32. Tan cerca pero a la vez tan lejos

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Tiré la toalla más de una vez, debido a la situación tan confusa en la que encontraba

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Tiré la toalla más de una vez, debido a la situación tan confusa en la que encontraba.

No sé cuándo renuncié o cuándo la curiosidad por obtener respuestas se apagó para permanecer así durante poco más de una semana. Sin embargo, estaba de regreso. Fue el mensaje de Last_chance felicitándome por mantener mis narices fuera de asuntos "que no me competen" lo que me animó a no desistir. Quizás por eso me convertí en espía los últimos cuatro días, donde comprendí que la mejor arma de uno era la visión sumado al silencio. Fue así como pasé desapercibida.

Vigilé a Maddison Alonne durante cuatro días exactos, descubriendo cosas de las cuales no me enorgullecía. Primero, Evanston y ella compartían cerca del setenta por ciento de clases. Ella se sentaba en la primera banca, junto a la ventana; en cambio, el chico de audífonos se sentaba al final, desde donde pudiera mantener el contacto visual. La vigilaba, obviamente... O quizás la protegía entre las tinieblas. Estaba claro que entre ambos se entretejía algo.

Notar aquella verdad me habría azotado con fuerza de no ser porque mi afán por deshacerme del fantasma de Last_chance me impulsó a silenciar cierta clase de sentimientos que me convertían en un individuo vulnerable como el amor, por ejemplo.

La segunda verdad que descubrí, que me pareció tan perturbador como la primera, fue que Maddison Alonne cumplía una rutina difícil de explicar. Sus planes siempre iniciaban a las cuatro, momento en el que las clases terminaban. Ella iba a la biblioteca y fingía leer durante una hora y media, momento en el cual la mayoría de alumnos habían regresado a casa. Luego de eso se dirigía al gimnasio donde, tras asegurarse de que ningún deportista estaba merodeando, ingresaba al vestidor de hombres. La primera idea que cruzó mi mente es que se encontraría con Evanston en aquel lugar; sin embargo, erré. Nadie la buscó durante los cuarenta minutos que permaneció dentro. Tampoco salió alguien de dentro la vez que me quedé vigilando hasta las ocho. Solo era ella encerrada en el vestidor de hombres, ¿por qué? No lo sabía, por eso estaba aquí y ahora.

Escondida en una de los baños malogrados, parecía incapaz de ser descubierta.

—... ¿Qué pretendes lograr?

—Divertirme —esa fue la voz de Michael Portz, el pelirrojo que siempre conversaba con Alonne.

Hace veinte minutos que había ingresado con algún otro compañero de equipo. Hablaban en clave quizás por eso me fue difícil seguirles el ritmo, también porque preferí usar los audífonos para amortiguar la bulla del exterior hasta que fuera necesario. Así transcurrió cuarenta minutos, donde sentí que mis piernas se habían adormecido tras permanecer todo ese tiempo de cuclillas sobre la tapa del inodoro. Era incómodo la posición, pero no podía correr el riesgo de que alguien viera mis zapatillas a través del espacio entre la puerta y la mayólica.

No puedo sabotear mi propio plan, confirmé al no oír más bulla.

Guardé los audífonos al estar segura de que nadie más rondaba dentro de los vestuarios, luego entreabrí la puerta. Faltaban diez minutos para las cinco y media, lo que significaba que ella estaba demasiado cerca de dar un paso dentro de este hediondo lugar.

Una melodía para un corazón roto [CCR #1] ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt