— Te escucho.

— Tuve una pelea con Mycroft. —su voz se fue apagando a medida que hablaba—.  Él... Él lo sabe.

Walter abrió los ojos de par a par. Sabía perfectamente de lo que hablaba.

— Fue el lunes pasado, ¿verdad?

— Sí... ¿Cómo lo sabes?

— Esa noche apenas tocaste tu cena. —le recordó—. Y siempre tienes hambre. Eres como un pequeño barril sin fondo.

La chica se encogió de hombros, dándole la razón.

— Me conoces bien. —hizo una pausa. La pequeña sonrisa que tiraba de sus labios se esfumó—. Las cosas no salieron muy bien... Entre Mycroft y yo, quiero decir.

— ¿Qué fue lo que ocurrió? —se inclinó hacia adelante, esta vez sin ánimo de bromas.

Anabeth suspiró, derrotada. Le contó la discusión que mantuvieron, sin omitir ningún detalle. Incluso mencionó ese último comentario hiriente que puso fin a la pelea. Walter permaneció en silencio en todo momento, dejando que ella se desahogara.

Cuando finalmente terminó, el hombre analizó la situación. Su primera frase la tomó por sorpresa.

— Si él se molestó contigo por ocultar lo de tu memoria, ¿por qué no le dijiste la verdad?

— Sí, lo hice. 

— Annie, ambos sabemos a lo que me refiero.

La chica contuvo el aliento por unos instantes. Desvió la mirada hacía un punto al azar de la sala. Hacía mucho tiempo que no tocaban el tema.

— ¿Lo de mamá? —habló en un susurro—. Por supuesto que no le dije nada. Es un tema de familia.

— Lo sé, Annie.

Walter acarició la mano de su hija con ternura. Sabía que la muerte de Evelyn, su difunta esposa, había sido un golpe duro para ambos. Han pasado años desde que atravesaron esa oscura etapa de sus vidas, pero incluso hoy en la actualidad a Anabeth se le hacía difícil abordar el asunto.

El hombre la observó, preocupado. Su hija siempre había sido una chica fuerte. No recordaba la última vez que la había visto llorar. Pero las actitudes que ella tenía, de ocultar su dolor, no eran saludables. Hablaron del tema en reiteradas ocasiones, pero Walter sabía que no servía de nada si ella se abría solamente con él.

Era como una herida abierta que nunca terminaba de cicatrizar. Anabeth solo cambiaba los vendajes a diario y seguía con su vida, procurando que nadie descubriera lo que ocultaba bajo su ropa.

Walter reflexionó sobre esta metáfora. Se imaginó a Mycroft descubriendo el vendaje por mera casualidad. Por supuesto que el chico tendría dudas. Le preguntaría qué le había ocurrido y ella tan solo le diría una verdad a medias. Jamás revelaría la profunda herida que se escondía debajo.

Comprendió que Anabeth, por más alegre y enérgica que se comportara día a día, aún no había logrado vencer a sus demonios internos.

Luego de una larga pausa, finalmente dijo:

— Solo ten en cuenta esto. Mycroft obtuvo una verdad a medias. No esperes que realmente entienda tu postura si no eres completamente honesta con él.

"Bueno... tiene un punto." Aceptó.

— ¿Quieres mi consejo? Habla con él nuevamente y dile la verdad. Toda la verdad. Solo así podrá ver el panorama completo.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now