Guerrero Caído

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—¿Te encuentras bien, Harry? —preguntó Bella, con preocupación.

—¿Tú...? ¿Tú estás bien? —preguntó Harry en un mismo tono.

Harry y Bella luchaban por levantarse ellos mismos de los restos de metal y cuero que les rodeaban; sus manos se hundieron en unos centímetros de agua lodosa cuando intentaron sostenerse. No podían entender por qué Voldemort se había marchado y esperaban que surgiera de la oscuridad en cualquier momento. Algo caliente y húmedo goteaba por la barbilla de Bella y desde la frente. Salió gateando del estanque y se tambaleó, ayudó a Harry y juntos fueron hacia la gran masa oscura del suelo que era Hagrid.

—¿Hagrid? Hagrid, háblanos —dijo Harry.

Pero la masa oscura no se movía.

—¿Quién está ahí? ¿Eres Potter? ¿Eres Harry Potter?

Bella no reconoció la voz del hombre. Entonces gritó una mujer:

—¡Se han estrellado, Ted! ¡Estrellado en el jardín!

La cabeza de Bella daba vueltas.

—Hagrid —repitió Bella estúpidamente, y sus rodillas se doblaron.

Lo siguiente que supo fue que estaba tendida sobre su espalda en lo que se sentían como cojines, con una sensación ardiente en las costillas y el brazo derecho. La cicatriz de su hombro todavía estaba latiendo.

—¿Hagrid? ¿Harry?

Abrió los ojos y vio que estaba tendida en un sofá de un salón desconocido e iluminado. Su mochila yacía en el suelo a corta distancia, húmeda y embarrada. Un hombre rubio y barrigón estaba observando ansiosamente a Harry, que estaba sentado en el suelo junto a Bella.

—Estoy aquí, Bella. Hagrid está bien —dijo Harry rápidamente al oírla hablar—, su esposa le está atendiendo ahora. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele alguna otra cosa? Él arregló tus costillas y el brazo.

Bella, como pudo, observó al hombre, que a su vez la miraba tan entusiasmado como lo hacía con Harry.

—Soy Ted, Ted Tonks... el padre de Dora y Nehy.

Bella se sentó demasiado rápidamente, llevándose toda la atención del Harry, que estaba arrodillado delante de ella. Estallaban luces ante sus ojos y se sentía enferma y mareada.

—Voldemort.

—Tranquila, vamos —dijo Ted Tonks, colocando una mano en el hombro de Bella y empujándole de vuelta contra los cojines—. Ha sido un feo golpe el que acabas de tener. Se lo he dicho también a Harry, pero no me hace caso en descansar. ¿Qué ocurrió, por cierto? ¿Algo fue mal con la moto? Sirius Black la comprobó el mismo.

—No —dijo Harry, mientras su cicatriz pulsaba como una herida abierta— mortífagos, montones de ellos... nos perseguían...

—¿Mortífagos? —dijo Ted agudamente—. ¿Qué quieres decir, mortífagos? Creía que no sabían que los trasladaban esta noche, creía...

—Lo sabían —dijo Bella.

Ted Tonks levantó la mirada al techo como si pudiera ver a través de él el cielo de arriba.

—Bueno, ya sabemos que nuestros hechizos protectores aguantan, ¿verdad? No deberían ser capaces de aproximarse en unas cien yardas a la redonda en ninguna dirección.

Ahora Bella entendía por qué Voldemort se había desvanecido; había sido en el punto en que la motocicleta había cruzado la barrera de encantamientos de la Orden. Solo esperaba que estos continuaran funcionando. Imaginó a Voldemort cien yardas por encima de ellos mientras hablaban, buscando una forma de penetrar lo que Bella visualizaba como una gran burbuja transparente.

Bella Price y Las Reliquias de la Muerte ©Where stories live. Discover now