XLI "Sin Título"

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     Creo que para poder contar toda mi historia y con lujo de detalles necesitaría escribir un libro. Uno con muchas palabras, capítulos y páginas. Y probablemente sería uno muy aburrido. Aunque tal vez pienso así porque los libros en general nunca me han gustado, o probablemente porque ya he tenido suficiente de mi propia historia como para querer relatarla desde un inicio. No creo que alguien me fuera a creer que todo lo escrito fue real de todas formas.
 
       He pasado por muchas cosas a lo largo de mi vida y tal vez he tenido más de los momentos malos que de los buenos, pero todos por igual influyeron al cien por ciento para que hoy en día tenga el presente que tengo.
 
       Y por tener lo que hoy tengo, no cambiaría nada.
 
       Estoy muy consciente de que los últimos meses de mi vida seguramente han sido los más problemáticos de todos; sin embargo, creo que también vienen siendo los mejores. En éste tiempo perdí y conseguí muchas cosas, pero lo que más disfruto son los amigos que gané, los buenos ratos que pasé, y sin duda, haber conocido a la persona más importante para mí.
 
       Definitivamente, lo más relevante de estos casi ocho meses es que me he enamorado, y como jamás lo había hecho. Nunca creí que algo tan magnífico podría ocurrirme a mí. Haberme equivocado en eso me alegra mucho.
 
       Es cierto que, a excepción de mi mejor amigo, antes no había convivido lo suficiente con las personas como para poder enamorarme, pero estoy tan seguro de mis sentimientos como de que respiro. También es cierto que lo conocí en la forma más extraña que pudo haberse presentado, pero de no ser así probablemente él nunca habría llegado a mi vida.
 
       Es único en el mundo. Atento, honesto, cariñoso. Antes jamás había tenido el placer de conocer a alguien como él. Y saber que encima de todo él siente lo mismo que yo, me hace la persona más feliz del planeta.
 
       Puede que la gente lo dude, pero en realidad tenemos muchísimas cosas en común. Y sabiéndolo tan excéntrico y especial… bueno, creo que me estoy dedicando un enorme halago.
 
       -¿Me das una mano, Frankie?
 
       Me había perdido en la vista del edificio al cual acabábamos de llegar, pero la voz que me buscaba me trajo de vuelta, y al instante me giré para ver a mi pelinegro favorito sentado en el asiento trasero del auto del cual yo acababa de bajar. La puerta estaba abierta, pero él no podía levantarse a causa de la pesada caja que tenía sobre las piernas.
 
       -¡Perdona, Gee! –salté, apresurándome a tomar la caja y levantarla.
 
       En realidad, su nombre es Gerard. Gerard Arthur Way Lee, para ser exactos. Pero yo le digo Gee, y me encanta ser una de las pocas personas con el derecho de hacerlo. Confieso que me encanta jactarme de ello aunque sea solo en mi mente.
 
       -Está bien, Frankie. No te preocupes –dijo saliendo del auto y dedicándome una de sus sonrisas más preciosas.
 
       Físicamente, hay que decir que mi Gee es un hombre muy atractivo. Me doy cuenta de cómo la gente se intriga con su semblante más serio, o como se pierden en el mar verde esmeralda de sus ojos cuando los mira fijamente. Inclusive me ha tocado escuchar más de un suspiro disimulado cuando alguien consigue escucharlo reír. Y él es o muy modesto o muy ciego, porque nunca se da cuenta.
 
       No ponerme celoso cada vez que ocurre algo así es una tarea titánica, lo admito. Pero siempre consigue que yo me olvide de eso, y me recuerda que yo soy la persona que más ama. ¿Modestia? ¿Quién tiene el tiempo? Escucharlo de su boca es más reconfortante que la más tersa de sus caricias.
 
       Gerard es más bien una persona reservada con la mayoría de la gente, y muchos piensan que tiene mal genio y que es muy huraño. Confieso que respecto al mal genio no se equivocan mucho, pero también puede llegar a ser muy dulce y cariñoso si así lo quiere. Quien se toma el tiempo de conocerlo, lo sabe muy bien.
 
       Me quitó la caja de las manos apenas estuvo de pie a mi lado, y cuando se inclinó para hacerlo no olvidó dejar un beso contra mis labios.
 
       -Hogar dulce hogar, ¿eh? –susurró.
 
       Yo sonreí. Eso era lo único que podía hacer al verlo tan radiante.
 
       Habíamos estado casi un mes metidos en ése hospital, siendo monitoreados mientras heridas sanaban y los cuerpos se recuperaban después de los respectivos incidentes ocurridos semanas atrás. Desde el primer día había expresado su desesperado deseo por salir de ahí, y el estar finalmente fuera y en nuestra propia casa debía sentarle mejor que nada.
 
       Hago énfasis en NUESTRA casa, porque es una idea tonta que me ronda constantemente por la cabeza. Hacia ya un tiempo que estaba viviendo con él, pero la idea era que solo sería algo temporal, hasta que yo… resolviera unos asuntos conmigo mismo y pudiera volver a mi vida “normal”.
 
       Pero me di cuenta de que mi vida normal era una pesadilla, y las personas que quería comenzaron a sufrir estragos por ello. Si en ésos momentos yo no hubiera tenido a Gerard a mi lado… no sé qué hubiera pasado. Él estuvo para mí sin que yo se lo pidiese, y de pronto, me di cuenta de que lo que sentía por él no era mera gratitud. De hecho, hasta en eso tuvo que ayudarme, porque yo estaba tan perdido que no comprendía ni siquiera mis propios sentimientos.
 
       Ahora, sin embargo, todo estaba solucionado. Mi pasado dejó de atormentarme, y finalmente podía decir con exactitud que sabía quién era Frank Anthony Thomas Iero Pricolo (ése soy yo). Ahora, volvíamos a un lugar al que por un período de tiempo llamé hogar, pero hoy por primera vez tuve la completa certeza de que, en efecto, lo era.
 
       Porque yo iba a vivir con Gerard, pero ésta vez no era porque quisiera ayudarme, no se trataba de que fuera a protegerme. Ésta vez la razón simplemente era él y yo, juntos porque nos amábamos. Punto. Suena egoísta… pero no compartiría mi felicidad con nadie. Lo quiero todo para mí.
 
       Juzgarme es fácil cuando no se sabe lo bien que se siente.
 
       -¿Quieres que te ayude con eso, Gerard? –dijo Brendon, aproximándose desde la puerta del conductor con su siempre amable gesto.
 
       -Yo puedo, no hay problema.
 
       -Dices eso para quedar como todo un semental frente a tu novio –bufó Ryan a un lado de Brendon con sus cejas arqueadas, las manos en la espalda, y una sonrisita burlona dirigida para mi ceñudo Gerard-. No te esfuerces tanto, él ya sabe que eres una nena llorona.
 
       -Me lo dice la llorona más escandalosa del planeta –respondió Gerard con mordaz sonrisa, provocando que el rostro de Ryan adoptara una expresión indiferente que no pudo ocultar el tono rojizo que se abultó en sus mejillas. Sintiéndose victorioso, Gee me miró con una sonrisa-. ¿Vamos adentro, entonces?
 
       Asentí.
 
       Los cuatro entramos al edificio, y juntos tomamos el ascensor. Fue un poco complicado para mí y para Gee porque ambos somos algo claustrofóbicos, por lo que nos lo pensamos muy bien antes de subir bajo las miradas inquisidoras de Brendon y Ryan. Pero yo había aprendido que cuando estaba con él nada parecía asustarme, y cuando entré al ascensor, me siguió así como siempre lo hacía a cualquier parte.
 
       Fue mucho más sencillo de lo que esperé, y cuando las puertas finalmente se abrieron salimos satisfechos por haberlo conseguido, pero al hacerlo me pareció que la caja se le resbalaba un poco de las manos, por lo que me apresuré a sostenerla para que él pudiera sujetarla mejor.
 
       -¿La tienes?
 
       -Sí, ya, puedes soltarla…
 
       -¿Seguro?
 
       -Vamos Frank, que a pesar de la pinta, el sujeto no es un completo inútil –exclamó una voz a mis espaldas.
 
       Cuando solté la caja, al instante me volví con los demás hacia las dos puertas que había en el piso. En la de la derecha, acababa de aparecer Gabe, con los brazos cruzados y expresión petulante. Sonreí a sobremanera y me apresuré a llegar hasta él para abrazarlo.
 
       -¡Gabe…!
 
       Mi mejor amigo ha estado a mi lado casi toda mi vida. Fue también un acto del destino muy particular el que nos mantuvo juntos tantos años, y cabe mencionar que fueron años muy difíciles; pero siempre que estaba conmigo conseguíamos salir adelante sin importar las circunstancias. Gabe para mí era como el hermano que nunca tuve, y una persona fundamental en mi vida también.
 
       -Llevamos como una hora esperándolos, cretinos –se quejó dirigiéndose a todos en general, recibiendo disculpas y un par de risas. Luego bajó su vista hasta mí y me sonrió antes de saludarme con un beso-. Que bueno es ya tenerte acá, Frankie.
 
       Desde muy pequeños ambos tomamos la costumbre de besarnos como una simple muestra de afecto, pero últimamente Gabe lo había estado haciendo con más frecuencia de la que solía. Claro que ahora la razón no me era desconocida, y a veces me resultaba tan dulce como tonto el que mi mejor amigo se esforzara tanto en poner celoso a mi novio.
 
       Gerard se aclaró la garganta ruidosamente detrás de nosotros, y Gabe alzó la vista hacia él estirando su sonrisa hasta convertirla en un gesto casi maligno. Yo solo pude poner los ojos en blanco al divisar lo que sería un evidente atentado a la paciencia de mi Gee.
 
       -¿Te pasa algo, Gerard? ¿Necesitas que te ayude con la cajita? –preguntó. Yo traté de finalmente soltarme de él, pero Gabe se aseguró de mantenerme bien sujeto, sin dejar de mirar el trayecto de Gerard hacia la puerta de nuestro apartamento.
 
       -No, gracias –contestó con altivez-. Si te me acercas mucho podría romperte tu simpática cara.
 
       -Me encantaría ver eso…
 
       -Shhh… Gabe –le reprendí en voz bajita.
 
       Gerard masculló algo por lo bajo, pero no alcancé a comprenderlo porque la puerta del apartamento se abrió sola y reveló a Ray, quien se asomó al pasillo con gesto inquisidor.
 
       -¿Van a empezar tan temprano? Aún no son ni las cuatro de la tarde –se exasperó. Luego vio la caja que Gerard llevaba y se hizo a un lado-. Bueno, pasen de una buena vez. Por un momento pensé que ya no llegaban.
 
       -Lo siento, Ray.
 
       Logré escurrirme de los brazos de Gabe justo a tiempo para ver la última mirada antipática que Gerard le dirigió antes de entrar al apartamento. Brendon y Ryan procuraron reír en voz baja y cruzaron la puerta detrás de él. Siempre les había divertido bastante el intercambio de hostilidad de Gabe y Gee.
 
       Una vez que estuvieran adentro, esperé a que todos se alejaran lo suficiente de la puerta abierta, de forma que pudiera tener unas palabras con mi amigo en privado. Cuando me volví hacia él le vi una sonrisita nada inocente.
 
       -Ya te dije que no lo molestes –le acusé sin esperar un segundo, tratando de ignorar su gesto y sonar severo-. En algún momento se enojará en serio.
 
       -Que se enoje, entonces –simplificó encogiéndose de hombros, y yo solo pude mirarle con reproche-. ¡Pues sí! Lo siento, Frankie. No me importa que tu novio sea un posesivo maniaco. Además, molestarlo es divertidísimo.
 
       -Sí, noté que planeas convertirlo en deporte…
 
       -Y como soy tan asombroso, ya rompí varias marcas.
 
       Juro que traté con todas mis fuerzas, pero no pude evitar reírme. Gabe siempre ha tenido esa especie de poder sobre mí, y cuando trato de ser muy serio respecto a algo hace bromas que hacen fracasar mis intentos. Eso me ayudó muchas veces en el pasado, cuando los tiempos no eran tan felices como ahora, pero justo en ése momento me ponía en evidencia.
 
       Para consolar a mi remordimiento, aproveché la ventaja para propinarle un golpe en el hombro. Gabe no lo impidió aunque pudo y tampoco me lo devolvió, como si él mismo pensara que ésta vez se lo había ganado. En vez de eso, extendió la mano y me revolvió el cabello de forma cariñosa.
 
       -Trataré de no molestar a tu querido psicópata entonces –dijo tranquilamente-. Pero pido permiso para dispararle si trata de asesinarme mientras duermo.
 
       -Gabe, ya cállate –exclamé riendo y tratando de acomodar mi cabello otra vez.
 
       -De acuerdo, de acuerdo –bufó. Se cruzó de brazos y observó en silencio hasta que terminé de recuperar mi peinado original-. Oye, pero ya en serio –alcé la vista un poco sorprendido porque tanto su voz como su expresión en verdad eran algo severas ahora-. ¿Estás completamente seguro de que vas a vivir con él de ahora en adelante?
 
       -Otra vez con eso –y mis ojos rodaron por mis cuencas con exasperación.
 
       Desde que le comuniqué a Gabe que tenía planes de quedarme con Gerard había hecho hasta lo imposible por hacerme ver que eso “no era lo que yo quería”. Sabía que mi amigo solo se preocupaba por mí, que no quería que yo saliera lastimado o que me arrepintiera de mi decisión. Supongo que después de todo, aún no podía perdonar completamente a Gee por la forma en la que me había hecho irme de su casa cuando se enteró de lo que yo era.
 
       Pero Gabe nunca escucha explicaciones. A pesar de que Gerard también había hecho eso con otros fines que no eran precisamente su propia seguridad, eso era lo único que mi amigo parecía ver. Agradecía mucho su preocupación, pero las cosas eran muy distintas ahora y eso lo tenía que ir entendiendo ya.
 
       -Mira, haz lo que quieras –dijo ásperamente-. Pero si ése imbécil…
 
       -Él es tu amigo también. No le llames así.
 
       -Ya lo sé. Pero le voy a llamar así y de muchas formas más si se atreve a… -se quedó callado al ver que yo no mudaba mi escéptica expresión, por lo que acabó suspirando rendido-. Tú eres más importante para mi, Frankie. No quiero que te haga daño.
 
       -No te puedo segurar que eso no pase –él pareció indignado por mi contestación, pero yo continué sin inmutarme-: Las relaciones reales no están hechas solamente de cosas bonitas. Estoy seguro de que vamos a discutir, de que tal vez llegue a sacarme de mis casillas, que nos enojaremos o lloraremos por culpa del otro. Pero no voy a venir a hacértelo saber buscando tu protección. Creo que ya estamos lo suficientemente grandecitos como para resolver nuestros problemas solos –sonreí por su perplejidad-. Lo que Gee y yo tenemos es muy especial. Confío en que vamos a superar cualquier adversidad juntos, así como espero que tú y Bill puedan hacerlo.
 
       Gabe estaba mudo. No estoy seguro de que la razón fuera la seguridad de mis palabras, o que quizás acababa de darse cuenta de que yo había madurado bastante a lo largo de esos meses. De todas formas, tras una pausa, una corta sonrisa se dibujó en sus labios, y no fue necesario que dijera nada para que yo supiera que estaba de acuerdo con lo que acababa de decir.
 
       -¿Ya llegaron? –preguntó de pronto una voz desde dentro del apartamento de Gabe. Él volvió la cabeza hacia atrás y contestó en voz alta:
 
       -Sí. Lo siento Bilvy, no te avisé.
 
       -No importa –dijo llegando hasta nosotros-. Hola, Frankie.
 
       Sonreí al ver al alto castaño ahí, de pie junto a Gabe. Al igual que a los demás, se le veía muy contento esos días. Específicamente, la amable expresión de Bill siempre me daba a entender lo cómodo que se sentía viviendo con Gabe, provocándome un sentimiento de tranquilidad.
 
       Y pensar que casi un año atrás él no era más que un secreto capricho de mi mejor amigo, y ahora era su pareja. En el pasado eso no hubiera podido ser siquiera posible, pero verlo hecho realidad me dejaba la cursi idea de que tal vez el amor sí superaba cualquier barrera. Después de todo, para Bill había sido muy difícil aceptar el pasado de Gabe y el mío, y sin embargo, seguía ahí con nosotros, incondicional como siempre. Esas son las pruebas que el amor sincero puede afrontar.
 
       Me divertía lo mucho que Gabe se esforzaba por disimular todo el cariño que le profesaba a su novio cuando estaban con nosotros. Pero no somos ciegos, y cualquiera podía ver toda la devoción que los ojos de mi amigo poseían cada vez que miraba a Bill. Estaba perdido. Completamente perdido. Y ver a Gabe así, tan contento a lado de alguien que también lo amaba, no tenía precio para mí después de todos esos años vividos con él.
 
       Saludé a Bill alegremente, y hubo un estrecho abrazo. Sabía que Gabe no querría seguir hablando del tema ahora, por lo que sin hacer mención de ello sugerí que entráramos al otro apartamento, donde nuestros demás amigos nos esperaban. Ambos estuvieron de acuerdo, así que lo hicimos.
 
***
 
       Nuestra tarde consistió en lo que se supone que sería, una fiesta de bienvenida para Gee y para mí.
 
       Nuestros amigos, armados con globos, comida y cervezas, habían preparado un recibimiento por demás agradable. Sacaron la nueva estéreo que Gerard había comprado, y solo unos minutos después de haber abandonado la caja, Ray ya la había conectado y la música llenó el apartamento.
 
       Más que una fiesta, era más bien una especie de reunión, tranquila y muy amena en la que tanto Gerard como yo pudimos sentir que finalmente estábamos de vuelta en casa acompañados de nuestros mejores amigos. Horas más tarde también se nos uniría Vicky, la enfermera que solía atendernos en el hospital y que se había vuelto una muy buena amiga de ambos.
 
       Hay que decir que Gabe se comportó muy cordialmente con Gee, quien al parecer decidió dejar pasar el disgusto de hacía un rato, y admito que eso me dejó mucho más tranquilo. Los otros también notaron el aparente tratado de paz entre ellos, pero no hicieron mención de ello para no dañar el orgullo de nadie, preocupándose en continuar con lo que hacían.
 
       Hubo interminables charlas, bromas, algunas anécdotas sobre las semanas en que no estuvimos por ahí, e incluso algunos planes a futuro.
 
       De momento, Gabe había conseguido trabajo como ‘aprendiz’ en la peluquería en la que trabajaba Bill, y Ray me comentó en la reunión sobre un amigo suyo que podría darme un empleo en su restaurante. Tanto Gabe como yo intercambiamos miradas al escuchar eso, disimulando sonrisas y sabiendo que el otro pensaba exactamente lo mismo. El estar recuperando las vidas normales que creímos que jamás tendríamos de nuevo era indudablemente sublime.
 
