Capítulo 2

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Narra Purre

—Mmmm.... —gruñí.

Pum. Pum. Pum. Era lo que estaba haciendo mi cerebro en aquellos momentos. ¿De dónde provenía esa música tan espantosa? Abrí un ojo y solo vi mi oscura habitación.

Cansado, me levanté como pude y me tambaleé hacia la ventana. Subí la persiana y la luz me quemó por completo.

— ¡Joder! —exclamé. Me escondí como los vampiros y dejé que mis ojos se fuesen acostumbrando a la luz. Miré el reloj.

LAS 10 DE LA MAÑANA.

¿Quién coño a las 10 de la mañana se pone con la música a tope un puñetero domingo?

Con la ira recorriendo mis venas me volví a asomar. Como no, la nueva vecina tenía que ser.

Abrí la ventana y me apoyé en ella con los codos. Estaba haciendo ballet.

Si no fuese porque tenía una resaca espantosa de la noche anterior, esos movimientos que hacía me parecerían los más sexys que habría visto en mi vida, pero mi yo cavernícola no estaba para pensar en eso.

Me esperé a que terminara toda la canción y aplaudí con ironía.

—Felicidades, caramelito. Si lo que deseabas era despertar a todo el vecindario, ¡oye lo has conseguido! —exclamé.

Enarcó una ceja y se acercó a su ventana.

La abrió por completo, ya que sólo la tenía ligeramente abierta, lo suficiente para que la música se colara por allí y despertará hasta el último pájaro del planeta.

—Buenos días a ti también. —contestó.

—Mira, entiendo que ayer fui muy capullo, pero deja descansar. —la pedí y ella soltó una carcajada.

—Me lo pide la persona que se tiró ayer hasta la una de la mañana con la música a todo volumen. Y luego, se subió en su Ferrari rojo e hizo rugir el motor hasta que por fin se marchó. —me replicó.

Culpa mía.

—Tampoco fue para tanto. —dije rodando los ojos.

—No me he dormido hasta las 3. —Volvió a hablar y me señaló con el dedo.

— ¡Que vale! Que no vuelvo a hacer eso, joder. —respondí sin paciencia y cerré mi ventana fuertemente.

Salí de mi habitación y bajé las escaleras. Thor, mi perro, movió su cola contento. Le acaricié la cabeza y me metí en la cocina.

El timbre sonó mientras echaba la leche en el cuenco y rápidamente me puse una camiseta.

— ¡Venga ya! —exclamé y fui a cerrar la puerta de nuevo.

—Espera, sólo vengo a disculparme. —dijo aquella chica con olor a caramelo.

—Disculpas aceptadas, adiós. —contesté.

— ¿Siempre eres tan borde? —volvió a hablar y metió un pie en la puerta.

—Caramelito, tengo resaca. Purre con resaca es Purre borde. —dije y ella me miró con un brillo en los ojos que me dio miedo. Mucho miedo.

Era ese típico brillo de que me quería conocer, y aquella chica no me podía conocer.

Pasó por mi lado e entró a mi casa. En mi casa. Bueno, yo había hecho lo mismo la noche anterior.

—Che, no. —le dije sacando mi antigua voz Argentina.

La agarré con delicadeza de la muñeca y la dirigí hacia la puerta, pero se escapó con facilidad.

Mi vecino me espía [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora