Capítulo 24

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Justin’s POV:
-Vale, cálmate –le dije, caminando de un lado a otro en la habitación. _____ estaba al teléfono tan alterada como podía estarlo, y apostaba a que donde quiera que estuviera, no podría seguir estando de pie por los próximos cinco segundos antes de desplomarse y mandar todo a la mierda.
-Dices que tu profesora te está mandando mensajes amenazantes y jugando con tu vida –le dije, sin creerme una palabra. Si pudiera resumirlo en una frase, _____ era un poquitín exagerada.
-¡Joder, que es enserio! –reclamó, como si estuviera a punto de llorar. –Me acaba de enviar un mensaje muy malo, y te juro que es su misma letra. Tenemos que hacer algo pero ya.
-_____ –la detuve, y pareció que su respiración se cortaba poco a poco. -¿Estás segura?
-¡Sí! –chilló.
-Te llamo luego, bebé. Por favor, cuídate mucho y no hagas ninguna estupidez –le dije, colgando y metiendo el teléfono en mi bolsillo.
-¡Ryan, Chaz, traigan sus culos aquí ahora mismo! –grité, yendo de un lado a otro en la habitación de la casa de negocios donde había secuestrado a _____ por primera vez, sin imaginarme que terminaríamos en todo esto. Chaz sostuvo un cigarrillo entre sus dedos mientras sostenía el teléfono con desesperación y pisoteaba dentro de la habitación.
-¡Cabrón, que estaba hablando con Jenn! –gruñó estruendosamente. Ryan caminó acompasadamente hacia la puerta de la habitación de suelo de madera, donde se dejó caer contra el marco de la puerta cruzado de brazos. Miré a Chaz.
-Puedes hablar con ella después, ¿vale? Parece que tenemos al anónimo –le dije. Seguidamente y sin explicar demasiado, los tres estábamos corriendo hacia el auto y sacando todo el equipo de debajo de los asientos. Me deslicé sobre el asiento de cuero del conductor y cerré de un portazo, arrancando de inmediato hacia la carretera pensando que probablemente ____ me estaba haciendo cometer otra de mis múltiples estupideces crónicas. A veces yo sólo no entendía hacia dónde quería llegar con toda la movida de que su profesora de Inglés avanzado es un acosador anónimo que quiere destruirnos la vida y que ya mató a uno de los nuestros.
Hablando de eso, ni siquiera podía mirar a Ryan a la cara. Quien, en las últimas semanas, había desarrollado un comportamiento totalmente diferente al que tenía con Marie. No le había dicho nada a _____ al respecto de que ya lo sabía todo, porque simplemente no quería admitir que ella sí había muerto, y que yo había averiguado cómo. Y lo peor, era que también sabía que Ryan había estado ahí para verla morir. Incluso yo. Pero no lo recordaba.
-Ryan, viejo, pásame el rastreador, ¿quieres? –le pedí, sólo para mantenerlo ocupado. Pero él siguió impasible, mirando a través de la ventana del auto casi con odio, y me extendió un aparato rectangular sin rechistar. Suspiré. “¿A dónde te has ido, bro?”, deseé preguntarle. Pero era obvio que no iba a hacer eso. Llegué al punto, dentro de mi mente, de concluir que lo mejor era acabar con el precursor de todo esto, y que probablemente lo hiciéramos hoy.
Miré a través del espejo retrovisor a Chaz chequear su tableta, deslizando su dedo con frenetismo. A continuación, sonrió con malicia y se inclinó hacia delante para que lo escucháramos hablar.
-Escuchen esto. Katherine Osmelia Fitz nació en Connecticut, fue criada por una familia humilde en una granja hasta que decidió mejorar sus estudios en Arizona y quedarse a vivir ahí. O sea, aquí –dijo, como si fuera algo obvio. Fruncí el ceño mientras entraba a la carretera. –Tiene varios post grados y maestrías en educación y en carreras como filosofía y letras, pero también tiene registros médicos de estudios psiquiátricos que indican que es una mujer que no anda bien de salud. O sea, a la tipa le patina el coco. Emmm… -continuó leyendo, y luego habló. –Tiene demencia psicótica.
-¿Cómo diablos permiten que personas como ésas trabajen en una Universidad? –murmuré, mientras apretaba el volante. Ahora todo tenía sentido. Quizás sí fuera ella el asesino.
-No sé, man, pero esto suena como a Hawaii 5-0. Una vieja solterona que se escuda bajo la identidad de una profesora de Inglés mientras que en su cuaderno de apuntes se la pasa escribiendo sus planes de ataque hacia una chica inocente de diecinueve años llamada ____ Dayne que es perseguida por un acosador anónimo, o sea, la vieja. Pero luego aparecen Garrett, Danny y la asiática sexy a darle tres disparos y salvan a la chica. Entonces, al final, la asiática aparece surfeando con un diminuto bikini y todos felices –dijo, sonriendo y masticando su chicle, esperando alguna respuesta. Resoplé.
-¿Qué? Tiene sentido –dijo, chasqueando la lengua.
-No puedo creer que estés conmigo en esto –le dije, dándole un zape desde adelante, riendo. Él se adelantó y me dio un golpe en el hombro para luego dejarme conducir. Chaz podría estar posiblemente chiflado y sus ideas fueran un tanto absurdas, pero ¿y qué tal si tenía razón? Fitz estaba comenzando a darme dudas.
***
-Bueno, aquí estamos –dijo Chaz, bajándose del auto de un salto mientras yo entrecerraba los ojos al darme cuenta de que una mujer cincuentona vivía en un lugar como ése.
Cerré el auto de un portazo y me até las llaves al pantalón, mirando hacia todas partes al tiempo que sacaba una pistola del bolsillo trasero de mi pantalón. Según el GPS, Fitz vivía aquí, en una hilera de mansiones espeluznantes donde el Sol se ocultaba tras los espesos árboles llorones y las ranas se arrastraban libremente sobre el suelo cubierto de gárgolas extrañas.
La casa era la número 4, la más rara de todas. Cuando alargué mi mano para alcanzar la perilla dorada, mi mano sin querer empujó la puerta gigante de madera, y ésta se abrió, revelando un oscuro estudio repleto de sofás asquerosamente grandes, estantes de madera torcida con fotos enmarcadas en marcos dorados, y escaleras en espiral que daban hacia un pasillo lleno de puertas cerradas en hilera. Miré a mi alrededor, apretando tanto el arma que mis nudillos se volvieron blancos.
Ryan y Chaz sostuvieron las suyas, también, mirando todo con cautela.
-No puedo creer que siendo una profesora de Universidad viva aquí –comentó Ryan, deslizándose a través de la puerta de la cocina tras haberla inspeccionado.
-Dicen que las casas reflejan la verdadera identidad de la persona –murmuré lo más bajo que pude, observando a mi alrededor. –Tal vez ella sí está loca. Tal vez tiene algún motivo clínico como para pensar que le hemos hecho daño y hacerla querer vengarse.
-¡Joder! ¡Preferiría estar viendo Two and a Half Men en vez de hacer esta mierda! –se quejó Chaz, a susurros. Me di la vuelta hacia ellos.
-De acuerdo. Vamos a ir arriba. Vamos a distribuirnos en los cuartos y recolectar cosas que nos hagan creer que ella es el asesino, ¿vale? Armas, lo que sea. Luego saben qué hacer –susurré, y ambos asintieron. Seguidamente, subí las escaleras que rechinaron con el peso de mi cuerpo sobre mis zapatos, y empujé la primera puerta que vi, revelando el cuarto de un bebé que se veía que no se usaba desde hacía tiempo. La cuna estaba sin colchón y todo estaba cubierto de polvo.
Apreté el arma cuando creí escuchar algo, pero cuando miré en dirección a la ventana, sólo vi las ramas secas de un árbol golpear violentamente contra la ventana rayada y cubierta de suciedad y polvo. Volví a darme la vuelta, suspirando. Quien quiera que fuese en realidad esta mujer, estaba definitivamente loca.
Me detuve en la pequeña peinadora repleta de juguetes y muñecas viejos, revelando una foto de mala calidad yaciente sobre una nube de polvo. La limpié sobre mi camisa y la detallé. Era un bebé sin cabello y con ojos verdes extremadamente grandes, sonriendo sin dientes hacia la cámara mientras agarraba sus piernitas con sus minúsculas manitos. Aunque estuviera en un momento como éste, no pude evitar sonreír. Ojalá pudiera tener uno así con ____.
Cuando volteé la fotografía para detallarla, me congelé, frunciendo el ceño.
“Siempre serás mi pequeña Marie”, decía, con letras garabateadas. Agarré la fotografía con fuerza, arrugándola dentro de mi puño, y me dirigí hacia la puerta. Entonces, escuché un ruido sordo, como de un disparo, y corrí escaleras abajo, atropellándome con los propios escalones y deteniéndome al estar a tres peldaños de tocar el suelo polvoriento de la sala.
Un cuerpo sin vida yacía frente a mí, revelando a una mujer de cabello muy corto y ojos verdes. Un disparo fresco estaba en su estómago, y en su brazo izquierdo se derramaba una cartera blanca que soltó una cajita de píldoras blancas.
Miré hacia una nota posicionada en la mano del cuerpo, y mi estómago cayó cuando la leí.
“Ella es la siguiente”.
Y, más abajo, una foto de _____ se revelaba. Porque ella era la siguiente.

LOST | 2da TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora