El chico alzó una ceja, inquisitiva.

— ¿Viniste hasta aquí solo para decir que ya te vas?

— Este... Bueno... Emm... No. —sabía que estaba haciendo el ridículo, por lo que decidió ser franca—. Solo quería escaparme del bullicio. Es todo. Además... Estoy aburrida.

— Entonces busca otra cosa con qué entretenerte. De seguro debes tener a alguien más a quien molestar.

— De hecho... —sentándose en el césped—. Los lunes son un día problemático para mí. Ninguna de mis amigas va a Vóley conmigo.

— Y eso debe ser una tragedia. —murmuró con sarcasmo, sin despegar los ojos del papel.

Anabeth apretó los labios en una fina línea. No era como si Mycroft intentara o le interesara ser discreto de todos modos. En realidad, estaba haciendo todos los méritos para soltarle una larga lista de improperios y dejarlo solo con sus mierdas. 

Salvo que ella había anticipado ese viejo ritual. Decidida a romperlo, hizo caso omiso a las provocaciones y permaneció en su lugar. 

Al notar la renuencia de la castaña, Mycroft liberó un largo suspiro. Marcó la página del libro y lo hizo a un lado, resignado a continuar con su lectura. 

Su actitud fue una grata sorpresa para la chica, quien no pudo evitar sonreír. Quizá su presencia le fastidiara. Eso era un hecho. Pero estaba dispuesto a cumplir su parte del trato y no... ignorarla, al menos.

— Ahora que lo pienso... ¿Por qué sigues en el colegio? Tú tampoco estás en la clase de Vóley de los chicos. Te hubiera visto antes.

— Tengo debate a la misma hora.

Ella lo miró, extrañada.

— ¿Tenemos un equipo de debate?

Mycroft rodó los ojos.

— Actualmente, sí.

— ¿Y cómo es que nunca he oído hablar de él?

— Quizás porque los alumnos están más interesados en los resultados de un partido de fútbol americano que en las ventajas y desventajas del capitalismo. —la mira y a ella no le queda de otra más que darle la razón.

— ¿Haces algo más además de debate?

— Solo cursos avanzados de política, economía, historia, ciencias e idiomas. —dijo sin más, como si fuera lo más ordinario del mundo.

Ella lo miró boquiabierta. Nadie podría ser capaz de rendir cinco asignaturas extracurriculares sin desfallecer en el intento. Si creyó en su palabra, fue solo porque Mycroft era considerado un auténtico prodigio.

— Wow... No quiero ser tú cuando tengamos los A-Levels. 

Una pequeña sonrisa soberbia se asomó por los labios del genio.

— Esos exámenes no representan un problema para mí.

— Seguro que no.

La joven no sintió necesidad de seguir haciendo preguntas y él no lucía particularmente interesado en prolongar la conversación. Contra todo pronóstico, se generó un cómodo silencio entre los dos. Ella aprovechó la pequeña pausa para tumbarse sobre el césped y acomodar su mochila bajo su cabeza, usándola como almohada. 

— ¿Te molesta si me quedo aquí? Puedes seguir leyendo. Prometo no hablar. 

— Haz lo que quieras. —dijo indiferente, retomando su lectura.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora