4. Noche de revuelo

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¿Alguien alguna vez se le han confesado a la persona que a te gusta mientras estás presente?

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¿Alguien alguna vez se le han confesado a la persona que a te gusta mientras estás presente?

Repasé la pregunta mientras tachaba eso de la lista tras haber presenciado la declaración de amor de Galia Chenoa hacia Dante Heartbreaker. Apenas y podía superar el instante en el que coincidí con él al oír su nombre, demostrándole que no estaba sorprendida para no delatar mis emociones. Debí actuar bien como para acabar riendo junto a Galia antes de terminar la llamada y el programa. Sí, sobreviví a un fin de semana que pintaba como el mismo infierno. Y lo mismo sucedió durante la semana. Todo transcurrió abruptamente mientras disfrutaba el sabor amargo de la felicidad de terceros.

Demostré estar feliz por los encuentros entre Dante y Galia, desligándome del asunto cada vez que Hansen los mencionaba por error en nuestras conversaciones. Según tenía entendido, aún no oficializaban su relación, aunque parecía que no faltaba mucho para que sucediera. Siempre andaban juntos, compartiendo su espontánea felicidad con el mundo aunque no negaría que ─por breves instantes─ lo notaba a él ausente mientras ella brillaba. Pero ¿no era irónico? Ofrecí a Dante como apoyo para Galia ignorando que ella estaba enamorada de él, tal como lo estaba yo.

—¡Dé el paso al siguiente!

Me sobresalté al notar que el mensaje era para mí ─estaba obstaculizando el avance─, así que quité la bandeja repleta de comida tras disculparme con el que seguía en la fila. Y me quedé quieta a vista y paciencia de una cafetería a punto de explotar.

—¿Todo bien? —Levanté la mirada hacia el rubio que me habló, quien se había estancado detrás de mí—. Si no es así, puedo ayudarte con eso.

Me aferré a la bandeja de plástico como si fuera a robármela, luego le cedí el pase. ¿Es nuevo?, le oí susurrar a mi subconsciente pero antes de que pudiera preguntárselo, vi a Galia con Dante acomodándose en el sitio que solíamos compartir junto a los demás. Tragué saliva.

—Gracias, pero no —dije antes de emprender marcha.

Digna siempre, me advirtió mi razón.

Caminé unos cinco pasos en línea recta, girándome hacia la derecha cuando faltaban unos metros para llegar a la mesa donde siempre compartía con mis amigos. Ignoré sus miradas desconcertadas y los pensamientos recurrentes sobre la locura que estaba a punto de cometer cuando presioné las asas de plástico entre mis dedos. A un par de metros se encontraba mi objetivo sentado sin ningún otro compañero. Traía puesto los audífonos blancos que desaparecían en la base de su cuello para adentrarse en su camiseta. Quise leer el logo estampado en su polo, pero leyó mis pensamientos: se cerró la chaqueta del uniforme de Belmont por inercia. Asumí que esta era nueva, dado a que había dejado en uno de los stands del salón de vestuarios la que tomó prestado hace unas semanas. Entonces no pude no preguntarme de dónde había obtenido el dinero para ello porque el director aseguró que él no tenía las condiciones para adquirir una nueva.

Una melodía para un corazón roto [CCR #1] ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt