Capítulo 15

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En cuanto sonó el timbre de salida, salí disparada del aula de clases de Mandarín, apresurándome a meter las guías en mi casillero. Mierda. Las manos me temblaban. Giré la pequeña manilla con el código correspondiente, y una hoja de papel amarillenta se desprendió del casillero metálico. Lo recogí del suelo, y detallé la escritura cursiva, comparándola con mi guía.

“Puedes correr, ____kins, pero no podrás, nunca, nunca, escaparte.”

Sonreí con cinismo. Las letras elegantes eran tan finas y curvadas como las de Fitz. Arrugué el papel, y lo tiré dentro del casillero, tirando también la guía de la clase del viejo gay. Iba a escaparme con Justin, y nadie podría arruinar este glorioso momento. Nadie.

Alguien me atajó por detrás. Era Jenn. Sus ojos grises de nuevo muy abiertos hacia mí, sospechando que algo iba mal. Me lancé hacia ella, abrazándola y dando saltitos, como si estuviéramos en primero de secundaria y nos hubiésemos reencontrado. Inmediatamente, ella rodeó sus delgados brazos alrededor de mí, dándome palmaditas en la espalda y dejándose llevar por el ritmo de mi emoción. Me alejé de ella, sosteniendo sus hombros, casi explotando en llanto emocionado.

-¿Qué ocurre? –sonrió.
-¡Me voy a…! –grité, atrayendo algunas miradas de los curiosos que cerraban sus casilleros, o que, más bien, fingían hacerlo. Me aclaré la garganta, y procuré hablar más bajo. Jenna se acercó, en tono confidente. -¡Me voy a escapar con Justin! –le grité a susurros.
-¡Van a follar! –susurró también, emocionada. Ambas reímos. Era increíble lo buena que ella se veía, y que sólo pensaba en sexo.
-De nuevo voy a vivir con él –sonreí, mientras las manos me temblaban. Ella las tomó y las balanceó de un lado a otro.
-Me alegro mucho, ___ –musitó, y me dio un abrazo fugaz. –Tienen que invitarme a su nidito de amor –se rió.
-¡Oh, Jenn! –rechisté, riendo. -¡Eso es tan cursi!
-¡No lo es! –replicó, riendo. Seguidamente, ambas nos miramos a los ojos, observándonos en silencio por algunos segundos. Seguidamente, ella me atrajo hacia sí, abrazándome. –Cuídate mucho, ____ –me pidió, en voz baja.
-Lo haré –mascullé. Seguidamente, nos soltamos de manos y me di la vuelta, comenzando a correr, evadiendo a todo ser viviente que se atravesaba en mi camino, bloqueándome. Bajé las escaleras del instituto a trompicones, dispuesta a que, si me caía, iba a levantarme y a comenzar a correr otra vez.

Allí estaba él, de pie contra su motocicleta. Corrí hacia él, estampando mi cuerpo contra su pecho, sintiendo sus brazos protectores ejercer fuerza cálida alrededor de mí. Respiré su aroma enloquecedor, sintiendo como que no me importaba una mierda nada ahora. Estampó sus labios con los míos, acariciando mis caderas con sus dedos. Nos miramos sin apartarnos un solo centímetro.

-¿Lista? –sonrió. Sin decir nada más, me subí a la motocicleta, sonriente, y él repitió mi acción. Me apreté contra él, esperando poder hacerlo mucho tiempo más después de esto.

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Corrí a través de las escaleras y me detuve a mirar en las distintas puertas de la casa. Todo estaba absolutamente vacío. Me detuve a escuchar fuera de la puerta del baño, dándome cuenta de que no era mi imaginación que me jugaba una mala pasada. Byron se estaba dando una ducha. Tenía que correr.

Abrí mi clóset y descolgué del perchero de madera barnizada de blanco brillante un bolso Prada que mi madre me había obsequiado hacía un año. Descolgué toda mi ropa con violencia, jalándola para que abandonara los ganchos metálicos que la sostenían ahí dentro. Me llevé algunos conmigo, pero qué más da, nada es perfecto, después de todo. Dirigí mi mirada hacia el tocador, arrastrando la mirada por la superficie barnizada. Abrí la mano entera, y tiré mi inhalador de una vez dentro de la mochila de mi escuela. Abrí el cajón y tiré también el neceser ahí dentro.

LOST | 2da TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora