—¿Y chicos? —escuchamos que el entrenador pregunta desde abajo, cortando todo el momento.

—Mierda —murmura Emanuel, volviendo a abrochar mi corpiño—. Perdón, me dejé llevar, no debería... —se excusa alejándose y volviendo a agarrar las pesas.

Hago una mueca de disgusto y vuelvo a agarrar la colchoneta. Sin decir nada, volvemos a bajar y le dejamos todo al entrenador, quien nos mira con reproche.

—¿Por qué tardaron tanto? —cuestiona.

—No podíamos sacar la colchoneta, después nos dimos cuenta de que estaba atada —replica mi acompañante con irritación—. En fin, hasta mañana, Juan.

Yo también saludo al tipo y salgo junto a Emanuel. Nos quedamos en la entrada, mirándonos. Hace más frío del que creí y olvidé mi abrigo, así que me cruzo de brazos.

—Bueno, nos vemos —digo comenzando a caminar hasta casa.

—¡Te llevo! —exclama, haciendo que me detenga. Sin ganas de pelear, acepto ir con él y me meto a su coche. Suspira comenzando a manejar y sé que quiere decir algo, pero no se anima. Chasquea la lengua—. Merlina, no quiero que pienses que te estoy usando para... bueno, ya sabés qué. Es que no puedo.

—¿Qué cosa, Emanuel? Yo no entiendo qué es lo que no podés. A mí me gusta cuando al fin demostrás lo que sentís y hay momentos en los que no sé qué te pasa —digo enojada—. ¿Por qué me agarraste la mano el lunes? ¿Por qué me besaste hoy? Y después actuás como si yo fuese la estúpida que se está empezando a sentir enamorada de un idiota que solo la usa para tener sexo —suelto repentinamente. Creo que hablé de más porque me mira sin poder creer mis palabras. Una mezcla entre asombro y confusión.

—No quiero que te sientas así —termina expresando. Suspiro y miro por la ventanilla. Siento un nudo en la garganta.

—¿Así, cómo? ¿Una estúpida o una enamorada? —cuestiono en un murmullo. No quiero ni mirarlo, me da vergüenza.

—Como una estúpida —replica—. Claramente estás confundida, yo en ningún momento dije que te estaba usando.

—Creo que fuiste bastante claro cuando esa noche me dijiste que nos olvidáramos de todo al día siguiente...

—No quise decir eso —me interrumpe con nerviosismo—. Yo pensé que eso iba a ser mejor así porque trabajás para mi papá y no quiero que él piense que estás conmigo por la plata, porque él es así. Es para mantener tu imagen.

—Es que no me interesa mantener mi imagen porque yo sé quién soy —manifiesto con irritación—. Y los que me conocen saben quién soy. Me da igual lo que piense tu padre sobre mí porque yo estaría con vos, no con él. ¿Me entendés? Pero lo que sí creo, es que a vos te importa mucho la opinión de tu padre y no te gustaría que te vea con una chica de clase media que es organizadora de fiestas y no pertenece al mismo círculo social al que pertenecen ustedes, los empresarios ricos que se creen que saben todo cuando no tienen ni puta idea de lo que es el amor.

Se queda en silencio, aun manejando. Creo que esta vez sí me pasé, me pasé terriblemente. Su rostro me lo dice, está enojado, es obvio. Estaciona en la puerta de casa y no sé qué hacer. Creo que debería haberme disculpado.

—Per... —comienzo a decir.

—Tenés razón —me interrumpe mirándome—. Tenés razón en todo lo que dijiste. Siempre busco la aprobación de mi padre, siempre intento mejorar y ser mejor en todo y tenés razón en que no tengo ni idea de lo que es el amor. Quiero que me enseñes, quiero saber qué es el amor —continúa con sus ojos sobre los míos. Mi corazón late con tanta fuerza que siento cómo mis extremidades llegan a calentarse, el cosquilleo en mi estómago se incrementa, pero no puedo dejar de sentirme confundida.

—¿Qué significa eso? —inquiero en un susurro. Toma mi rostro entre sus manos y acaricia mis mejillas con sus pulgares.

—Quiero que estemos juntos, que me demuestres lo que es el amor y quiero aprender sobre la marcha... estando con vos —murmura—. ¿Me das la oportunidad?

Esbozo una sonrisa y asiento aun sorprendida. ¿Esto es real? ¿De verdad me está pidiendo que estemos juntos? Antes de que se arrepienta, me lanzo a sus labios y le doy un beso lleno de ternura. Luego abro la puerta del auto y bajo.

—Nos vemos mañana, señor Lezcano —le digo manteniendo la sonrisa. Me saluda con la mano, como si estuviese embobado y me dirijo a casa.

Ya adentro, no puedo evitar ponerme a saltar y gritar como una loca. ¡Emanuel quiere estar conmigo!

---------- 

¡Hola! Último capítulo...

Por esta semana JAJA no se asusten. Nos vamos  a ver de nuevo el 30 de diciembre porque para las fiestas navideñas no voy a estar y tengo trabajo, así que no creo poder subir. Lo bueno es que voy a volver con un maratón... Y quizás con el final de la historia, aún no lo sé :O

Gracias por leer <3

Un flechazo (des)organizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora