CAPÍTULO 26

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~En la sala ~

—Será mejor que te vayas, Sebastián.  

—Pero si la fiesta acaba de empezar, amigo mío. 

—Te ha rechazado otra vez, piensas ¿qué va dejar que le pongas un dedo encima? Aunque parezca tonto no lo es. 

—Amigo, amigo mío, sabía que no ibas a dejar a Krist, ahora te llegó ¿el instinto  paternal? No me hagas reír. 

—Sabes que no es así. Así que vete. —Sentenció algo furioso. 

—Todavía te recuerda a ella ¿cierto? 

—Te estoy diciendo que te vayas, Sebastián —con voz firme reto a su amigo. 

—¿Por qué? Solo digo la verdad, pero recuerda que tenemos un trato. Amigo. —  Murmuró sus últimas palabras saliendo de la casa con una gran sonrisa, había logrado remover los sentimientos de su amigo, ahora solo tenía que esperar. 

Mientras que la ira y la rabia eran uno con el señor Perawat, todos sus sentimientos estaban a flor de piel, en especial, al recordar a esa persona que lo lastimó en el pasado. 

Y sabía de quién era la culpa, de que su pasado no lo deje en paz. 

Subiendo escalón por escalón hacia a la habitación de un inocente, no dudo en abrir la puerta asegurada con sus llaves, esa era la ventaja de que sea su casa, al ver la imagen frente a él solo logró que su sangre se caliente aún más

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Subiendo escalón por escalón hacia a la habitación de un inocente, no dudo en abrir la puerta asegurada con sus llaves, esa era la ventaja de que sea su casa, al ver la imagen frente a él solo logró que su sangre se caliente aún más. 

—Sabía que me ocultabas algo. —Se podía observar su mirada llena de ira y maldad. 

—P-papá —murmuró Krist sin poder creer que aquella persona estuviera ahí, en su habitación. En un rápido movimiento su padre le quitó su precioso tesoro — No… 

—Así que, ya te estaban cotejando —su mirada era más oscura  —Y ¿cuándo pensabas decirme? 

—Papá… 

—¿Cuándo? —preguntó y con fuerza impactó el diario en las mejillas del joven—¡¿Cuándo? Pregunté Krist! — con el libro lastimaba una y otra vez la blanquecina piel de su hijo. El menor no podía responder, sus labios sangraban y le dolía mucho su rostro. Ahora sus níveas mejillas estaban bañadas de un rojo carmesí. 

—Sabía que eras fácil, pero no creí que tanto para revolcarte y abrir las piernas como una put..., solo por una estúpida flor —su padre dañaba su diario, hoja tras hoja, su hermosa historia de amor era destruida. 

—No lo dañes —con toda su fuerza le quitó su preciado tesoro de las crueles garras —Es mío. 

—Así que por fin te revelas sucio, gamma. 

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