Capítulo 20

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Narra Pilar

—La has liado bien, eh. —dijo Isabella nada más verme en el sofá.

No la contesté. Yo no fui la primera en soltar por la boca todo lo malo que se me cruzaba por la mente.

—Sabes, a mí me gusta que te preocupes por él. —volvió a dirigirse a mí y giré la cabeza con el ceño fruncido.

— ¿Enserio? —pregunté. —Porque yo creo que solo estoy perdiendo el tiempo y que parezco una tonta.

Negó con una sonrisa.

—Tienes algo que haces que él quiera ser mejor persona. Él mismo me lo ha dicho y además, eres la primera persona en mucho tiempo que cree que puede cambiar. —me aclaró. —No sé, me parece muy bonito.

—Parece como si creyeras que estoy enamorado de él o algo. —dije rodando los ojos por cómo lo había explicado.

— ¿Y no es así? —preguntó con una sonrisa. La miré fijamente.

—Oh dios mío. ¡Te gusta Purre! — medió gritó y se tiró a mi lado.

— ¿Pero qué dices? Si ni siquiera te contesté, no me gusta. —respondí y me miró con una sonrisa pícara. —Que no me gusta.

—Vale, vale. Haré que te creo. Aunque es una pena por qué él dijo algunas cosas de ti y... —habló y casi me da algo.

— ¿Qué dijo de mí? —formulé rápido y ella se comenzó a reír. —Isa, ¡¿qué dijo de mí?!

—Nada, pero me encanta que te pongas así por él. —respondió. —Te gusta y lo sabes.

— ¡QUE NO ME GUSTA! —grité frustrada y me tapé la cara con el cojín. —Ser cotilla y buena amiga no es lo mismo que gustar.

—Pero es que tú no eres una amiga, eres más que eso...

Justo en ese momento llamaron al timbre e Isa fue a abrir la puerta.

Anda Purre, que sorpresa. Justo estábamos hablando de ti. —dijo y rápidamente me levanté del sofá y me subí a mi habitación sin mirar al sudodicho.

La risa de mi compañera de piso se escuchó mientras subía las escaleras.

Los odio. Los odio a los dos. Sobre todo a él.

¡A mi Purre no me gusta! Encima, me acababa de dejar bien claro que le dejara en paz. ¿Y cómo me iba a gustar alguien como él? Es arrogante, antipático, presumido, egoísta...

Unos golpecitos en la puerta dejaron de lado mi lista mental y me tiré sobre la cama.

—Ay no. —murmuré.

—Pilar...

—Vete. —contesté rápido. Claramente, no se marchó.

—Caramelito, por favor.

"Caramelito" escuchar aquel mote con el que empezó esta historia me provocó un escalofrió.

— ¿Qué quieres? —pregunté levantando la cabeza de la almohada. Delante de mí había una imagen muy diferente de él.

Estaba vestido completamente de negro. Llevaba una camiseta con dos ojos de gato, que si los mirabas fijamente, parecía que te seguían con la mirada. Unos vaqueros ajustados, unas botas y una chupa de cuero. Su pelo estaba despeinado y sus manos iban tapadas por unos guantes que solo dejaban ver la punta de sus dedos.

Aquella imagen no me daba miedo, pero verle vestido de esa forma y al tener aún esas marcas en la cara por la pelea, sí que intimidaba un poco.

—Venía para saber si estabas bien. —contestó y yo enarqué una ceja.

Estupendamente. Como hace unas horas no me has mandado a la mismísima mierda... —respondí con ironía en la voz.

Él no dijo nada, simplemente nos quedamos en silencio.

—No vayas. —le pedí.

—Caramelito, no empecemos. —respondió y se acercó al borde de mi cama. —Mañana, cuando te despiertes, me verás ahí durmiendo como siempre. —señaló las ventanas y yo negué.

—No vayas.

—Eres insoportable. —dijo con cariño y pensé de nuevo en lo bipolar que era aquel hombre.

Se acercó a mí y me dio un beso en la frente. Después, salió de mi habitación dejándome sola.

Escuché como el rugido del motor de su auto se alejaba por la calle. Isabella también se había marchado con ellos, por lo que sabía que me había quedado sola. Estaba sola.

Nunca me había dado miedo quedarme sola en casa, pero por las circunstancias en las que estábamos, sí que me aterraba.

A las 23:00, una llamada me entró al celular mientras me veía un episodio de Friends.

— ¿Sí? —dije al ver que era un número desconocido.

—Hola Pilar, soy Roxane. Estoy en la puerta de tu casa. Te doy dos opciones: quedarte en casa o te acerco al CIL. Tienes 10 min para decidirte. —habló desde el otro lado y colgó la llamada.

Tardé en reaccionar y en entender lo que sus palabras decían.

Me asomé para ver si era cierto y sin pensármelo dos veces, aun sabiendo que aquello iba a tener reprimendas, tomé mi cartera, mi móvil y salí dispuesta a ir a por el estúpido de mi vecino.

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Narra Purre

El ruido de los motores se mezclaba con el reguetón y las risas. Las chicas, la mayoría borrachas, se cruzaban por el camino sin parar e incluso pitándolas estaban tan idas que no había quien las moviera.

Una de las cosas que más odiaba de aquel lugar era que se hubiera convertido en un sitio idóneo para el tráfico de mujeres. Las pobres chicas venían creyéndose que iban a una fiesta y las drogaban tanto que se desmayaban. Al día siguiente, se despertaban en una habitación oscura y fría, donde apenas les daban de comer y beber. Luego, las vendían al mejor postor en una rifa de mujeres donde cada hombre podía hacer lo que quisiera con ella.

Nunca había accedido a participar en una cosa tan espantosa como esa. Había que estar demente para hacer aquello.

Las mujeres no son juguetes sexuales. No deberían ser esclavizadas o usadas para lo que un hombre o cualquier otra persona quieran hacer. Que en el siglo XXI haya aun personas tan asquerosas que hagan cosas así es denigrante.

Si una mujer venía aquí sin la seguridad de que su grupo no la vendiera, estaba crucificada.

La explanada estaba prácticamente llena, por lo que tuve que irme bastante lejos de los normal para aparcar mi Ferrari. Nada más bajarme, los primeros cotillas se comenzaron a acercar.

—Si veo un solo rasguño cuando regrese, os prometo que os dejo sin dedos. —les amenacé a todos.

Al fin y al cabo, ser uno de los más respetados de allí tenía que tener sus ventajas.

Isabella se acercó a mí, llevándose con ella alguna que otra mirada lujuriosa de algún desgraciado de mierda. La agarré de la parte baja de la espalda y andamos hacía el recinto.

—Tranquilo malote. —me dijo ella dándome un codazo.

"Tranquilo", palabra que no describía para nada mi estado de ánimo en aquellos momentos.

Estaba nervioso, al borde de un maldito colapso porque lo que pasara aquella noche podría significar todo y nada.

—Estaré tranquilo cuando nos marchemos de aquí. —la contesté.

Pasamos por las puertas del recinto y entramos dentro.

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Nota: gracias por los 10K de vistas❤

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Mi vecino me espía [✔]Where stories live. Discover now