Capítulo 19

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***

Entramos a una discoteca, con luces eléctricas titilantes, donde, con ondulaciones extrañas, se leía “Oasis”. Observé el logo del local de donde salía y entraba gente como hormigas, pero no logré recordarlo. Suspiré con frustración, maldiciendo por dentro, y me bajé de la motocicleta. ____ hizo lo mismo, y se detuvo junto a mí. Ambos observamos el local, y no estaba muy seguro de que ella estuviera también vacilando entre si entrar o irnos a la mierda y follar.

No es que me la quisiera follar ni nada.

-¿Estás pensando lo mismo que yo? –musitó. Tenía la voz ronca, que se mezclaba con el sonido seco del viento que nos golpeaba la cara a ambos. Sentía las piedras secas de la grava justo debajo de mis zapatos, y no podía dejar de mordisquearme la mejilla, a pesar de que sentía la sangre desbordarse y rodear mi lengua.
-No estoy pensando en absoluto –respondí, mirando el local. Por más que me esforzaba, no podía recordarlo. ¿Significaba que estaba entre los últimos cuatro años que probablemente nunca recordaría jamás?
-Vamos –dijo, tomándome de la mano, y adelantándose por delante de mí. Subimos las precarias escaleras de hierro cuya pintura gris se hallaba roída y descolorida, al tiempo que dos grandulones nos abrían la puerta. Los miré con desdén, y luego nos encontramos dentro de una sala de paredes azul metálico y gente bañada en nubes de perfumes que se mezclaban unos entre otros, convirtiendo el lugar en algo fétido. Había estado en peores sitios en mi vida, de todos modos.

Recorrí la habitación inmensa con los ojos, al tiempo que los parlantes escupían una canción de Amy Winehouse que inmediatamente reconocí, a un volumen muy bajo en comparación a como una discoteca sería.
____ me jaló hacia delante, dirigiéndonos a ambos a la barra. Pidió dos Armañac, y luego apoyó su codo derecho en la mesa de cristal rayada y empañada con el aire acondicionado, y descansó su barbilla sobre su mano, humedeciéndose los labios, como si pensara en algo.

-¿Es esto algo que yo debería recordar o qué? –escupí abruptamente. Ella apartó su codo de la mesa, y se frotó ambas manos sobre el pantalón.
-Sí –asintió, con la mirada perdida en los estantes atestados de licores de la A hasta la Z. Hice un “tsk” con la lengua.
-¿Al menos estás escuchándome, mierda? –casi grité, atrayendo la mirada de un grupo de chicos que se daban vida en una mesa baja cercana. Los fulminé con la mirada, y puse el puño sobre la mesa. ____ continuaba con la mirada perdida en la mesa, y gruñí.
-Odio que me ignoren –escupí violentamente, y ella esbozó una media sonrisa casi invisible, pero allí estaba. La sangre me hirvió. ¿Se estaba riendo de mí?
-Debí saber que volverías a ser como antes –dijo suavemente, contorneando el borde de su vaso de vidrio recién puesto delante de ella con el dedo sonrojado. Bufé.
-Tú no me conoces –espeté muy cerca de ella, pero su expresión continuó siendo impasible. Apreté mi mandíbula, sintiendo que mis huesos se habían convertido en hierro sólido, incapaz de moverse. Seguidamente, con rabia, agarré el vaso tan fuerte que sentí un leve crujido desprenderse de él, y me acabé el líquido amargo de un solo trago. A continuación, me acomodé la chaqueta, y me di la vuelta hacia la salida, atropellando a todo el que se me atravesaba por delante.

Una mano atrapó la mía, y cuando me di la vuelta abruptamente para encarar a esa maldita niña, me encontré con su rostro a tan solo centímetros del mío. Su respiración acompasada chocaba suavemente contra mi rostro. Mis músculos se tensaron, y sentí los dedos agarrotados cuando intenté levantar la mano para apartar su tacto de un golpe. Pero no pude.

Sus ojos verdosos ardían. ¿Cómo es que no podía apartar mi mirada de ellos? ¿Cómo es que no podía tan siquiera quitarle la mirada de encima? Todos decían que ella era mi novia, y que había estado conmigo todo este tiempo. Pero ella realmente debía amarme. Nadie me soportaba… O al menos eso era lo que me decían.

LOST | 2da TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora