Capítulo 3

3.2K 261 26
                                    

Narra Pilar

La concha de su madre. ¡Maldito pendejo!

Subía las escaleras pisando tan fuerte como mis músculos y huesos podían, no podía quitarme de la cabeza los últimos diez minutos que había pasado con el pendejo de mi vecino. ¿Cómo se podía ser tan boludo, engreído y psicópata al mismo tiempo y a niveles tan altos?

— ¡Ey, que al paso que vas nos dejas sin escaleras! —exclamó Isabella asomándose desde arriba.

— ¿Qué le pasa al Purre ese? —contesté enfurecida y ella soltó una carcajada

—Ya veo que te ha dado la bienvenida. Créeme, no es bueno conocerle. Antes éramos amigos. —me respondió colocándose los pendientes. —Ahora, no tanto.

—Casi hace que su perro me mate. —volví a hablar

— ¿Thor? Que va, nunca hace nada si José no se lo manda. —dijo y yo levanté una ceja. —Se llama José. José Giménez, pero le gusta que le llamen Purre.

—Ah. —articulé simplemente. —Pues está loco.

Ella se rio y asintió animadamente.

—Muy loco, vámonos. —habló

Pasé a mi habitación a por mí bolso y vi a Purre en la suya. Estaba sentado en la silla de su escritorio que daba a la ventana. Miraba a algo con el ceño fruncido mientras mordía la tapa de un bolígrafo. Él levantó la mirada y yo la retiré.

Que bien, me había pillado observándole.

Tomé rápido mi bolso y sin volver a dar una mirada a la ventana salí de allí.

— ¿A dónde vamos? —le pregunté a Isabella.

—Te voy a enseñar la ciudad y luego nos vamos a comprar un poco de comida. Ahora, cuéntame un poco más de ti. —contestó ella con una sonrisa.

Y de esta forma pasamos el día, conociéndonos un poco más.

Isabella era una chica fantástica. Pelo castaño ondulado, con ojos verdes, era hija única y su padre había fallecido hace un par de años. Tenía un labrador llamado Rocky que se había quedado en Argentina. Su madre había comenzado a conocer a un hombre que tenía dos hijos más pequeños que ella y estaba convencida que dentro de poco se iban a convertir en sus hermanastros.

—Cuando llegué aquí, se me olvidó bastante el acento Argentino. Le pasó igual a Purre. —decía mientras andábamos por las calles de San Francisco.

Miré los altos edificios con asombro. Era una ciudad preciosa.

— ¿Purre es Argentino? —pregunté.

—De Buenos Aires. Él se mudó un año antes que yo. —contestó.

—Dijiste que erais amigos. ¿Qué os pasó? —pregunté por curiosidad.

Su mirada se oscureció y se quedó mirando a un punto fijo como si estuviera recordando algo. Algo les había pasado.

—Teníamos y aún tenemos un grupo de amigos. Hace 1 año, Purre se alejó de todos nosotros, nos dejó de hablar y se quedó sólo. No sabemos por qué. Unos meses después, se comenzó a juntar con otra gente y creó su grupo actual. —me dijo como si se hubiera memorizado aquellas frases de memoria. —Ahora, no es el mismo chico. Ha cambiado, y no para bien.

Me quedé pensativa y ella al darse cuenta me regaló una sonrisa.

—Sólo, no te juntes mucho con él y menos aún le cojas cariño. Sabe cómo jugar con las chicas. —habló y yo asentí.

Mi vecino me espía [✔]Where stories live. Discover now