𝓥𝓮𝓲𝓷𝓽𝓮

685 21 5
                                    

Estaba derrumbada en el suelo mientras mis piernas estaban dobladas y mis manos las rodeaban, ocultaba mi rostro entre ellas sin parar de llorar. Apuesto a que la gente me ve con confusión pero supongo que nadie se acerca porque debe de ser una escena común en un hospital.

—¿Danielle?. ¡Por dios!, ¿qué sucede?—alcé mi mirada hacia Shawn quien me miraba con preocupación.

Abrí mi boca para intentar decir algo pero no pude y volví a sollozar, él inmediatamente se agachó frente a mí y me dio un abrazo. Me aferré a él porque necesitaba sentirme a salvo, por suerte llegó en ese momento de frustración.

—Estoy aquí, tranquila, todo va a estar bien—decía acariciando mi cabello.

Me sentía tan mal, tan vacía, tan decepcionada y tan confundida. El tiempo es una maldita desgracia que es imposible impedir depender de el.

—No voy a dejarte sola, ¿de acuerdo?—me separé un poco.

—Gracias, Shawn—murmullé.

—No tienes que, Elle—le di un corto abrazo de nuevo.

Después de un silencio tal vez corto o largo, Shawn decidió volver a hablar.

—¿Qué pasó?

—¿Recuerdas a la niña con la que estuve mientras tu fuiste a la recepción el día de ayer?

—Si, me contaste sobre ella—seguramente estaba deduciendo lo que diría.

—Shawn...—mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas—ella murió—sollocé nuevamente.

Él parecía procesar lo que acababa de contarle, luego me miró como si pensara que le hice una broma pero al verme en este estado su rostro se tensó.

—Dani, yo no sé qué decir—tardó unos segundos en volver a darme un abrazo—¿cómo lo supiste?—preguntó con la voz temblorosa.

—Yo la vi—tragué el nudo en mi garganta.

—Lo siento tanto—dio un beso en mi frente antes de colocar su mentón sobre mi cabeza.

Un día después

Ayer fue un día de blanco y negro. La noticia del fallecimiento de Jessica Mendoza fue muy dolorosa y sorprendente para todos, incluso para mi que no pude a llegar a conocerla del todo bien. Aún no podía creerlo.

Shawn se encargó de consolarme hasta que dejé de llorar, me dio consejos y estuvo siempre acompañándome, sin despegar el ojo de mi. Dentro de lo que cabe, ahora me encontraba un poco mejor.

Por la mañana, volvimos al hospital y nos la pasamos en la misma sala de espera que prácticamente se convirtió en un lugar familiar para nosotros. A las dos horas de haber llegado, el enfermero del día de ayer me llamó diciendo que los señores Mendoza quería hablar conmigo, por supuesto no lo negué y fui con él por todos los pasillos hasta llegar a otra sala donde se encontraban los padres de Jessi.

—Gracias—le dije al enfermero quien asintió y luego se retiró.

—Buen día, señorita White—saludó la señora con un aspecto acabado. No era para menos.

Supe en ese instante que tengo mucha suerte de tener a mis hijos conmigo, de poder disfrutarlos y besarlos. No soportaría pasar por un suceso como lo hacen ellos dos.

—Buen día, señores Mendoza—sonreí tenue.

—Es un placer conocerte—dijo el señor estrechando su mano con la mía por unos segundos.

—El placer es mío—respondí y luego de unos segundos agregué—lamento lo de su hija.

Ellos bajaron la mirada tristes. Nunca voy a poder sentir su dolor, o al menos espero no hacerlo, pero me compadezco de ellos.

—Era una niña espectacular—comentó la señora.

—Lo sé. Disfruté mucho de su compañía esos dos días, me hacía reír, incluso me invitó a comer con ella ayer.

—Me alegra que la hayas conocido—dijo el señor quitando una lagrima que había caído por su mejilla izquierda—por ello recurrimos a ti.

—Estoy para ustedes, si necesitan algo yo haré lo posible—ambos formaron una media sonrisa.

—No tienes que hacer nada por nosotros, Danielle.

—Es lo que quiero.

—Pero no es lo correcto—contradijo el señor Mendoza.

—¿Entonces que lo es?—pregunté con poca paciencia.

—Sé que no es educado rechazar la ayuda de los demás, y créeme que no es lo que pretendemos; solo queremos decirte que esa compasión y amor que nos brindas ahora por nuestra hija, deberías expresárselo a tus hijos, tu pareja, tu familia, amigos, trabajo, pero no con nosotros.

—Si, tienen razón—susurré. Fui muy testaurada.

—Queríamos invitarte al funeral de Jessi.

—Estaré ahí.

Me dijeron la información sobre el evento y luego me dieron las gracias diciendo que cada vez que llamaban a Jessi en esos dos días, les platicaba acerca de mí lo cual se me hizo un gesto tierno. Cuanto daría por que esto no ocurriera. Después de despedirnos, regresé con los demás y Shawn me preguntó lo que había ocurrido, yo le narré todo diciéndole que quería que me acompañara al funeral y él no lo negó.

Pasó el tiempo y llegó la hora de ir a alistarnos para el funeral. Manny, Mark y Aaly decidieron quedarse para que si el doctor informaba algo, ellos estuvieran presentes. Así que Shawn y yo regresamos a la casa de los Mendes.

—Encontré algo—entró a la habitación.

—¿Qué encontraste?—pregunté curiosa.

—Un vestido negro. Creo que es de Aaliyah o te lo iba a dar a ti, porque tenía una nota pegada que decía "regalo de navidad para Elle"—reí.

—¿Estás seguro?

—Si, aquí está la nota—me la dio. Si era un regalo para mi.

—Creo que no sería correcto tomarlo—negué.

—Elle, por favor. No trajiste nada de color negro, solo lo usaras esta vez y lo volveremos a guardar—insistió.

—El problema es que si me lo vuelve a dar, no lo voy a mirar como un hermoso vestido, si no como el vestido que llevé a un funeral. Sería tétrico e incómodo.

—¿Entonces?, ¿piensas ir a comprar ropa ahora?—preguntó haciendo que voltee los ojos.

—No pero puedo usar otra co...—me miró alzando una ceja—bien—terminé accediendo.

—Si te hace sentir incómoda puedo decirle a mi hermana que cambie su regalo—alzó los hombros dándome la caja.

—Gracias.

Abrí el regalo y observé un lindo vestido negro con encaje como una capa extra. Era muy bonito y ahora lo usaría para ir al funeral de Jessi. ¡Por Dios!

𝓝𝓾𝓮𝓼𝓽𝓻𝓪 𝓱𝓲𝓼𝓽𝓸𝓻𝓲𝓪 ・*:.˛ ˚𝗦𝗠Where stories live. Discover now