2 "Dudas de tu amor"

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Vicenta:
Despierto en los brazos de Daniel, como tanto me gusta. Estoy observándolo dormir cuando escucho sonar la alarma de su celular. Él se despierta y la apaga.

—Buenos días, babe—me dice con una sonrisa y besa mi frente.

—Buenos días, mi amor—le digo devolviéndole la sonrisa y besando sus labios—¿tienes algo que hacer hoy? Porque no sueles poner la alarma tan temprano.

—Tengo que ir al Paso—me dice acariciando mis mejillas.

No me gusta que vaya allí porque pueden pasar tantas cosas. Lo pueden agarrar preso y en la cárcel ¿quién sabe lo que le hagan a un migra? Me lo pueden matar en el camino y no soportaría perderlo, a él no.

—¿Es muy necesario?—pregunto mirando hacia un costado.

—Lo es—me dice besando mi frente.

—Bueno pues.

Me levanto y me dirijo hacia el baño. Sé que no lo voy a poder convencer de quedarse porque si bien yo soy terca, él lo es aún más y cuando se le mete algo en la cabeza, no existe poder humano que consiga pararlo hasta que lo consiga. Me doy una ducha y salgo, lo veo parado en la puerta del baño.

—¿Estás enojada?—me pregunta confundido y un poco asustado.

—Estoy preocupada y angustiada—le digo cruzando los brazos.

—No me va a pasar nada, mi señora guapa—me dice sonriendo e intenta besarme pero yo viro mi cara, haciendo que su beso caiga en mi mejilla.

—Regresa entero y vivo, es lo único que te pido—le digo y me voy del cuarto.

Cuando voy por la puerta, siento que agarra mi brazo.

—Babe—me dice preocupado.

—Estoy bien, ahora vete y no dejes que te maten—le digo dejando un beso en su nariz y me dirijo hacia la cocina por un desayuno.

Al paso de unos quince minutos, lo veo pasar por la cocina y recoger del refri un jugo de mango. Lo bebe rápidamente y viene hasta mí.

—Voy a regresar y si todo sale bien, lo haré con buenas noticias para ti y para mí ¿sí? Esto lo estoy haciendo por los dos—me dice dulcemente y besa mi frente.

—Pues entonces por los dos, regresa con vida.

—Es una promesa—me dice sonriente y besa mis labios.

Yo solo espero que este no haya sido el último beso que me de.

Daniel:
Voy manejando mi camioneta y antes de darme cuenta, ya estoy en el ICE. Si hubiese sido alguien más quien me llamó, habría desconfiado y pensado que es una trampa para atraparme, pero dado que es mi bro Sánchez, le creo. Espero no arrepentirme de no haber escuchado a mi esposa. Llego y me encuentro a Sánchez con una carpeta en la mano.

—Hello, Daniel, aquí están las copias de las pruebas de tu inocencia—me dice contento.

—¿A quién culparon?—pregunto cauteloso.

—No ha aparecido el culpable, Indira declaró a última hora que sus acusaciones se basaban en suposiciones sobre Vicenta—me explica.

—¿Por qué Indira haría eso?—pregunto confundido.

—Porque Brown la presionó para que presentara pruebas, las cuales, no encontró—me explica.

—Ah ya.

—Philips, ¡qué bueno que viniste!—me dice Brown mientras entra en la oficina—quiero ofrecerte una disculpa por haberte encerrado basándome en las acusaciones sin fundamento de tu compañera, y me gustaría devolverte tu trabajo, no como jefe, sino como segundo jefe del ICE.

—¿Segundo? Jefe, por favor ¡Indira lo acusó sin fundamentos basada en una suposición!—le dice Sánchez algo molesto.

—Tranquilo, bro—le digo a Sánchez mientras le doy una palmada en los hombros.

—Esto es lo que te ofrezco, Philips, podrías ser el jefe de esta agencia, pero al estar saliendo con Vicenta Acero...—me dice Brown, ¿que insinúa?

—Mire, señor, prefiero ser solo un peón al lado de la mujer que amo, antes que ser un rey solo—le digo algo molesto—acepto ser el segundo jefe, pero con la condición de que tanto mi mujer, como yo, dejemos de ser perseguidos. Quiero que le devuelvan a Vicenta la green card que ella ganó entregándonos al Indio Amaro.

—Está bien, Philips, pero a la primera que haga tu amorcito, se hunden los dos, ¿está claro?—me dice Brown medio molesto también.

—Clarísimo.

Brown se va de la oficina y Sanchez me da una palmada en el hombro.

—¡Felicidades, bro!—me dice Sánchez dándome una palmada en la espalda—Welcome back!

—Thanks, bro.

—¿Qué vas a hacer ahora?—me pregunta curioso.

—Recuperar mi casa y traer a mi mujer a vivir conmigo—le digo serio.

—Y... ¿crees que ella quiera? Digo, tendría que cambiar de vida.

—No lo sé, bro, the only thing I know es que quiero darle el lugar que se merece, no quiero esconderla más como si fuera solo mi amante—le digo serio.

—¿Te vas a casar con ella?

—Si ella me acepta, sí. Quiero que ocupe el lugar que le corresponde siendo mi esposa y la futura madre de mis hijos—le digo orgulloso.

—Bueno, bro, good luck. Cualquier cosa que necesites, just call me—me dice Sanchez con una sonrisa.

Me voy de ahí y me dirijo hacia una tienda de joyería, en donde compro dos alianzas y un anillo de compromiso. El anillo es de oro con piedras blancas y tiene grabado su nombre en su interior. Me agarra la noche en El Paso y me extraña que Vicenta no me haya llamado. Saco mi celular del bolsillo y veo que no tiene batería, por suerte, me estoy acercando a mi camioneta. Me subo y espero a que mi teléfono encienda. Marco al celular de Vicenta.

Vicenta:
Daniel lleva todo el día afuera. Salió de aquí a las 7:30 de la mañana y ya son las 9:00 de la noche. Aún no llega. Llevo todo el día llamándolo pero no me contesta. Su celular me manda directo al buzón. De repente, siento sonar mi celular y veo que es él.

—Too late, gringo—digo mientras apago mi teléfono y lo tiro a una esquina.

Estoy con mi pijama puesto y busco una razón por la cual mi pareja no me haya respondido el teléfono en todo el día sabiendo que yo estaba preocupada pero no la encuentro.

—No tienes justificación, Daniel Philips—digo con los ojos aguados mientras me tomo un sedante.

Me meto en la cama y me acurruco entre las sábanas intentando dormir. Gracias al sedante que me tomé, logro hacerlo rápido. Despierto y siento el cuerpo de Daniel abrazado al mío. De un salto, me levanto de la cama y eso lo despierta. Se levanta y veo que esta con su pijama. Se acerca a mí pero yo camino hacia atrás.

—¿Estás enojada, babe?—me dice arrugando su frente.

—No estoy enojada. ¡Estoy furiosa!—le grito molesta.

—Perdón por no contestar el teléfono ayer, me quede sin batería y no me di cuenta—intenta tomar mis manos pero yo no le dejo.

—No, no hay perdón hasta que me des una explicación creíble—cruzo mis brazos y siento que se me escapan dos lágrimas.

—Sánchez me llamó antes de a noche y me dijo que fuera al ICE, que se había demostrado mi inocencia y por eso fui al Paso ayer tan temprano—me dice peor algo aún no me cuadra.

—¿Y demoraste hasta la noche en el ICE?—pregunto molesta e indignada.

—No, fui a otro lugar—me dice moviendo sus manos como si estuviese nervioso y una pregunta viene a mi mente, rompiendo mi corazón a su paso: ¿estuvo con otra?

Amor Prohibido [Señora Acero: La Coyote]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin