5. El precio de nuestra decisión

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¿Alguna novedad en Belmont, Callen?

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¿Alguna novedad en Belmont, Callen?

Envié el mensaje bastante ansioso por saber la respuesta, una que tardó un par de minutos en guardarse en el buzón de entrada. Lástima que California no fuera explícita cuando envió apenas una oración:

Luego de que organizaras la ceremonia en el gimnasio, lograste despistar a la gente, Serena, porque pocos aún creen que eres Dalimoe. ¿Contenta?

Asentí aunque ella no pudiera observarme, sorprendiéndome cuando un nuevo mensaje se depositó en la pila.

¿Aún crees que sea buena idea reclutar más mensajeros?

Respondí afirmativamente antes de bloquear el móvil.

California Donovan no estaba contenta desde aquella tarde donde me castigaron tras la discusión en la cafetería de Belmont, puesto que parte de la ceremonia que organicé como Dalimoe en el gimnasio fue anunciar mi retiro temporal del Club de los Corazones rotos. A muchos ─incluidos los mensajeros─ les tomó por sorpresa el que fuera apartada de las labores asociadas al grupo de voluntarios que habían cambiado la vida de decenas de estudiantes. Sin embargo, les supe explicar que se debía a asuntos familiares. Como era de esperarse, muchos me preguntaron si me había reunido personalmente con la misteriosa Dalimoe, a lo que me negué. Solo me limité a decir que había renunciado y que, por tanto, se estaban buscando nuevos mensajeros. Y no me sorprendió que aquel día se recolectaran cientos de notas escritas a mano de quienes estaban interesados en formar parte de esta familia. Había leído un par de estas antes de estudiar a los remitentes. Sin embargo, aún me faltaba una enorme pila de cartas.

Apuesto a que encontraremos a un par de mensajeros que juren lealtad a Dalimoe.

Le envié el mensaje a California, recibiendo otro a cambio:

No dudo que vayas a lograrlo, aun así preferiría que todo regresara a la normalidad con los diez irremplazables mensajeros que iniciaron esta travesía. ¿Es demasiado pedir?

Lo es, respondió mi subconsciente. Ahora que estaba dispuesta a ampliar los horizontes del club no podía retroceder. Aun cuando California Donovan se mostrara reacia al cambio, sería mi deber hacerla comprender que era necesario.

Prometo no decepcionarte con los nuevos mensajeros.

Fue todo lo que le respondí.

Para distraerme, estiré los pies sobre el sillón, aprovechando que Caleb Jules no se encontraba en casa por viajes de negocio; y me sentí tan relajada a tal punto de despreocuparme de los problemas que se fueron sumando en la semana, sobre todo después de que Lawrence Evanston me lanzara a la boca del lobo tras asegurar que estaba enamorada de Dante Heartbreaker. Él nos vendió, lo acusó mi subconsciente mientras cambiaba de canal. Pensar en aquel día aun me ponía alerta porque recordaba con exactitud las muecas de asombro de Dante, a quien evité desde entonces refugiándome en la excusa de que nadie podía verme junto a él ahora que me había retirado del club.

Una melodía para un corazón roto [CCR #1] ©Where stories live. Discover now