XXV

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Juego de sangre.















































































Una hermosa niña, de cabellos largos y rizados jugaba fuera de su pintoresco hogar. Sus siete hermanas estaban allí. Aunque a ella nunca le prestaban mucha atención.

La niña de apenas ocho años corría con sus manos rozando las pequeñas hojas de los arbustos color esmeralda. Se frenó de golpe, al mirar una bella mariposa posada en unas de las florecillas del mismo.

Se quizo acercar pero ésta salió volando.

La pequeña atravesó el camino de tierra por donde los carruajes de la servidumbre que les llevaba víveres solían cruzar.

La persiguió hasta el otro extremo, después dejándola ir al mirar en dónde estaba.

Fuera de la enorme y temible casa de la señora Young.

La pequeña miró aterrada a una de las ventanas de segundo piso, ya que la señora la observaba.

Era una señora que pasaba los cincuenta. Su piel se arrugaba y su mirada era fría, dura. Los niños de la calle le solían tener miedo.

La niña inclinó su cabeza hacia un costado al ver a la vieja no parpadear.

Pero se sorprendió cuando la señora Young imitó su movimiento, aunque parecía que en el proceso su cuello crujió mientras se movía de manera rígida.

La pequeña niña de cabellos castaños observó como la señora sin mover su cuello de vuelta se desaparecía en las penumbras de aquella habitación.

Normalmente los niños tampoco se acercaban a la casa de la señora Young. Ya que lo vieja que era y los colores tristes que poseía no eran agradables a la vista.

La castaña salió de su trance parpadeando, y cuando iba a dar media vuelta para irse, la puerta de la casa se abrió con un rechinido.

Sus ojos azules observaron a la vieja salir con algo en sus manos. Para después invitarla a que se acerque.

Ella al inicio no accedió, pero después lo hizo al mirar un deje triste en el gesto de la anciana.

Una vez que atravesó el jardín se colocó frente a ella y la miró en espera.

La señora mostró con sus manos temblorosas una paleta de caramelo macizo con una envoltura de plástico transparente.

El tono púrpura de el caramelo le llamó la atención, por lo que tomó el dulce.

-¡Nathalie! - escuchó la voz de su madre a sus espaldas, cruzando la calle no pavimentada por la época, la miraba un tanto molesta.

Demon's Witch. Where stories live. Discover now