Capítulo 11

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Giré mi cabeza mirando la pared color beige manchada con horribles palabras garabateadas con grafiti de color rojo sangre. El “mentirosa” se había desvanecido casi por completo, pero el “asesina” y aún más el “inútil” seguían intactos frente a mí, como una obra maestra y tortuosa del anónimo. ¿Por qué me odiaba tanto?

-Habrá que volver a pintar la pared –dijo Justin, sacudiendo sus manos. Cuando giré la vista hacia él para verlo, no pude evitar comerme con los ojos sus brazos tonificados, y que su camisa estaba ligeramente levantada. Me mordí el labio, retorciendo instintivamente un hilacho de mi vestido. Estaba tan jodido que tendría que tirarlo a la basura.
Suspiró, y volvió a sacudirse las manos, parándose frente a mí.
-Bueno –suspiró -, ¿y ahora qué?
-No sé –susurré, mirándolo a los ojos brillantes. Sonrió, y se humedeció los labios, asintiendo. Si él hubiera sido un niño de once años, seguramente que se hubiera sonrojado. Me vino a la mente la imagen de un pequeño niño de ojos mieles con rubor en sus mejillas mientras mira a la chica que le gusta. Jenna hubiera dicho que se le hubiera parado, pero en fin.
-Dime qué tienes en mente –sugirió. Me mordí el labio más fuerte.
-No puedo decírtelo –respondí, luchando por comprimir una sonrisa, mientras retorcía mi pie sano.
-¿Por qué no? –ladeó la cabeza, riéndose angelicalmente. Me crucé de brazos, arqueando una ceja e intentando sonreír como él cuando estaba a punto de conseguir algo, intentando que descifrara mi expresión. Ante su silencio y su coqueta sonrisa, suspiré y me acomodé en el sofá. Seguidamente, lo jalé de su camisa de vestir blanca entreabierta en su pecho, develando un hermoso tatuaje de una cruz y una piel lisa y ligeramente bronceada. Nuestras narices estaban tocándose, y no resistí el impulso de deslizar mi palma abierta por su pecho, suspirando y rodando los ojos ante la placentera sensación de hormigueo que recorrió mi cuerpo.

-Porque no es apropiado decírtelo en casa de mis padres –susurré.
-Dios, no hagas esto –gruñó, pero yo continué con mi acción, desabotonando dos botones, dejando su abdomen a la luz ante mí. <<Niños, no lo intenten en casa>>. Resopló, soltando una bocanada de aire tibio hacia mi rostro. Mi otra mano se deslizó por su espalda, levantando su camisa y apegándolo a mi pecho. Con un movimiento rápido, quedé acostada en el sofá horizontalmente. Mi pie cuidadosamente descansando de puntas en el suelo marmoleado marrón oscuro. Justin quedando sobre mí. Nuestros rostros a centímetros.
-¿____? –una voz aguda habló, al tiempo que se escuchaban unas babuchas bajar por las escaleras. Justin abrió los ojos como platos y se apresuró a levantarse, acomodándose la camisa.
-Mierda –maldije, y me senté rápidamente, aclarándome la garganta –la cosa más obvia que puedes hacer en un momento como éste-. Justin fingió apartar una pelusa imaginaria de su camisa mientras tomaba su chaqueta negra de vestir en brazos, mientras le daba vueltas nerviosamente a la llave de su motocicleta. Nunca admitía que Amanda también podía intimidarlo a él.

Mi madre se deslizó por la sala sin aires aparentes de molestia, a pesar de que su mirada clara se deslizaba por la pared hecha grafitis. Había quedado un desastre. La pintura se había corrido, y los rastros del jabón se habían secado, dando paso a uno de esos muros que ves detrás de las escuelas públicas.

Amanda suspiró. –Bueno, supongo que tendremos que explicarle a Byron lo ocurrido –comentó con voz serena, cruzándose de brazos y mirándonos sin resentimiento.
-Cómo lo siento, yo…
-Lo siento tanto, mamá, sólo estábamos… -dije. Justin y yo nos callamos, conscientes de que habíamos hablado al mismo tiempo. Amanda levantó una mano con amabilidad y la volvió a cruzar. Se había quitado su bata de dormir hecha de satín blanco, y se había puesto sus bermudas playeras a cuadros, una camisa blanca con botones de presión, y sandalias –inusualmente– bajas.
-De hecho, yo ya me iba –se excusó Justin, intentando sonreír. Cuando se agachó para darme un beso en la mejilla, Amanda lo interrumpió.
-No, um… -dijo ella, reflexionando. –De hecho, Justin, ¿te gustaría… tú sabes, almorzar aquí?

LOST | 2da TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora