33 "Visita inesperada"

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Vicenta:
Veo que se trata de una pluma, pero es muy raro que esté en la cómoda ya que Daniel es demasiado ordenado. No suele dejar objetos de oficina fuera de la oficina y la pluma que siempre tiene a la mano, es la que está en la mesita de noche. Miro a su mesita de noche y veo la pluma de siempre ahí. Noto que esta pluma es un poco más gruesa de lo normal y me da bastante mala espina, así que la dejo en donde está para preguntarle a Daniel cuando regrese. No lo voy a llamar por esto que puede ser paranoia mía. Me meto al baño y me doy un largo baño, recordando cada beso, cada caricia, cada roce que me dio Daniel a noche y sonrío mientras muerdo mi labio inferior. No recordaba la última vez que me había sentido así de feliz, y no dejaré que nadie me quite esta alegría. Salgo del baño y me pongo un vestido blanco de mangas anchas con un cinturón tejido color naranja. Voy hasta el cuarto de Caro y veo que aún duerme. Son sólo las 7:00 de la mañana, debe despertar más o menos en una hora. Bajo las escaleras y llego hasta la sala para limpiar un poco los adornos cuando siento una mano haciendo presión en mi boca y un cuerpo masculino haciendo presión contra mi espalda. La opresión en mi boca es tan fuerte, que intento gritar, pero no puedo.

—No grites—me dice y el pánico me invade al reconocer esa voz.

Es Anthony. ¿Cómo entró? ¿Cómo se las arregló? No sentí ninguna ventana romperse, y la puerta no se ve forzada. De repente, su otro brazo empieza a apretar mi cuello y siento que cada vez puedo respirar menos. Intento gritar, forzajear, pero no puedo. En un intento desesperado por liberarme, piso con todas mis fuerzas su pie, pero él trae puestas unas enormes botas de cuero y yo sólo traigo unas chanclas. Me siento cada vez más débil y mi vista se nubla, entonces empiezo a cuestionarme: ¿nadé tanto para morir en la orilla? ¿De verdad voy a morirme así? ¿Por qué siempre mi felicidad viene acompañada de una desgracia? Si me muero ahora ¿qué pasará con mi hija? ¿Este tipo le hará daño? ¡NO PUEDO PERMITIRLO! Pero estoy muy débil, y finalmente, todo se vuelve negro para mí.

Daniel:
Llego al trabajo y empiezo a sentir algo raro en el pecho, como un mal presentimiento, algo que me quema y me grita que debería volver. Me dispongo a llamar a Vicenta para corroborar que todo está bien, cuando me jefe me llama.

—Philips, tenemos una reunión de emergencia, te necesito AHORA en la sala de reuniones—me dice mi jefe serio.

—Enseguida voy, señor, solo necesito hacer una llamada, no tomará más de un minuto—le digo nervioso.

—¡NO! Ninguna llamada. Necesito el estado financiero de la compañía ¡YA!—me dice mirándome enojado.

—Está bien, señor—le digo cabizbajo.

No me gusta ser sumiso, pero si no lo hago, pierdo mi trabajo y entonces ¿con qué mantengo a mi familia? Vicenta y Carolina, mis mujeres, por ellas aguanto lo que sea. Aunque el dolor en mi pecho no se va, es como si sintiera que una de ellas o las dos están en peligro. Supongo que es la paranoia de que Adams esté suelto, pero no creo que se atreva a ir hasta la casa. De todos modos, le mando un mensaje a Vicenta.

Yo: Babe, ¿todo va bien? Si tienes miedo o algo, LLÁMAME, que yo te voy a atender ¿sí? Eres lo más importante para mí ahora. Contéstame este mensaje a penas lo veas y si pasa algo, no dudes en llamar a la policía.

Lo envío y me voy a la reunión. Mi trabajo es solo entregar y explicar los números, lo cual, me tomará una media hora máximo y a penas salga, diré que me siento mal o algo, peor necesito irme a casa. A cada minuto qué pasa, se agudiza el mal sabor de boca y la sensación de que algo muy malo va a pasar o está pasando.

Vicenta:
Despierto amarrada a una silla el comedor. Forzajeo para desatarme, pero la soga es demasiado fuerte. Entonces lo veo salir del baño: Anthony.

—No se te ocurra gritar, o te mato—me dice dejando un cuchillo en la mesa, fuera de mi alcance.

—¿Qué chingados quieres de mí?—le pregunto con rabia.

—Quiero que seas mía o que pagues con tu vida por romperme el corazón—me dice con rabia.

—Yo jamás voy a ser tuya, ¡entiéndelo!

—Lo fuiste una vez, te entregaste e hicimos el amor.

—Eso fue solo una vez—le digo bajando la cabeza y sintiendo vergüenza.

Ese recuerdo me atormentará y me avergonzará siempre.

—Sin embargo, fingiste de todo para no volver a estar conmigo. Hasta un cáncer fingiste, y encima te fuiste a revolcar con Philips en su oficina—me dice sospechosamente calmado y temo que explote en cualquier momento.

—¿De donde sacaste eso?—le digo nerviosa, disimulando para no enojarlo más en lo que llega alguien, ¡QUIEN SEA! A ayudarme, a salvarme de este monstruo.

—No mientas, te escuché diciéndoselo a Philips.

—Eso no puede ser, porque a ti te sacaron del hospital.

—Sí, me sacaron, pero dejé un micrófono escondido detrás de una lámpara, y lo escuché todo. Escuché como se burlaron de mí y escuché también como hacían planes de happy ever after, planes que deberías tener conmigo—me dice molesto.

—Lo que hiciste está mal—le digo asustada mirando a un costado.

—¿Y qué me dices de lo que hiciste tú?

Veo que saca su teléfono y me enseña un video en el que salimos Daniel y yo teniendo intimidad. De hecho, es un video de a noche, grabado desde el ángulo en donde encontré la pluma sospechosa.

—¿Disfrutaste tener relaciones sexuales con Philips?—me pregunta con un gesto en su rostro que me asusta ya que sonríe de manera psicopata, como si estuviera planeando hacer alguna maldad conmigo.

—¡La pluma en la cómoda fue cosa tuya!—le digo molesta—pero ¿cómo?

—Cuando estabas en el hospital, esta casa estaba vacía, así que entré y dejé la pluma con la cámara.

—Pero ¿cómo entraste?—pregunto desconcertada.

—Con esto—me dice enseñándome una llave maestra y entonces entiendo todo.

Todo se arma como un enorme rompecabezas en mi mente y el terror se apodera de mi mente. Ahora mismo, no puedo pensar con claridad, solo puedo pensar en mi hija, en protegerla de este maniático, así que decido tratar de engañarlo.

—Anthony... tienes razón—le miento nerviosa—mi hija y Daniel van a estar a salvo lejos de mí y... y tú eres el único que conoce bien mis demonios y sabe cómo defenderse de ellos... eres el único al que no le haré daño—siento las lágrimas escapar de mis ojos—Desátame y me voy contigo, los dos solos, bien lejos: sin mi hija, sin Daniel—le digo con la voz quebrada—seré tuya, ¿no es lo que quieres?

Amor Prohibido [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now