Epílogo

1.5K 172 71
                                    

A veces las emociones son la razón por la cual nos mantenemos luchando a flote en medio de una densa marea de inconvenientes que amenaza con derrumbarnos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

A veces las emociones son la razón por la cual nos mantenemos luchando a flote en medio de una densa marea de inconvenientes que amenaza con derrumbarnos. Ciertamente son nuestro impulso ante la adversidad; sin embargo, en otras ocasiones, son estas mismas emociones las que nos vuelven vulnerables ante un enemigo que parece ansioso por convertirnos en el blanco de su maldad. Comprendí esto con el pasar de los meses cuando, a través de los golpes de la vida –metafóricos y, por desgracia, literales–, me convertí en un objeto de sacrificio cuyo fin era más perverso que la idea misma de ser solo un medio para lastimar y ser lastimado.

Me convertí en un títere para un macabro titiritero que siempre estuvo dispuesto a representar sus sueños más oscuros ante un público ansioso por halagar sus hazañas sin si quiera conocer el trasfondo de sus intenciones. Nadie preguntó, tampoco fueron capaces de detener el acto... Ninguno se inmutó aunque tuvieran sospechas. Quizás porque la gente estaba embelesada por lo que creían ver mientras, detrás del telón, se desataba el caos –con golpes, gritos, pero sobre todo, amenazas absurdas–. Ellos creían ver el paraíso mientras, a oscuras, el infierno me abrasaba entre sus llamas, cada vez más vivas.

En ese punto, cuando la oscuridad fue suficiente para nublar mi camino, pensé que mi vida se había convertido en un círculo vicioso, como si fuera una representación artística sin inicio ni fin. Y creí que no tendría escapatoria mientras los demás continuaran con la venda cubriendo sus ojos. Sin embargo, hubo alguien que –aunque sea por una milésima de segundo– escapó del hipnotismo del principal acto del titiritero. Fue ella quien, con ansias de comprender la verdad, desenterró cada capa de oscuridad hasta hallar una parte de mí que pensé había olvidado.

Apareció cuando creí que me había acostumbrado a ese infierno que llamaba vida, se presentó ante mí con una sonrisa inquietantemente generosa. Desconfié, no por decisión propia, sino por necesidad, porque tras un año viviendo una vida que no consideraba propia, alguien fingía no temerme. Ante mis ojos, eso era inusual e imposible. Simplemente era inconcebible que ella hubiera detenido el curso de su destino para observar de forma analítica mis acciones. Y aun así, ella dio una pausa por mí.

Quizás fue ese el punto de inflexión entre nuestros destinos. El punto en el que, por fin, aunque me costó aceptar, había encontrado a un individuo lo suficientemente curioso para tratar de tumbar el telón para descubrir las escenas inéditas detrás de esta aun si no obtuviera respuestas para el sinfín de dudas que acechaban sus pensamientos.

Ella era diferente, Jules siempre lo fue.

Mentiría si acepto que la quise desde un principio, no siempre fue así y, quizás, admitirlo me enorgullece porque, de no ser por su necedad, jamás habría logrado reencontrar esa parte sobreprotectora que despertaba dentro de mí mientras estábamos juntos. Ciertamente aceptarlo es complejo, pero me alegra saber que el enojo infundado hacia ella terminó convirtiéndose en algo que creí no volver a experimentar. Amor, por ejemplo.

Una melodía para un corazón roto [CCR #1] ©Where stories live. Discover now