Otra Vez en el Bosque

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La verdad, al fin. Tumbados abrazados, sentados sobre la polvorienta alfombra del despacho donde una vez creyeron estar aprendiendo los secretos de la victoria.

—Harry ¿por qué? —preguntó Bella, con la mirada ida—. No... vamos a sobrevivir... ninguno de los dos. —Ella misma se sorprendió de sus propias palabras, como si decirlas en voz alta tuviesen más significado.

—Bella...

Él no sabía muy bien qué decir, a ciencia cierta. No sabía ni siquiera cómo sentirse, solo rodeaba a su novia con los brazos, acariciándole los costados mecánicamente.

—Nuestra misión era... entregarnos con serenidad a los acogedores brazos de la muerte —ironizó Bella en tono teatral—. ¿Por qué diablos nunca nos dijo nada? ¿NO QUÉ MIERDA NOS HIZO ESTO? —gritó

—Bella, cálmate —dijo Harry, tragando saliva.

—¿No entiendes, Harry? —la voz de la rubia se quebró—. Nos usó..., nos usó sin... decir siquiera que...

Harry la abrazó más fuerte mientras que ella comenzó a llorar a mares sobre su pecho. Ambos se sentían tan a la deriva, tan lejos de nada y tan desgraciados.

—Nos usó... Ha-rry —chilló la muchacha, apretándola los puño sobre la playera del chico—. Nos usó... usó al pro-profes-or-or Snape... nunca lo logra-ría-mos y no nos lo dijo... ¡No lo dijo!

Claro que la misión siempre fue esa, pero antes de llegar a ese punto tenían que destruir los últimos vínculos de Voldemort con la vida, de modo que cuando salieran al encuentro del Señor Tenebroso sin alzar las varitas para defenderse, hubiera un final limpio y se diera por concluido el trabajo que no se había terminado en el Valle de Godric: ninguno de los dos viviría, ninguno de los dos sobreviviría.

El corazón les latía con violencia. Pensaron que precisamente el miedo a la muerte los hacía bombear con mayor vigor para mantenerlos con vida, pero se pararían, y pronto.

Sus latidos estaban contados... los de ambos... ¿Cuántos emplearía para levantarse, salir del castillo por última vez y cruzar los jardines en dirección al Bosque Prohibido?

Sentados en el suelo aún, con ese fúnebre tambor golpeando en su interior, sintieron que los invadía el pánico.

—¿Do-Dolerá? —preguntó la rubia, mirándolo directamente a los ojos por primera vez desde que había salido de los pensamientos de Snape.

Harry, sin poder evitarlo, pensó en la noche en que ambos hicieron el amor. Esa pregunta había sido la mismo que su ángel le había hecho justo antes de adentrarse en ella. Aquella vez tuvo una respuesta clara, porque ya había habido alguien a quien se lo preguntó, pero... en la ocasión en que estaban en ese momento era tan distinta a la del presente.

Fue la mejor noche para ambos, la noche en donde se declararon su amor, donde lo consumaron, donde se besaron apasionadamente, donde por fin sucedió lo que ambos tanto anhelaban.

—No lo sé, amor —contestó Harry, besándole la mejilla—. Más de una vez había creído que llegaba nuestra hora, aunque en el último momento nos habíamos salvado; pero nunca me había detenido a pensar de verdad en el hecho en sí, porque mis ganas de vivir siempre habían superado mi miedo a la muerte.

—¿Por qué justo ahora que estamos juntos, Harry? —preguntó Bella, sorbiendo su nariz—. ¿Por qué justo ahora que... por fin tú y yo...?

Harry volvió a darle otro meso en la mejilla, antes de decir: —Sin embargo, en este momento ni siquiera me planteo escapar, que escapemos juntos, o que burlemos a Voldemort.

Bella Price y Las Reliquias de la Muerte ©Where stories live. Discover now