El Espejo Perdido

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Los pies de Bella tocaron la carretera. Vio la ansiosamente familiar calle principal de Hogsmeade, las fachadas oscuras de las tiendas, la línea de neblina en las montañas negras tras la aldea, la curva adelante en el camino que conducía directamente a Hogwarts, y luz que salía de las ventanas de Las Tres Escobas, y con una sacudida de la cabeza, recordó con exactitud desgarradora, como había aterrizado aquí hacia casi un año, sosteniendo a un Dumbledore desesperadamente débil junto a Harry; todo esto en un segundo... y entonces mientras relajaba su apretón sobre los brazos de Ron y la mano de Harry, sucedió.

El aire fue rasgado por un grito que sonó igual que el de Voldemort al descubrir que la copa había sido robada. Resonó en cada uno de los nervios del cuerpo de Bella, y supo que había sido causado por su aparición.

Mientras miraba hacia los otros bajo de la Capa, la puerta de Las Tres Escobas se abrió de golpe y una docena de mortífagos encapuchados y enmascarados salieron a la calle, con las varitas en alto.

Bella agarró la mano de Harry y la muñeca de Ron cuando éstos alzaron sus varitas. Había demasiados para correr. Incluso intentarlo revelaría su posición. Uno de los mortífagos alzó su varita, y el grito se detuvo, haciendo eco a través de las montañas distantes.

—¡Accio Capa! —rugió uno de los mortífagos.

Bella aferró los pliegues, pero la Capa no hizo ningún intento por escapar. El hechizo convocador no había funcionado.

—¿No están bajo su envoltorio, entonces, Price, Potter? —grito el mortifago que había intentado el encantamiento, y después hacia sus compañeros—, dispérsense ahora. Están aquí.

Seis de los mortífagos corrieron hacia ellos, Bella, Harry, Ron y Hermione retrocedieron tan rápido como fue posible hacia la calle lateral más cercana y los mortífagos no los encontraron por milímetros. Esperaron en la oscuridad, oyendo los pasos corriendo arriba y abajo, haces de luz de las varitas de los mortífagos que buscaban volaban a lo largo de la calle.

—¡Vamos sin más! —susurró Hermione—. ¡Desaparezcamos ahora!

—¡Excelente idea! —dijo Ron, pero antes de que Harry pudiera responder, un mortifago gritó:

—¡Sabemos que están aquí, Potter, Price, y no hay salida posible! ¡Los encontraremos!

—Estaban preparados para nosotros —susurró Harry

—Montaron ese hechizo para que les avisara cuando viniéramos —explicó Bella—. Supongo que han hecho algo para mantenernos aquí, atraparnos...

—¿Y qué hay de los dementores? —habló otro Mortifago—. ¡Denles rienda suelta, ellos los encontrarán rápidamente!

—El señor Tenebroso no quiere a Potter ni a Price muertos por ninguna mano que no sea la suya...

—¡... los dementores no les matarán! El señor Tenebroso quiere la vida de los chicos, no sus almas. ¡Serán más fácil de matar si han sido Besados antes!

Se produjeron muestras de conformidad. El pavor inundó a Bella, para repeler a los dementores tendrían que hacer Patronus que les descubrirían inmediatamente.

—¡Vamos a tener que intentar desaparecer, chicos! —susurró Hermione.

Mientras lo decía, sintió ese frío antinatural extendiéndose por la calle. La luz fue succionada del ambiente, hasta las estrellas se desvanecieron. En medio de la oscuridad, sintió a Harry apresar su mano con fuerza y juntos, se dieron la vuelta en el lugar.

El aire por el que necesitaban moverse, parecía haberse vuelto sólido. No podían desaparecerse, los mortífagos habían realizado bien sus encantamientos. El frío penetrando más y más profundamente en la carne de Bella. Harry, Ron, Hermione y ellos retrocedieron hacia atrás por la calle lateral, andando a tientas a lo largo de la pared, intentando no hacer ruido. Entonces, a la vuelta de la esquina, deslizándose silenciosamente, llegaron los dementores, diez o más de ellos, visibles porque eran de una oscuridad más densa que sus alrededores, cubiertos con sus negras capas y con sus manos en descomposición y con pústulas. ¿Podían detectar miedo en las cercanías? Bella estaba segura de ello. Parecían estar acercándose más rápido ahora, con esas pesadas y ruidosas respiraciones que detestaba, probando la desesperación en el aire, acercándose...

Bella Price y Las Reliquias de la Muerte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora