—¿Y en qué momento entra Vanina en tu ecuación? —cuestiono con los ojos entrecerrados. Bufa.

—¿Qué tiene que ver Vanina? —No respondo, me quedo mirándolo para que continúe—. No sé lo que querés saber sobre ella.

—Si la quisiste... si te trató bien, cosas así —contesto intentando sonar con normalidad. Rueda los ojos.

—Claro que la quise, sino no hubiera sido mi novia. ¿Si me trató bien? Al principio, después se puso muy pesada. Intenté dejarla varias veces, pero siempre pasaba algo.

Eso me interesa, así que me remuevo en el asiento para pensar mejor mis preguntas. Estoy a un paso de saber si es real lo que me contó hoy Merlina.

—¿Como qué cosas pasaban? —decido preguntar. Chasquea la lengua y se cruza de brazos.

—Que se yo, Andrés, no me acuerdo bien. Siempre se sentía mal, le agarraban como pensamientos suicidas, tenía que salir corriendo atrás de ella para que no haga nada malo y terminaba convenciéndome para que volviéramos. Claro que yo caía porque aún la quería, hasta que Rama me hizo abrir los ojos.

—¿Rama es tu amigo colorado, no? —Asiente con la cabeza.

—Él fue mi hermano mientras vos no estabas —contesta con sequedad—. Sabe todo de mí, hasta los secretos que yo jamás te contaría a vos, sin ofender.

Aprieto mis labios con disgusto y aprovecha el instante para salir corriendo con la excusa de que se le hace tarde para ir al gimnasio. Así que Ramiro es como su hermano y sabe todos sus secretos... estoy seguro de que él sabe lo de la pérdida, si es que es cierto. Tengo que hablar con él.

Le mando un mensaje a la organizadora para ver si me puede decir el teléfono del muchacho, y tarda solo cinco minutos en pasármelo. Probablemente no le caigo bien y él no me cae bien a mí, pero esto es por un tema que nos interesa a los dos: la felicidad de Emanuel. Bah, en realidad, es que tengo ganas de ser detective por un momento.

Cuando el colorado responde que nos veamos en la cafetería que está a cinco cuadras de casa no lo dudo ni un segundo. Enseguida salgo para allá a encontrarlo, no es muy difícil porque es el único con pelo rojo y con una cresta como peinado.

—Hola —le digo—. Soy Andrés.

—Ya sé, ya nos conocemos —contesta poniendo los ojos en blanco. Me señala una silla vacía frente a él para que me siente y le hago caso—. ¿Qué es tan urgente? Estoy en mi descanso de entrenamiento y esto tiene que ser rápido.

—Bien, voy al grano. ¿Vos sabés absolutamente toda la vida de Emanuel? —interrogo.

—No sé si toda la vida, pero lo conozco muchísimo. ¿Por qué? —replica con confusión.

—¿Él iba a ser padre? —Frunce el ceño y no responde—. ¿Es cierto que perdió un hijo? —insisto.

—No me dijo nada de eso —manifiesta finalmente, negando con la cabeza—. ¿Quién dijo tal cosa?

—Que esto quede entre nosotros, por favor. —Asiente—. Vanina le dijo a Merlina que abortó un bebé de Ema. No sabemos si es cierto o no, mi hermano nunca nos dijo, Vanina es una enferma y pudo haberle dicho eso a Mer para hacerla sentir mal, nada más.

—Igual, hubo una época en la que Ema y yo no estábamos juntos... por culpa de esa chica —agrega pensativo—. Ella no lo dejaba salir a ningún lado, entonces la dejó, pero a los días volvieron. Yo me enojé con él porque me di cuenta de que ella era muy tóxica, pero Emanuel dijo que yo no sabía nada, que no me metiera en su vida. Estuvimos sin hablarnos como cinco meses hasta que nos reencontramos de nuevo en un bar y nos amigamos. La verdad es que estaba bastante demacrado, pero no me comentó sobre eso, solo que había cortado definitivamente con la cocinera.

Un flechazo (des)organizadoWhere stories live. Discover now