La Cierva Plateada

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Estaba nevando para cuando Bella se hizo cargo de la vigilancia a medianoche. Los sueños de Harry habían sido confusos y perturbadores. Nagini entraba y salía de ellos, primero a través de un anillo gigante agrietado, después a través de una corona de Navidad de rosas. Despertó repetidamente, en pleno ataque de pánico, convencido de que alguien le había llamado en la distancia, imaginando que el viento que azotaba la tienda eran ruido de pasos y voces.

Finalmente se levantó en la oscuridad y se unió a Bella, que estaba acurrucada en la entrada de la tienda leyendo Historia de la Magia a la luz de su varita. La nieve estaba cayendo copiosamente, y ella agradeció con alivio su sugerencia de recoger temprano por la mañana y ponerse en movimiento.

—Iremos a algún sitio más protegido —estuvo de acuerdo, estremeciéndose mientras se ponía un jersey sobre su pijama—. Sigo pensando que puede que haya oído a gente moverse fuera. Incluso creí ver a alguien una o dos veces.

Harry se detuvo el mismo a ponerse un suéter y miró al silencioso e inmóvil Chivatoscopio sobre la mesa.

—Quizá lo imaginé —dijo Bella, que parecía incómoda—. La nieve en la oscuridad, juega malas pasadas a los ojos... Pero quizás deberíamos Desaparecer bajo la Capa de Invisibilidad, solo por si acaso.

Media hora después, con la tienda recogida, Harry llevando el Horrocrux, y Bella aferrando el bolso de cuentas de Hermione, se Desaparecieron. La usual estrechez los engulló. Los pies de Bella estaban parcialmente hundidos en el suelo nevado, y momentos después golpeó con fuerza en lo que le pareció tierra congelada cubierta de hojas.

—¿Dónde estamos? —preguntó Harry, escudriñando alrededor hacia una nueva masa de árboles mientras Bella abría el bolso de cuentas y empezaba a sacar los palos de la tienda.

—El Bosque de Dean —dijo—. Hermione me contó una vez que acampó aquí una vez con su mamá y su papá.

Había nieve posada en los árboles de alrededor y hacía un frío amargo, pero al menos estaban protegidos del viento. Pasaron la mayor parte del día dentro de la tienda, acurrucados en busca de calor alrededor de las útiles llamas de un brillante azul que Bella era tan hábil en producir, y que podían ser recogidas y llevadas por ahí en una jarra. Harry se sentía como si se estuviera recuperando de una breve, pero grave enfermedad, una impresión reforzada por la solicitud con la que Bella le trataba. Por los besos, mimos, caricias, sonrisas y abrazos que compartían tan cálidamente. Esa tarde nuevos copos de nieve cayeron sobre ellos, haciendo que incluso su claro protegido se cubriera de una nueva capa de nieve en polvo.

Después de dos noches de poco sueño, los sentidos de Bella parecían más alerta de lo normal. Su escapada del Valle de Godric había sido por tan poco que Voldemort parecía de algún modo más cercano que antes, más amenazador. Cuando la oscuridad cayó otra vez Bella rehusó el ofrecimiento de Harry de quedarse vigilando y le dijo que se fuera a la cama, como ya habían acordado.

Bella llevó un viejo cojín a la entrada de la tienda y se sentó, llevaba puestos todos los jerseys que poseía e incluso así todavía temblaba. La oscuridad se acentuó con el paso de las horas hasta que resultó virtualmente impenetrable. Estaba a punto se sacar el Mapa del Merodeador, para observar el punto de los chicos de Gryffindor un rato, cuando recordó que estaban en medio de las vacaciones de navidad y que, quizá, debían estar de vuelta en sus casas.

Cada diminuto movimiento parecía magnificado por la inmensidad del bosque. Bella sabía que debía de haber criaturas vivas, pero deseaba que todas permanecieran inmóviles y en silencio para poder separar sus inocentes roces y murmullos de los ruidos que podrían proclamar otros movimientos siniestros. Recordaba el sonido del serpenteo de una capa sobre las hojas muertas que había oído hacía años, y una vez creyó haberlo oído de nuevo antes de sacudirse mentalmente a sí misma. Los encantamientos protectores habían funcionado durante semanas, ¿por qué iban a fallar ahora? Y aun así no podía sacudirse la sensación de que algo era diferente esta noche. Harry también lo sabía, ya que solo daba vueltas y vueltas en la cama, mirando en dirección a la entrada de la tienda.

Bella Price y Las Reliquias de la Muerte ©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz