—Entonces, ¿será que sabe que abortó? —murmuro. Hace un gesto de ignorancia.

—No sé, Andrés, me toma mucho por sorpresa lo que me estás contando. Ojalá que nada sea cierto, pero se puede esperar cualquier cosa de esa loca.

—Tenemos que averiguarlo —le digo—. Sos su mejor amigo, tenés que sacarle información.

—No me quiero meter en problemas y creo que tampoco hay que revolver el pasado. Ahora está bien, está feliz con Merlina, ella es buena chica y seguro que lo va a cuidar. No deberíamos preocuparnos tanto por algo que quedó atrás —responde con serenidad. Mira el reloj que rodea su muñeca y arquea las cejas—. Me tengo que ir, pero vamos a seguir hablando de esto. Si querés averiguar algo por tu cuenta, genial, manteneme informado.

Se pone de pie, choca mi mano a modo de saludo y se va. Yo aprovecho que estoy en este lugar para pedir un café y, en cuanto veo a la chica que me atiende, comienzo a sentirme enamorado.

Me saluda con una sonrisa cálida, sus ojos negros brillantes iluminan mi corazón como un rayo de luz y su cabello enrulado color negro cae como resortes sobre sus hombros. Su piel morocha se ve tan suave y tersa que dan ganas de acariciar y ni hablar de sus labios curvados y rellenos. El delantal marrón le queda ajustado en sus curvas y puedo decir que estoy sin palabras por primera vez en la vida ante una mujer.

—Buenas tardes, ¿qué va a pedir? —cuestiona. Su voz es tan dulce como su rostro y tengo que parpadear varias veces para salir de mi ensoñación. Me aclaro la voz y le dedico una sonrisa.

—Quiero un capuccino con medialunas, por favor. —Ella asiente y anota en su libreta.

—¿Algo más?

—Tu número, si no es mucha molestia —digo con mi mejor tono de coqueteo. Suelta una carcajada y niega con la cabeza mientras da media vuelta y vuelve detrás del mostrador.

¿Acaba de rechazarme? ¿En serio? Todas las mujeres caen ante mis encantos, ¿qué le pasa? ¿Acaso es diferente a las demás? De repente me siento nervioso, ¿existen mujeres diferentes a las que conozco? ¿Cómo voy a hacer para que caiga a mis pies?

En menos de un minuto me olvidé por completo de mi hermano, Vanina, el bebé y la investigación. Ahora necesito centrarme en esta chica, no puedo tener distracciones en el momento de una conquista. Al menos su nombre tengo que saber.

Vuelve cinco minutos después con mi pedido y lo deposita en la mesa.

—¿Cómo es tu nombre? —Arquea una ceja—. Es que quiero saberlo por si necesito pedirte algo más.

—Solo levantá la mano y yo voy a venir —contesta riendo. Vuelve a irse.

Me estoy volviendo loco y apenas pasaron cinco minutos desde que la conozco. Me encanta que intente mantener el misterio, está jugando conmigo. La observo de lejos mientras como una medialuna. Está hablando con su compañera por lo bajo y se están riendo. Espero que no estén hablando mal de mí... ¿Por qué de repente me importa tanto que no hablen mal de mí? ¿Acaso esto es lo que se siente el amor? Es algo horrible.

Chasqueo la lengua y decido mirar hacia otro lado. ¿Amor, yo? Ja, ni en sueños, eso para mí no existe... ahora que lo pienso, creo que yo también tengo un trauma por haber presenciado la separación de mis padres. No creo en el amor para toda la vida, ni siquiera creo en el amor en todo sentido de la palabra. Creo que por eso nunca estuve enamorado, por culpa de ellos, Ema y yo tenemos traumas.

Me siento mal por lo que me dijo mi hermano hace un rato. Es cierto que lo abandoné, lo dejé solo en el peor momento. Tiene razón y me siento muy mal, hasta le terminé de joder la vida cuando le insistí a Merlina que lo hiciera sufrir un poco antes de terminar de perdonarlo por lo del otro día. Voy a tener que hacer que lo perdone de una, no puedo con la culpa.

Termino el café y las medialunas y levanto la mano para llamar a la chica. Me mira desde lejos y le hago una seña para que me traiga la cuenta. Ella asiente y anota todo en una hoja.

Cuando viene, leo lo que le debo y le dejo propina.

—El ticket es tuyo —avisa cuando se lo doy, así que me lo guardo en el bolsillo.

Suspiro mientras me levanto y la veo por última vez antes de salir. Me saluda con la mano desde adentro y se ríe. Vuelvo a casa pateando piedritas y me tiro a la cama pensando en todo lo que me sucedió hoy. Tengo que terminar de averiguar lo de Emanuel, me desconcentré por un instante, pero estoy volviendo al modo detective.

Me desvisto para entrar a la ducha y, al sacarme el pantalón, la cuenta de la cafetería cae al suelo. Resulta que del otro lado hay algo escrito y hago un bailecito al ver que es el número de la chica, aunque sigue sin estar su nombre.

Quizás esta nueva sensación en mi interior se relaciona con mis ganas de cambiar y ser mejor persona. Respiro hondo, si todo sigue así, voy a ser mi mejor versión. Bueno... aunque antes de cambiar voy a romperle el restaurante a Vanina.

Un flechazo (des)organizadoWhere stories live. Discover now