La chica asintió, comprendiendo sus palabras. De repente se escuchó el sonido de la campana, indicando el final del receso. Los jóvenes dieron por finalizada la conversación y regresaron a sus respectivas clases.

***

Una semana después...

Anabeth no había podido olvidar las palabras de su amigo. Cuanto más pensaba en ellas, menos sentido les encontraba. Quizá no era que careciera de talento musical, sino que aún no había encontrado un instrumento que fuera de su agrado. Realmente se extrañaría si, conociendo a Mycroft por el genio que era, no tuviera algún talento dentro de la música.

Ese viernes, el pelirrojo pasaría la tarde en casa de los Smith. No había ningún motivo en especial. Su madre estaba la mansión por lo que no debería cuidar a Sherlock. Podría permitirse un descanso, lejos de los constantes acordes de violín de su hermano. El hogar de la castaña era el escondite perfecto.

Anabeth vio la oportunidad y no dudó en aprovecharla. Deseaba sacarse esa duda de la cabeza de una vez por todas.

***

4:35 PM.

Anabeth terminó de hacer sus deberes. Se encontraba en la mesa de la cocina mientras que su amigo yacía tendido en el sofá de la sala, leyendo una novela que había tomado prestada de su biblioteca. 

— Quiero hacer un experimento. —anunció, cerrando su carpeta de un golpe seco.

— Suerte con ello. —habló con indiferencia sin despegar la mirada de su lectura.

— Y necesito de tu ayuda. —añadió, esperando de esa forma hacer a un lado la negatividad de su amigo.

— ¿A qué viene eso? 

— Acompáñame.

La chica se puso de pie y comenzó a alejarse. No serviría de nada explicar sus planes, porque lo más probable es que solo obtuviera un "no" como respuesta. Con el tiempo había aprendido que la única forma de mover a los Holmes era estimular su sentido de la curiosidad.

Y esta vez no fue la excepción.

Mycroft bufó con fastidio y se puso de pie, siguiéndola hasta el garaje. El lugar estaba a oscuras. Anabeth tanteó la pared buscando el interruptor. Una vez que lo encontró, se hizo la luz.

Como el auto de los Smith no estaba, el lugar se veía mucho más amplio. En uno de los costados había un panel con herramientas mientras que del otro lado había pilas de cajas, las cuales parecían haberse acumulado con el correr de los años. En la pared del fondo yacían acomodados perfectamente sobre sus soportes un bajo, una batería y una guitarra. A diferencia del resto de los objetos del lugar, estos tres últimos se encontraban en perfectas condiciones.

Mycroft bufó con fastidio al comprender sus intenciones.

— Creí haber sido suficientemente claro al respecto.

— Lo sé. —entró al lugar haciendo caso omiso a las palabras del chico.

— Entonces, perdóneme la trivialidad de la pregunta. ¿Por qué me trajiste aquí?

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora