo no me puedo quedar aquí y no me puedo alejar de mi hija—me dice fuerte.

—¿Y de mí?

—Esa decisión no es mía, sino tuya. Te dije que no volveré a decidir por ti.

—Pues yo decido que me voy con ustedes. ¿Ya hiciste las maletas de Caro?

—Sí, ahora estoy haciendo la mía.

—Voy a hacer la mía entonces. Avísale a tu hermano que vamos para allá.

—¡Cierto! No lo había llamado.

—Anda.

Amor Prohibido [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now