       Gerard pareció notar lo contento que eso me ponía, porque entrelazó mi mano con la suya y me dijo lo feliz que estaba por mí. Al instante en que lo escuché le di un fuerte beso, sin importar el silbido de Ryan o las risitas nerviosas de Bill y Vicky, ya que aquél había sido el primer impulso de gratitud que sentí.
 
       Nada de lo que finalmente he conseguido sería posible de no ser por Gerard, y al hallarme falto de las palabras para expresar ése sentimiento, solo pude continuarlo besando hasta que Ray anunció que si aún no estábamos satisfechos ya podíamos comernos el pastel que habían comprado para nosotros.
 
       Fue una tarde inolvidable que hubiera lamentado que terminara, de no ser porque una vez que nuestros amigos se fueran, Gee y yo estaríamos por primera vez solos en la comodidad de nuestro apartamento desde hacía casi dos meses.
 
       El tiempo juntos en el hospital nunca había sido suficiente, y ni qué decir de la intimidad, que había sido prácticamente nula. Por ello, no me sorprendía que durante la reunión hubiera habido algunas disimuladas muestras de… cariño; tales como caricias sugerentes en piernas y brazos, suaves mordidas innecesarias hasta en los besos más cortos, así fueran en los labios, mejillas o incluso una vez mi oreja.
 
       Afortunadamente nadie pareció notar ése invisible halo de necesidad que se creaba entre nosotros, y cuando todos empezaron a irse (más lentos que nunca), se despidieron como si nada y plantearon improvisados planes para los días siguientes entre abrazo y abrazo. Dijimos que sí a todo, probablemente prestando atención solo a la mitad de las cosas que nos decían.
 
       Finalmente, ocho de la noche, y la puerta del apartamento se cerró por última vez, detrás de Bill y Gabe. Hubo un pequeño silencio, y entonces nos miramos. No hubo necesidad de decir nada; Gee tomó mi mano con una sonrisa y ambos nos dirigimos hacia el dormitorio.
 
***
        
       -Extrañé tanto tenerte así –susurró recargando su frente contra la mía y cerrando los ojos.
 
       Yacíamos recostados en la cama, desnudos bajo las sábanas y con nuestros brazos y piernas enredados entre sí.
 
       Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que hacer el amor con mi Gee es lo más magnífico de este mundo. Antes solíamos hacerlo muy a menudo, como si se tratara de una adicción; pero después de los sucesos ocurridos, ésta era la primera vez que volvía estar con él de aquella manera.
 
       Nos tomó casi una hora el poder satisfacer los cuerpos. Nos desvestimos tan rápido que no se podía decir que hubiéramos tenido ropa puesta un minuto atrás, y cuando acabamos sobre la cama no desperdiciamos ni un segundo. Hubo algunos juegos, besos asfixiantes y cambio de posiciones a lo largo de ése rato. Los movimientos fueron delicados y en su momento algo rudos, así como los suspiros y gemidos se alternaron en un cierto período de tiempo. Procuré estar bien sujeto a él en el momento del éxtasis, y al final casi me desmoroné en sus brazos al recostarme sobre su pecho, jadeando y escuchando su agitada respiración contra mi oído.
 
       Permanecimos así largo rato, sin hablar o hacer otra cosa que no fuera repartir esos besos y caricias delicados. Pronto, en verdad comenzaba a sentir sueño, y minutos más tarde Gerard había levantado un poco las cobijas y se metió en ellas conmigo, jalándome contra su pecho para abrazarme.
 
       Adoro esa faceta en especial de Gee; la forma en la que pasa de un amante tan apasionado, al más cariñoso y tierno de todos. Cada gesto proveniente de él es indiscutiblemente dulce, y la forma en que me abraza me hace sentir completo. Siento que no importan las circunstancias, y que si yo me quedo a su lado todo estará bien. Sigo esa corazonada… porque estoy seguro de ello.
 
