30 "Recuperándonos"

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Vicenta:
—Es con lo que he soñado desde que descubrí que estaba embarazada. Hasta mi subconsciente te extrañaba—digo pegando un suspiro y regalándole una sonrisa.

—Pues ya no me va a extrañar más porque estoy aquí y no me voy a ir a ninguna parte, mucho menos te voy a dejar ir a ti—me dice acercando su mirada a la mía—voy a ser tu sombra, Vicenta Acero—me susurra y siento como se alteran mis sentidos.

—Prométeme que ya no me vas a dejar ir—le digo con mis ojos cerrados, temiendo a abrirlos y darme cuenta de que todo fue un hermoso, pero corto sueno.

—Te lo prometo, mi vida—me dice pegando su frente a la mía.

—Con permiso—nos dice una enfermera apenada.

—Disculpe, señorita—dice Daniel apenado y separándose de mí.

—No, tranquilo, solo vine a hacerle un físico a la bebé y a la señora—nos dice la enfermera sonriendo.

—¿Tengo que salir?—pregunta Daniel un poco tímido.

—Por favor, señorita, deje que se quede ¿sí? él es mi pareja, y el papá de mi niña—digo tomando la mano de Daniel.

—¡Sí, claro!—nos dice regalándonos una sonrisa.

Daniel:
La enfermera le hace el chequeo físico a mis mujeres y nos deja saber que todo está bien con las dos. Nos dice que el terapeuta viene a ver a Vicenta manana a las 9:00 A.M. Van pasando las horas. Ya son las 2:00 de la madrugada y noto a Vicenta intranquila: no se duerme.

—Babe, ¿qué tienes?—pregunto en voz baja y acariciando su cabello.

—¿Te desperté?—me pregunta haciendo puchero.

—No, yo ya estaba despierto, tranquila, pero ¿por qué no puedes dormir?

—Es que ya me quiero ir de aquí, estoy harta de este hospital—me dice haciendo una mueca.

—¡Pero si solo llevas un día!—le digo riéndome.

—No me importa, me quiero ir—me dice soltando una pequeña, pero auténtica carcajada.

—Te vas a ir manana.

—¿Y qué hago mientras? Me aburro, gringo, y no puedo dormir—me dice cruzando los brazos y haciéndome un puchero.

—¿Acaso mi bebé quiere que le haga piojito para que se duerma?—le digo regalándole una dulce sonrisa.

—¡Chi!—me dice con voz de bebé y haciéndome pucheros—ven—aparta un lado de la cama para mí y me sonríe.

Yo me acuesto a su lado y ella se abraza a mi pecho. Empiezo a trazar círculos con mis dedos en su cabeza y luego de unos minutos, finalmente se queda dormida. Sé que vienen a revisarla otra vez a las 9:00 A.M., así que me levanto cinco minutos antes.

—¿Ya nos vamos, amor?—me dice abriendo sus ojitos.

—Babe, ¿te desperté?—pregunto algo tímido.

—¿Qué hora es?

—Las nueve menos cinco—miro mi reloj—de hecho, menos tres—suelto una risita.

—¡Ush! ya casi me toca ver al loquero—dice desanimada.

—Tranquila—digo tomando sus manos—este terapeuta sí te va a ayudar.

—¿Puedes entrar conmigo?—me dice nerviosa.

—Trataré, pero si no me dejan, lo harás excelente tú sola—le digo regalándole una sonrisa y beso su frente.

—Senora Vicenta, acompáñeme por favor—le dice una enfermera sonriendo.

—¿Él puede venir conmigo?—pregunta Vicenta asustada.

—No, senora—responde la enfermera apenada.

—Babe, tú puedes, yo me quedo cuidando a Caro—le digo sonriendo.

Me mira con melancolía y me da un cariñoso y nostálgico beso antes de irse; luego, la veo desaparecer por el pasillo acompañada por la enfermera.

Vicenta:
Camino con la enfermera hasta donde me espera el dichoso terapeuta. Me asusta tener que contarle mi vida a un desconocido pero debo hacerlo. Llego a una consulta, en donde veo a una doctora. ¡Hiuf! Al menos, es mujer.

—Buenos días, Vicenta—me dice con una sonrisa

—Buenos días, senora...—le digo algo tímida.

—Senora Vargas—me dice estirando su mano.

—Mucho gusto—le digo ya entrando un poco más en confianza.

—Toma asiento—me dice amablemente.

Yo me siento y empezamos a charlar. Le cuento toda mi historia que, para nada es convencional, pero es mi historia y eso nadie me lo quita.

—Y ¿cómo te sientes ahora que saliste de ese maltrato?—me pregunta calmada.

—Me siento más fuerte. Fueron solo unas pocas golpizas, pero casi me mata esta vez—le digo dando gracias a Dios por estar viva.

—No fueron solo las golpizas, también está el maltrato psicológico al que te sometió se hombre a penas llegaste a su casa. ¿De verdad creías todo lo que él te decía?

—Sí, él sabía exactamente qué palabras usar para hacerme sentir que soy una máquina de hacer heridas, radioactiva, tóxica, lo peor que le puede pasar a cualquiera, y sin quedar como el malo de la película.

—Eres demasiado fuerte—me dice mirándome con admiración.

—¿Fuerte yo?—pregunto confundida.

—Muchas mujeres después de ese maltrato psicológico, físico, o simplemente después de un abuso sexual, quedan destrozadas y la mayoría, no son capaces de volver a amar a un hombre, o terminan suicidándose porque pierden las ganas de vivir.

—Suicidarme nunca pasó por mi mente, yo tenía que seguir adelante sin importar qué, por mi hija, así como mi madre luchó hasta el final por mí—le digo cerrando mis puños y derramando una lágrima al recordar que mi madre murió siendo víctima de un hombre como Anthony, pero me consuela saber que ese hombre está muerto.

—Y ¿cómo te sientes con tu nueva pareja, el hombre del que nunca te pudiste olvidar y al que aún sigues amando y te sigue amando a ti a pesar de todo?

—Con él me siento bien—le digo sonriendo—me siento plena. Yo lo amo con todo mi corazón y no lo quiero perder. De hecho, fue por miedo a perderlo que lo abandoné—las lágrimas empiezan a correr por mi rostro, pero no dejo de sonreír—A pesar de lo mucho que lo lastimé con mis malas decisiones, él siempre estuvo ahí para mí, nunca me abandonó y logró sacarme del hueco en donde estaba hundida y ahogándome. Él y mi hija son mi fuerza.

—Eso es porque te ama de verdad y tú a él, te brillan los ojitos cuando lo mencionas y esa sonrisa es de amor, querida—me dice sonriendo—si ellos son tu fuerza, pues aférrate a ese amor tan grande que les tienes y sal adelante por ellos y por ti—me dice tomando mis manos.

—Muchas gracias, doctora—le digo regalándole una sonrisa.

—De nada, ¿agendamos la siguiente cita? Necesito ir viendo tu progreso para darte de alta psicológica porque a pesar de que has mejorado mucho y el amor de tus seres queridos ha sido un factor clave en eso, todavía debemos trabajar en la autoconfianza, la seguridad, y la autoestima, para asegurarnos de que esto no te vuelva a pasar a ti, ni le pase a tu hija en un futuro.

—Si es por mi hija, pues entonces sí.

—Y por TI, Vicenta.

—¡Bueno pues!—suelto una pequeña carcajada—por mí también.

Le doy la mano a la doctora y agendamos la cita para la próxima semana.

Amor Prohibido [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now