King's Cross

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Se hallaba tumbada boca abajo, completamente sola, escuchando el silencio.

Nadie la vigilaba. No había nadie más. Ni siquiera estaba del todo segura de estar allí.

Al cabo de mucho rato, o tal vez de muy poco, se le ocurrió que ella debía de existir, ser algo más que un simple pensamiento incorpóreo, porque no cabía duda de que se encontraba tumbada sobre algún tipo de superficie. Era evidente, pues, que conservaba el sentido del tacto y que aquello sobre lo que se apoyaba también existía.

En cuanto llegó a esa conclusión tomó conciencia de su ropa... era solo una bata corta, como esas que alguien utiliza para dormir, pero, sabiéndose sola, no le importó lo corto, aunque sí la intrigó un poco. Se preguntó entonces si, además de tener tacto, podría ver, de modo que abrió los ojos y verificó que, en efecto, también conservaba la vista. Miró la bata y era completamente blanca.

Yacía en medio de una brillante neblina, aunque diferente de cualquiera que hubiera visto hasta entonces: el entorno no quedaba oculto tras nubes de vapor, sino que, al contrario, era como si éstas aún no hubieran formado del todo el entorno. El suelo parecía blanco, ni caliente ni frío; simplemente estaba ahí, algo liso y virgen que le daba soporte.

Se incorporó. Su cuerpo estaba aparentemente ileso. Se tocó la cara y notó que conservaba su suavidad.

Entonces percibió un ruido a través de la amorfa nada que la rodeaba: los débiles golpes de algo que se agitaba, se sacudía y forcejeaba. Era un ruidito lastimero, y sin embargo un poco indecoroso. Tuvo la desagradable sensación de estar oyendo a hurtadillas algo secreto, vergonzoso.

Y por primera vez lamentó no ir mejor vestida.

En cuanto lo pensó, una túnica apareció a su lado. La cogió y se la puso; la tela era cálida y suave, y estaba limpia. Le pareció extraordinario que hubiera aparecido así, de repente, con sólo desearlo...

Si tan solo eso pudiese pasar con...

—¿Bella...?

Bella miró a una velocidad impresionante hacia su espalda, de donde proponía esa voz.

—¿Harry...?

El azabache estaba tumbado en el piso, a unos metros de ella, tal y como ella estaba hacía solo unos momentos: en ropa poco acogedora, tirado en el suelo y con la expresión de no entender nada.

Por fin Bella se levantó y miró alrededor. ¿Acaso se encontraba en una especie de enorme Sala de los Menesteres? Miró de nuevo al Harry que estaba a unos metros y éste se estaba incorporando, al mismo tiempo que se colocaba una túnica que, mágicamente, apareció de la nada.

Bella caminó de prisa hacia él, cosa que también estaba hacia Harry, en su dirección. No dieron ni dos pasos cuando ambos comenzaron a correr. Bella se dio cuenta de que podía sentir, de que todo parecía muy real.

Y más real se volvió cuando chocaron sus cuerpos en un abrazo que muy bien podía significar todo para ambos.

—¿Estás...? ¿Cómo es qué...? —dijo Harry, sin poder contener su sorpresa y su alegría.

—Pero si nosotros... ¿Cómo le hiciste...? —repuso Bella, alejándose un poco para plantarle un beso en los labios—. ¿Y tus gafas?

Harry se tocó el rostro en busca de éstas, pero no las tenía puestas.

—Creo que... desperté sin ellas... —dijo Harry desconcertado.

—¿Qué pasó? Solo recuerdo a Voldemort decir «te cumpliré lo que siempre pediste sin necesidad de palabras: morir antes de Harry Potter...», luego un destello de luz verde, y entonces todo se oscureció.

Bella Price y Las Reliquias de la Muerte ©Where stories live. Discover now