       Mis dedos acariciaron su mejilla, y él contestó recargándose un poco más contra estos. Sonreí al verle tan relajado y tranquilo. Su rostro tan dulce me provocaba a querer besarlo en esos instantes, pero prefería seguirlo observando.
 
       -Me alegra finalmente tenerte todo para mí –dijo entonces-. En el hospital no habríamos podido hacer esto ni aunque lo quisiera. -Abrió un poco los ojos y su sonrisa se estrechó-. Con lo escandaloso que eres.
 
       -¿Yo? –inquirí escéptico, pero sin poder controlar el rubor que apareció en mis mejillas-. Déjame decirte que tú no eres precisamente un mimo en cuanto a esto.
 
       Gerard rió, al parecer encantado con mi respuesta ligeramente mordaz. Yo conseguí disimular mi sonrisa y comencé a acariciar los lados de su cabeza, dejando que mis dedos jugaran un poco con su cabello. Sentí como acariciaba mis costados suavemente, y luego varios besos se impactaron contra mi mejilla, pequeños, frágiles; cerré los ojos y me preocupé en disfrutar cada pequeño roce, que parecía casi arrullador en ése estado de relajación en el que ahora nos encontrábamos.
 
       Acaricié sus brazos, que estaban alrededor de mí, y planté un beso contra su hombro.
 
       -Te amo –musité-. Mucho.
 
       -Yo te amo muchísimo más, mi cielo.
 
       Me acurruqué un poco más cerca de él, y mientras sentí sus brazos estrechándome más fuerte yo froté delicadamente mi nariz contra la suya.
 
       Siempre que hablamos de ‘quien ama más a quien’ me gana. Pero no es porque en verdad me ame más (o quizás sí), sino porque es terco como una mula y si no gana al final se queda enfurruñado por horas. Así que ya dejé de replicar al respecto, y como entonces, solo sonrío y dejo varios besos por su rostro.
 
       Pero a pesar de lo acostumbrado que estoy ya a escucharle hablarme como lo hace, a veces pareciera que mi cuerpo no está tan habituado. Sin importar cuántas veces lo escuche, un ‘te amo’ de Gerard sigue acelerando mi corazón como el primero, así como no puedo controlar cuando me sonrojo o me pongo tímido con sus comentarios subidos de tono. En ocasiones lo disimulo bien y consigo contestarle, pero eso no quita el sentimiento de emoción y locura que se desata en mi estómago.
 
       Nunca había estado así de enamorado. De eso estoy seguro.
 
       -¿Aceptarás el empleo en el restaurante?
 
       -Supongo que sí…
 
       -Pero seguiré siendo tu cliente numero uno, ¿verdad?
 
       Lo miré. Parecía tan feliz, con aquella sonrisa medio tonta en los labios y sus ojos fijos en mí, estudiándome detalladamente. Contesté con una sonrisa cariñosa y lo besé por unos segundos.
 
       -Siempre y cuando yo siga siendo tu muerto favorito.
 
       Le escuché reír muy cerca de mí, y luego su dorso acarició parte de mi rostro con suavidad. Se inclinó un poco y me robó un diminuto beso.
 
       -Por supuesto, Frankie. Siempre lo serás.
 
       No espero que lo comprendan, ya que eso último es una broma interna entre nosotros debido al trabajo de Gerard en la morgue como médico forense y la manera tan particular en que nos conocimos.
 
       Pero… esa ya es otra historia, muy larga y difícil de contar. Tanto así, que para contarla toda y con lujo de detalles necesitaría escribir un libro. Uno con muchas palabras, capítulos y páginas. Y probablemente sería uno muy aburrido. Aunque tal vez pienso así porque los libros en general nunca me han gustado, o probablemente porque ya he tenido suficiente de mi propia historia como para relatarla desde un inicio.
 
       No creo que ni ustedes me fueran a creer que todo lo escrito fue real, de todas formas.


FIN

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⏰ Última actualización: Oct 15, 2019 ⏰

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