—¿Fuiste solo? —interroga.

—No —contesto simplemente de manera cortante. Agradezco a las nuevas personas que entran y aprovecho un instante de distracción de mi padre para ir a ver qué está haciendo la gente que me importa, y con eso me refiero a Andrés y Merlina.

Escucho cantar a mi hermano desde la sala de personal y entro sin pedir permiso. Mi novia y el Chino están cantando a coro Yo te amo de Chayanne y los miro con diversión y fascinación a la vez. Primero, porque jamás escuché a Andrés cantar una balada y con guitarra criolla, y segundo, porque Merlina se ve hermosísima. Sobre todo cuando me ve y su sonrisa ilumina su rostro y sus ojos brillan.

Tomo su mano y la acerco a mí para bailar pegado a ella.

Si la vida me permite al lado tuyo, crecerán mis ilusiones no lo dudo. Y si la vida la perdiera en un instante... que me llene de ti para amar después de amarte, vida. No tengas miedos ni dudas, que tú seras mi mujer. Mira mi pecho, lo dejo abierto, para que vivas en él —continúa cantando Andrés como última estrofa. El Chino llega tarde con sus coros.

Este amor es demasiado bueno... yo te pertenezco todo entero —canta desafinado y en voz baja. No puedo evitar soltar una carcajada que contagia a los demás y mi hermano no puede seguir tocando la guitarra por culpa de la risa.

—Este Keung, siempre llegando tarde a todos lados —comenta entre risas. El interpelado lo mira con una mezcla de diversión y ofensa.

—¡Hoy llegué temprano! —exclama—. Llego tarde a los lugares que no me interesan, y la verdad es que la canción que estás cantando es patéticamente horrible.

—Ya sé, pero mi padre me pidió que cantara eso. Me dio una lista con cinco temas, uno peor que el otro —contesta Andrés.

—¿Qué temas son? —cuestiono interesado. Se encoge de hombros.

—Ni me acuerdo, yo voy a cantar los cinco temas lentos que me sé, y listo. —Los tres lo miramos con expresión incrédula y suspira—. Está bien, voy a tener que cantar Montaner, Chayanne y Luis Miguel, ¿contentos? Muero de ganas por tocar algo bien potente y romper la guitarra.

—¡Ni se te ocurra, que es la guitarra de mi hermano! —exclama Merlina asustada.

—Ya lo sé, obvio que no voy a romper la guitarra de Pericles, por Dios...

—¿Pericles? —cuestiona Keung sin aguantar la carcajada. La chica lo mira con tanta seriedad que termina callándolo sin pedirlo.

—Sufrimos mucho cuando éramos chicos por culpa de nuestros nombres, no me gusta que se burlen, ¿está bien? —dice ella con firmeza y dulzura a la vez.

El DJ asiente rápidamente y pide disculpas. De repente me hace recordar a cuando yo le decía Merluza, sin importarme su sufrimiento. Quiero volver al tiempo atrás y no verla llorar por mi culpa, secar sus lágrimas con mis besos y protegerla. De todos modos, me abraza más fuerte y eso me reconforta.

—Bueno, ya tengo que volver, Ricardo ya debe estar como loco —comunico con pocas ganas—. Quería saber qué estaban haciendo.

—Estábamos cantando y de paso le propusiste casamiento a Merlina —responde mi hermano. Los dos lo miramos como si estuviera loco y se ríe—. Es que la canción decía "no tengas miedos ni dudas, que tú serás mi mujer".

—Bueno... pero eso no significa que me va a pedir casamiento —comenta ella—, ni que estuviéramos juntos hace años.

—¿Eso que tiene que ver? —inquiero—. Nuestros amigos a la semana de conocerse se comprometieron.

Un flechazo (des)organizadoWhere stories live. Discover now