XXIX "Frank"

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Durante el relato de Gabe, Frank había estado escuchando con los ojos muy abiertos, notando como sus recuerdos comenzaban a llegar, invitados por las palabras de aquél hombre.
 
Ahora, con su mente dando vueltas ligeramente a causa de tanta información que había llegado de repente, se había sujetado la cabeza y había comenzado a llorar. Un segundo después, Gabe se había subido a la cama y lo había abrazado.
 
Al sentir aquél calor, el cuerpo de Frank pareció reconocerlo y mecánicamente sus brazos rodearon el torso del mayor, mientras ocultaba su rostro contra su pecho de forma natural.
 
Gabe lo estrechó fuertemente y acarició su espalda. El llanto continuaba.
 
-Eres un llorón, Frankie –dijo Gabe con una sonrisita triste. Inclinó su rostro, posándole un tierno beso-. Nunca vas a cambiar.
 
-Gabe… -sollozó apretándose más contra su cuerpo.
 
Se odiaba por no haber sido capaz de reconocer a su mejor amigo, a pesar de que había estado viviendo justo a lado de él. Quizás se debía a que no había tenido mucho contacto, y sus charlas habían sido bastante triviales.
 
Sin embargo, la confusión en su cabeza iba en aumento, ya que Gabe sólo le había hecho recobrar algunos recuerdos, pero eso había desencadenado que otros cientos más volvieran de golpe, uno detrás de otro.
 
 
23 de Septiembre 1995
Newark, New Jersey
 
 
-¡Frank, apúrate con un demonio!
 
-¡Cierra la boca, ya voy!
 
Gabe soltó un gruñido al mismo tiempo que lo hacía su estómago, y dejó su frente recostarse en la mesa en el lugar donde ya debería estar su plato con comida. Llevaba casi una hora ahí sentado, y el alimento simplemente no llegaba.
 
Finalmente, Frank apareció en el diminuto comedor, arremangado hasta los codos y llevando dos platos de carne picada y cocida con trozos de papas y zanahorias ahumadas. Le sirvió su plato a Gabe, dirigiéndole una mirada de despecho, que el otro no captó porque ya tomaba sus cubiertos con precipitación. Probó un poco mientras Frank tomaba asiento a su lado con gesto digno, y soltó una exclamación de deleite.
 
-¡Moría de hambre!
 
-Eres tan bestia –se quejó Frank con el ceño fruncido, mientras tomaba su propio tenedor-. No soy tu estúpido criado…
 
-Las palabrotas en la mesa, Frankie –le recordó su amigo, burlándose a propósito de aquella regla impuesta por él. Frank lo miró con odio y Gabe rió, pinchándole una mejilla con el dedo-. No te enfades, lo siento. Gracias por la comida, no sé qué haría sin ti.
 
-Acabarte en un día el dinero que te deja para la semana el tío Marilyn, en comida rápida –aseguró Frank.
 
-Lo sé. Gracias, en serio.
 
Frank sonrió, recibiendo el beso que su amigo le diera antes de reasumir su tarea de devorar su plato. El mismo Frank se sentía orgulloso de que el platillo hubiera resultado aunque hubiera sido su primer intento. Trataba de hacer variadas sus comidas, entreteniéndose gran parte del día buscando recetas en la computadora portátil de su tío y preparándolas.
 
Gabe, obviamente, se sentía bendecido porque uno de los dos supiera usar la cocina sin volarlos en pedazos, y dependía de su fiel compañero para poder comer, ya que Manson se iba en la mañana y volvía pasadas las nueve para encerrarse en su habitación.
 
A temprana edad, Gabe y Frank se habían habituado a comprar su comida y otras necesidades básicas, así como a mudarse frecuentemente de ciudad por el ‘trabajo’ de su tutor, cuya identidad desconocían.
 
-Cuando yo sea grande y tenga mucho dinero, te compraré un restaurante para ti solito, Frankie –le aseguró Gabe-. Serás un éxito.
 
-Sí, Gabe –sonrió el otro con un poco de sarcasmo, pero el otro niño no lo notó.
 
 
11 de Noviembre del 2001
 
 
Marilyn Manson yacía quieto en su silla, detrás del escritorio en la oficina de la Fábrica de Vidrio en la que manejaba sus negocios. Había estado escribiendo una carta para uno de sus ‘empleados’ en la que le anunciaba su nueva misión, cuando repentinamente, Frank había entrado con expresión firme.
 
Manson dejó lo que estaba haciendo y miró de forma inquisidora al muchacho.
 
-Quiero entrar –fue lo que dijo.
 
-¿Cómo llegaste hasta aquí, Frank? –preguntó Manson sin escucharle.
 
-Gabe me trajo en nuestro auto, ¿eso que importa? –se exasperó-. He dicho que quiero entrar.
 
El hombre tras el escritorio no dijo ni hizo nada por unos instantes de silencio. Sabía perfectamente lo que aquellas palabras significaban, y no podía evitar su curiosidad porque Frank estuviera al tanto de lo que él hacía. Pero no dijo nada al respecto.
 
-¿Porqué? –inquirió.
 
-Quiero que hagamos un trato.
 
Las palabras del joven habían sonado decididas, y por su apariencia llevaba mucho tiempo pensando en ello. Manson estaba seguro de que tendría que escuchar atentamente, porque sabía que si Frank había llegado hasta ahí para hacer un trato, significaba que tenía algo interesante que proponer.
 
Consciente de ello, y sin ocultar su mirada suspicaz, le hizo un ademán para que comenzara a hablar. Frank se acercó un poco más al escritorio.
 
-Quiero trabajar para ti a cambio de que hagas algo por mí –fueron sus palabras concisas y directas. Manson arqueó un poco las cejas-. Estoy dispuesto  hacerlo si tú prometes que encontrarás al asesino de mis padres –hizo una pausa, examinando la nueva cara con ligera sorpresa que había compuesto el hombre-. Porque yo sé que desde tu posición puedes hacerlo.
 
Manson comenzó a estirar una larga sonrisa que Frank no supo cómo interpretar. Por algún motivo, su tutor parecía inmensamente complacido. Se estiró un poco en su silla y soltó un suspiro, mirando al muchacho con satisfacción.
 
-Claro que puedo encontrar al asesino –le dijo con voz apacible-. Pero puede tomar meses, años quizás. Estamos hablando de alguien del que no sabemos nada y que escapara hace más de diez años.
 
-Lo sé –asintió Frank-. Por eso pienso trabajar para ti durante el tiempo en que lo estés buscando. Quizás inclusive yo podría llegar a toparme con él en éste… mundo.
 
-Sí, es probable…
 
Notó que Frank no había vacilado ni un solo segundo, y no parecía que pensara en echarse para atrás. Sonrió nuevamente y extendió su mano sobre el escritorio hacia el muchacho.
 
-Me parece bien, entonces.
 
-Pero hay una condición.
 
Manson se quedó quieto, con la mano en el aire y su sonrisa decayendo ligeramente ante la mirada seria de Frank, quien no se había movido un centímetro. Dejó su mano reposar sobre la superficie del escritorio y se quedó devolviéndole aquella mirada fija al astuto joven, esperando para escuchar la condición.
 
-Voy a ser parte de esto –dijo Frank con un tono de voz ligeramente estridente-. Estoy dispuesto a mentir, robar y matar si con eso podré hallar y vengarme de ése bastardo; pero no le quitaré la vida a ningún inocente –en los ojos de Manson hubo un destello de incredulidad-. Si voy a ser un asesino, sólo eliminaré a la mala hierba de éste país para evitar que sigan haciendo de las suyas. Ésa es la condición.
 
Hubo un silencio. La guerra de miradas continuó y ninguno hizo ademán de moverse en aquél periodo de tiempo.
 
Finalmente, tras casi un minuto, Manson se recargó en el respaldo de su asiento.
 
-Contradictorio, pero justo –dijo lentamente. Extendió nuevamente su mano hacia Frank, quien ésta vez la estrechó con la suya-. Frank Iero, tenemos un trato.
 
 
 
31 de Octubre del 2008 (7 años después)
 
 
-Hey, Frankie, ¡feliz cumpleaños!
 
Frank sonrió débilmente a su amigo, que acababa de entrar al cuarto del nuevo hotel en el que se hospedaban. Traía una botella de vino tinto bajo el brazo y un pequeño paquete en la mano.
 
Se dirigió hacia el comedor-salita para sacar unas copas de un pequeño mueble, lanzándole el paquete a Frank, que estaba sentado en la mesa y apenas logró atraparlo.
 
-Espero que te guste.
 
Frank abrió el paquete sin prisas, mientras que Gabe destapaba el vino en una exclamación de júbilo y luego colocaba las copas debajo de la espuma que salía a borbotones una vez que el corcho saliera volando. Llenó las copas hasta el tope con el vino y dejó la botella y una de las copas frente a Frank, quien ya tenía el primer CD de los Bouncing Souls en sus manos.
 
-Gracias Gabe, era el único que me faltaba –le dijo mirando a su amigo con alegría.
 
-Lo sé. Me costó mucho encontrarlo; me debes una grande –Frank sonrió, tomando la copa de vino. Gabe extendió la suya hacia él-. Un brindis por un año más de vida. Felices veinticinco. Que tengas muchos más, Frankie.
 
Se bebió su copa en una sola empinada y sonrió gratamente después de soltar una exhalación de gusto. Pero entonces, su sonrisa se esfumó, pues acababa de notar que Frank no había bebido de su copa y que mantenía una mirada perdida clavada en el cristal, sin atisbo de su anterior sonrisa.
 
Gabe supo al instante que algo estaba mal. Dejó la copa en la mesa y se sentó a lado de su amigo, tratando de establecer contacto visual, pero Frank permaneció en su mundo. Preocupado, tomó su mano, haciéndolo dar un pequeño respingo.
 
-¿Qué pasa? –Frank despegó los labios y Gabe se le adelantó con tono amenazante-. ¡No me digas que nada, porque sabes que no es cierto!
 
Frank volvió a cerrar la boca y desvió de nuevo su mirada a la copa de vino que sostenía en su mano. Sus ojos examinaron el color rojizo del líquido y se vio obligado mirar a hacia otra dirección cuando imágenes difusas sobre una cama llena de sangre, con tonalidad similar a la del vino, aparecieron por una fracción de segundos en su cabeza. Apretó la mano de Gabe con fuerza.
 
-Hablé con Manson –dijo en voz baja.
 
Su amigo supo al instante que aquello no auguraba nada bueno. Frank se había molestado mucho porque le asignaran una misión en la que tenía que matar a un sujeto que no ameritaba su asesinato, y había pasado los últimos días tratando de ir hablar con su jefe; pero el hecho de que Manson se hiciera el difícil de encontrar para ellos, hizo suponer a Gabe que algo raro estaba pasando.
 
-No me va a cambiar la misión –le confesó Frank en voz baja y con la mirada en su regazo-. Me puso mil excusas y no se cansaba de repetir que estaba falto de personal y que yo era el más indicado.
 
Gabe torció el gesto con enojo.
 
-No importa, no lo hagas. Si te amenaza haré el trabajo por ti.
 
-¡No, Gabe! –Saltó alarmado, dirigiéndole una mirada de aprensión-. Hicimos un trato con él. Ni tú ni yo dañaríamos a personas inocentes. No quiero que cargues con un asesinato como aquél.
 
-¿Entonces, qué harás?
 
Frank se quedó en silencio y miró su regazo de nuevo, sintiendo aquél vacío espantoso en su estómago que había estado ahí desde hacía varios días. Él ya sabía perfectamente lo qué iba a pasar, pero no había querido decírselo aún a Gabe; en el fondo prefería no tener que decírselo nunca. Cerró los ojos unos segundos y respiró hondo para darse fuerzas.
 
-Gabe, me temo que éste será mi último cumpleaños.
 
Su compañero se quedó inmóvil, mirándolo con los ojos muy abiertos. Aquellas palabras podrían significar cientos de cosas, pero Gabe sabía perfectamente de qué estaba hablando su amigo. Frank soltó la mano de Gabe y dejó su copa de vino sobre la mesa con algo de fuerza de más, para entrelazar sus dedos sobre la superficie.
 
El vino de la copa y de la botella, que había estado moviéndose en hondas circulares, quedó en quietud tras unos segundos frente a aquellos hombres, como si fuera su único y mudo testigo, además de la cristalería.
 
-Tengo –comenzó Frank con una voz neutra y apacible- el presentimiento de que todo esto es una trampa –Gabe no decía nada, pero escuchaba con total atención las palabras del muchacho-. Creo que Manson me encomendó matar a Gerard Way porque sabe que no podré hacerlo. Y si abandono la misión o le pido a alguien más que lo haga por mí, me acusará de alta traición –entrecerró los ojos y el volumen de su voz se atenuó-. Quiere forzarme a que renuncie para tener un pretexto con el cual matarme. Así sus hombres no harán preguntas.
 
-¡No se lo permitiré! –gritó Gabe dando un golpe en la mesa, que provocó que la copa vacía se volcara y rodara hasta caer al suelo, haciéndose añicos. Gabe ignoró aquello, asegurando su mirada con la de Frank-. ¡Eso es una cobardía; si tiene algún problema con nosotros…!
 
-No es con nosotros, Gabe. Es conmigo.
 
El latino calló al escucharle y pareció tratar de recobrar la compostura. No supo qué decir, y preguntó con la mirada el motivo por el cuál Manson deseaba desaparecerlo. Frank lo entendió y sonrió con cierta tristeza.
 
-Desde varios años alcancé la mayoría de edad –explicó lentamente, como si él mismo estuviera planteándose las razones-. Como bien sabes, Manson ocupa la fábrica de mi padre para sus negocios desde que nosotros somos pequeños. Hace poco le recordé que cuando le había preguntado de niño el porqué de que él tuviera la fábrica y no yo, me dijo que solo sería hasta que yo fuera mayor de edad –soltó una suave risa que se escuchó amarga-. Parece ser que no contaba con que yo la quisiera de vuelta de nuevo, y prefiere asegurarse de que nunca la reclame. La necesita para encubrir su adorada empresa de asesinos.
 
-¡Pues dile que se quede con la fábrica; que no la quieres!
 
-¿Y tú crees que él vaya a confiar en mis palabras? –En los ojos de Gabe se mostró la desesperación-. Ha estado mucho tiempo en esto, y ha aprendido a arreglar las cosas de la manera más segura.
 
De nuevo las palabras sobraron. Años atrás, después de que Frank se despertara por una pesadilla respecto a sus padres, Manson les había dado un discurso sobre la vida. Les había dicho que la única cosa segura era la muerte. No había duda de que pensaba que la mejor manera de solucionar las cosas, también era esa dama negra que rondaba a los mortales.
 
Ninguno de los dos quiso decir nada, inclusive la conversación pareció dada por terminada. Frank se metió a la habitación, y comenzó a escuchar su nuevo disco en su reproductor de música, sumido en sus propios pensamientos. Gabe miraba televisión en la sala, o más bien, fingía hacerlo mientras se preguntaba mil cosas que no sabía cómo contestar.
 
Pasó casi una hora en la que ninguno de los dos hablara con el otro, y entonces, Gabe alcanzó a escuchar un sollozo proveniente de la habitación. Se levantó instintivamente y apagó el televisor, dirigiéndose hacia el cuarto.
 
Como esperaba, halló a Frank acurrucado en la cama, escondiendo su rostro entre sus manos y con el discman abandonado a un lado. Gabe sintió una gran tristeza al verle de esa manera, y se acercó para recostarse a lado de él. Cuando Frank sintió el peso del mayor a su lado, se destapó el rostro y lo miró acomodarse junto a él.
 
Ante la siempre amable expresión que se le fue dirigida, Frank se acercó, encontrando el reconfortante lugar que los brazos de Gabe siempre le habían dado aún cuando no se lo pedía. Un beso se posó en su frente, dándole el coraje para continuar derramando aquellas lágrimas de forma silenciosa.
 
Minutos más tarde, después de que la humedad salada dejara las mejillas del más joven, ambos amigos permanecieron abrazados en aquella cama para poder aclarar sus inseguridades.
 
-Podemos huir –sugirió Gabe en voz bajita, dirigiendo su rostro hacia abajo y hallado la vista de la coronilla de Frank-. Salir del país, si quieres.
 
-Va a encontrarnos, Gabe –negó el otro en un suspiro decepcionado, con su frente pegada a la clavícula del más alto-. Tiene tantos contactos… podríamos irnos a Rusia y él lo sabría. Sería peor. Me quiere a mí, y yo no pienso darle motivos para que te mate a ti también.
 
-Si él te hace algo voy a desnucarlo –gruñó apretándolo ligeramente contra su cuerpo-. Me da igual que sus ayudantes me lo cobren después, o que muera en el intento. No se lo perdonaría, nunca.
 
Frank dejó caer sus párpados, suspirando una vez más con abatimiento. No sabía qué hacer para salvarse a él mismo, pero tenía muy presente que no quería dejar que nada malo le pasara a Gabe. El problema radicaba en que, su más grande frustración era que al final jamás sabría quién era el asesino de sus padres, y por querer averiguarlo era por lo que se había metido en todo aquél embrollo, arrastrando a su mejor amigo consigo.
 
Sintió el familiar toque de Gabe por su espalda, tratando de ayudarlo a relajarse un poco. Alzó su rostro y besó quedamente a su amigo, antes de volver a su posición inicial.
 
-Voy a tener que pedirte un favor, Gabe –susurró.
 
-Dime.
 
Frank hizo una pausa para poder plantearse así mismo la pregunta, de manera que pudiera expresarla de la forma correcta y sin alterar a Gabe.
 
-Voy a intentar cumplir la misión, sólo una vez –Gabe abrió los ojos impresionado, pero Frank no había acabado-. Lo intentaré porque no quiero sentir que he desperdiciado y arruinado nuestras vidas todos estos años para nada. Sin embargo, si no lo logro, y Manson me matara…
 
-No lo hará.
 
-Si lo hiciera… -enfatizó Frank paciente-. Necesito que continúes trabajando para él.
 
-¿Qué…?
 
-No importa lo que me ocurra, el pacto sigue presente –murmuró-. Necesito que me prometas que lo obligarás a continuar la búsqueda del asesino de mis padres. Si muero, quiero irme con el alivio de que no lo dejé pendiente.
 
Gabe quiso replicar, quiso gritarle que no haría eso y que él no moriría. Pero los hechos eran contundentes, y las intenciones de Manson muy claras. Era un destino del que no podían escapar, ya que estaban encadenados a él desde aquella mañana de Enero en que dejaran sus casas para irse con ése asesino.
 
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y abrazó con más fuerza a Frank, murmurando un ‘lo prometo’ que el otro agradeció devolviéndole la fuerza de su estrecho contacto.
 
 
3 de Noviembre del 2008
 
 
Llevaba casi una hora esperando, pero finalmente, Gerard Way apareció en su campo visual. Frank estaba en el piso tres de un edificio de apartamentos que estaba detrás de la morgue de New Jersey; desde ahí podía ver hacia abajo, en el segundo nivel del edificio, la sala de autopsias, donde Gerard había estado trabajando todo el día con su compañero de pelo castaño. Éste, finalmente, se había retirado y el objetivo parecía estar guardando unas cosas antes de irse.
 
Frank tomó aire y colocó el rifle XP-32 sobre el alfeizar de la ventana. Se agachó, recargándose en una rodilla y colocando el mango del arma sobre su hombro, sujetándola fuertemente antes de asomarse por la mira graduada. Logró apuntar perfectamente al pecho del médico, quien estaba colocando un par de bisturís en un cajón de la mesa de metal, cercana a la ventana.
 
Ya todo estaba en posición, y gracias a su silenciador sólo se escucharía el cristal de la ventana romperse, sin ningún indicio de un disparo. Su dedo se deslizó hacia el gatillo y lo tentó ligeramente para confirmar que no tuviera el seguro. Sabía que la bala encamisada atravesaría su cuerpo directamente, perforando el corazón o quizás los pulmones. Le vería desplomarse, y mientras el suelo se llenara de sangre, él tendría que huir.
 
Miró el rostro de aquél sujeto, con una presión de culpa sintiéndose contra sus costillas, ¿de verdad iba a quitarle la vida a un hombre inocente para conservar la suya?
 
Entonces, al mirar más fijamente a su objetivo, se sorprendió así mismo admirándolo. No pudo evitarlo, ya que su cabello negro hacía contraste con su piel blanca y sus facciones finas. Era muy atractivo, y al pensarlo se halló ruborizándose terriblemente.
 
-Esto es una estupidez.
 
Bajó el rifle rápidamente, y sintiéndose frustrado y aún algo abochornado, desarmó el arma en tres partes y las colocó dentro del maletín con hendiduras de hule espuma oscura que tenían la forma de las piezas. Cerró el maletín y se puso de pie, tomándolo por la manija con una mano.
 
Miró una vez más por la ventana, y al divisar la silueta de Gerard Way maldijo en voz baja y dejó el lugar.
 
 
No le reveló su intento fallido a Gabe, haciéndole creer que aún no lo había hecho. El motivo era, que aprovecharía el día siguiente en que su amigo saldría a una misión en Nueva York, para dejar la ciudad. No sabía bien a donde iría, pero sabía que tenía que tratar de huir por su cuenta, ya que no quería involucrar a Gabe más.
 
Una vez que su mejor amigo se despidiera de él, (Frank lo abrazó con mucha fuerza y le dio un beso), y lo viera irse, salió para tomar un taxi.
 
No quería pensar en nada mientras el auto se dirigía hacia el aeropuerto. Sólo llevaba la ropa que traía puesta y todos sus ahorros consigo para no llamar la atención.
 
Después de solo quince minutos de viaje, mientras el sol se ocultaba, un auto salió de una calle adyacente y le cerró el paso al taxi. El conductor frenó a tiempo, haciendo chirriar las llantas, y comenzó a tocar el claxon y a maldecir en señal de protesta. Pero Frank sabía que aquello era malo para él.
 
Sin detenerse a ver qué ocurría con el auto oscuro que había aparecido repentinamente, abrió la puerta y salió corriendo a toda prisa hacia el parque que había en uno de los lados de la calle, ignorando los gritos del taxista que le ordenaba que volviera. Pronto escuchó que unas cuantas personas bajaban del auto oscuro y apresuró su carrera entre árboles, arbustos crecidos y juegos olvidados para niños.
 
Su corazón latía tan ruidosamente como se escuchaba su respiración, evitando que identificara si los hombres lo seguían. Sus propios pies hacían mucho ruido al pisar tantas hojas muertas que había por el suelo, volviéndolo una presa fácil de identificar a pesar de que ya estaba oscuro.
 
Acabó patinando al querer cambiar de dirección para despistar a quien lo siguiera; la vegetación muerta resultó estar húmeda y resbaladiza para sus suelas, haciéndolo caer suelo, que se raspara un brazo, y se diera un fuerte golpe en uno de sus costados.
 
-Mierrrda…. –gruñó desde el suelo, sintiendo su brazo arder.
 
-Corre, corre, corre, que nadie te pueda alcanzar… -canturreó una voz en la oscuridad. El corazón de Frank se oprimió-. ¿Por qué huyes, hombre de jengibre?
 
Pronto, las hojas y ramitas secas chasquearon alrededor, dándole a entender que estaba rodeado por tres hombres. Alguien lo sujetó por la parte trasera del cuello de la camisa y lo obligó a levantarse, dejando a su vista las siluetas vagamente familiares de los asesinos más solicitados de Manson. Quien lo sostenía era Mike Dirnt.
 
-Buenas noches, Jinx –saludó el asesino de menor estatura, un hombre de cabello revuelto y ojos grandes y verdosos-. No esperábamos tener que conocerte personalmente de ésta manera.
 
-Billie alias The Kid –dijo Frank con voz jadeante-. Veo que Tré y Mike quisieron acompañarte…
 
-El jefe está enojado contigo, Jinx –comentó Billie haciendo caso omiso y provocando que sus dos compañeros rieran entre dientes-. Dice que has sido un niño malo; nos ha enviado a castigarte. Vamos a ser un poco tradicionales… espero no te importe.
 
Notó que la sonrisa de Tré se enmarcaba un poco más, mientras mostraba un bate de béisbol que traía consigo. Frank trató de controlar el temblor de sus manos, sintiendo un nudo en su garganta.
 
-No te preocupes, hombre de jengibre –le dijo Tré burlón-. Sólo dolerá hasta que te mueras…. –le dirigió una mirada cínica-. Yo que tú me apuraría a hacerlo.
 
Frank recibió una inesperada patada en los muslos que Dirnt le dio por detrás, y cuando volvió a caer al suelo, girándose rápidamente sobre su espalda para no perder de vista al enemigo, apreció la figura oscura de Tré contra el manto azul oscuro de la noche, alzando el bate en lo alto.
 
Lo único que hizo fue cerrar los ojos con fuerza, conteniendo un par de aterradas lágrimas a las que después se le sumarían las de dolor.

Seducción Homicida |Frerard|Where stories live. Discover now