Capítulo XIX "Dudas"

920 83 2
                                    

        -¡Feliz primer mes!
 
         -¿Qué...?
 
         La luz que se colaba por la ventana, cuyas cortinas abiertas Frank acababa de abrir bruscamente, no me permitió ver nada por unos momentos. Aún ciego como un topo, sentí un peso en la cama, justo a mi lado y pronto, algo rígido reposaba sobre mi regazo.
 
         Parpadeé varias veces, viendo entre la exagerada luminosidad para una mañana de Marzo en New Jersey, una silueta muy cerca de mí. La silueta ya se definía y yo hacía lo posible para hacerme pantalla con mi mano, mientras mis párpados peleaban incansables por lograr cerrarse y dejar a mis ojos excluidos de ésa luz que los hería.
 
         Una risa infantil me dio a entender que debía dar un aspecto muy divertido; pero antes de reprochar algo molesto, un par de pulgares se posaron con delicadeza sobre mis párpados y los cerraron. Sentí las palmas a las que ésos dos pulgares pertenecían, posarse contra mis mejillas, y aún antes de recibir un suave beso, pude percibir el calor y el aroma del cuerpo de mi ser humano favorito.
 
         Sujeté sus codos para impedir que se alejará de mí y dejé que la comisura de mis labios se abriera con soltura, para compartir un beso mucho más cautivador.
 
         Sus manos resbalaron con cuidado por mi rostro y finalmente se separó. Yo volví a abrir los ojos, parpadeando sólo un par de veces más para finalmente visualizar a Frank que me dedicó una cordial sonrisa matutina.
 
         Miré lo que había colocado sobre mi regazo. Se trataba de una bandeja con el desayuno.
 
         -No trates de malacostumbrarme, Frankie –pedí con gesto reprobatorio que recibió un gesto entre burlón y escéptico como respuesta-. No dejaré que me traigas el desayuno a la cama de nuevo.
 
         -Tendré que ser más rápido que tú –comentó como para sí mismo-. Como hoy.
 
         -No tenías porqué hacerlo.
 
         -Gerard, creo que no has entendido que jamás he podido agradecerte el hecho de que salvaras mi vida –dijo su voz cansina, a pesar de que me dirigía una mirada que parecía arrepentida-. Ya casi... ya casi va a cumplirse medio año desde que nos encontramos por primera vez. Soy libre de querer sorprenderte el día en que se cumple un mes desde que estamos verdaderamente juntos.
 
         Mi mirada estudió sus gestos con tal lentitud, que parecía como si temiera desgastar sus facciones únicamente con mi vista. Él lo notó, y simulando el bochorno, se concentró en mirar mi bandeja en ése momento, y sin decir palabra comenzó a colocar algo de yogurt en el pequeño plato con fruta.
 
         Entre mis labios, una sonrisa tenue se esbozó, y dejé que mi impertinente mano subiera lo suficiente como para retirar el cabello que no me dejaba ver su rostro; porque nuevamente, su cabello estaba largo. Se había negado a ir a una peluquería desde la desaparición de William, esperanzado de que no tendría que recurrir a nadie más, y que su amigo, volvería pronto.
 
         Eso me entristecía. No quería decirlo en voz alta, y supongo que él tampoco, pero a mi parecer, todos los que conocíamos a William, empezábamos a dudar que siguiera con vida.
 
         -Si los secuestradores se pusieran en contacto, quizás... –dijo Brendon una vez-. Pero no lo han hecho. Y no buscan dinero, al parecer, sólo venganza.
 
         -Pero podrían utilizar a William como carnada –sugirió Ryan.
 
         -O como defensa –cuando yo lo dije, ambos me miraron-. Sabemos que Gabe fue tras ellos. Quizás lo usaron para mantenerlo lejos. Gabe tendría miedo de actuar y que algo le ocurriera a William.
 
         -¿Y si lo atraparon? –preguntó Ryan en voz baja-. ¿Y si los tienen a los dos?
 
         -Esperemos que no sea así –fue lo que el sombrío tono de Brendon dejó escapar de entre sus labios-. Porque tanto tiempo sin noticias en un secuestro, no augura nada bueno.
 
         Y el tema jamás volvió a mencionarse.
 
         A veces miraba a Frank hacer lo que cotidianamente hacía, buscando algún rastro de profunda pena o temor respecto a nuestros amigos desaparecidos. Pero él jamás me mostró ni un asomo de dolor, aunque, la última vez, me percaté de que había estado viendo por la ventana taciturno, y cuando reparó en mi presencia, se alejó, pasándose disimuladamente, el dorso de su mano por la cara.
 
         Pero de alguna manera, aunque lo ocultara, siempre lo veía. Siempre podía notar ésas cicatrices invisibles a los ojos de los demás. Frank, a pesar de sentirse despedazado por el miedo, mantenía visible su flama de fe ante los otros, y aún así yo lo veía derrumbarse, cuando simplemente me abrazaba sin decir nada.
 
         Al lograr colocar sus cabellos detrás de su oreja, me miró dando un pequeño respingo. Le dediqué una mirada amable y tierna, deseando que el sufrimiento dejara ya los hermosos ojos de mi Frank. Él me sonrió débilmente y dejó que le plantara un corto beso contra sus labios.
 
         -Entonces... un mes ¿eh? –dije, sonriendo ésta vez con algo de pena, pero sobre todo modesto orgullo.
 
         Examiné mi desayuno, escuchando la corta risa que soltó, y tratando de no mostrarme demasiado sorprendido. A pesar del gusto que sentía de tenerlo conmigo, yo no entendía cómo podía soportar a alguien como yo. Y a veces, Ryan no olvidaba hacerlo notar en voz alta.
 
         -¿Te he mencionado que habla con los cadáveres? –le dijo una vez, cuando en casa de el mismo Ryan, Brendon, Frank y yo, comíamos algo.
 
         Yo le lancé una mirada desdeñosa, con mis codos ligeramente alzados mientras cortaba la carne con el cuchillo.
 
         -Ryro... –le reprimió Brendon algo disgustado, en voz muy baja.
 
         -¿Qué? Es la verdad –musitó Ryan-. Debe saber que su novio es capaz de coquetearle a algún muerto si él no está. Es pura advertencia.
 
         Ante el término “novio”, ambos nos habíamos ruborizado, aún sin acostumbrarnos a ésa palabra que nos incomodaba en gran medida. Yo noté que con su comentario, lo que Ryan realmente quería saber, era si a Frank no le molestaba que el sujeto con el que vivía pudiera sufrir de un severo trastorno mental.
 
         Estaba a punto de soltar un comentario escéptico o quizás mordaz, cuando Frank se limpió la boca con la servilleta y miró a Ryan con educada negativa.
 
         -Es curioso que lo digas. Creo que me alegra que sea así –yo lo miré y a los pocos segundos me miró también, sonriendo un poco-. Quién sabe. A lo mejor, si no hubiera entablado una conversación con mi cuerpo aparentemente muerto, ése día en que me salvó, quizás jamás se hubiera percatado de que yo estaba vivo –miró a Ryan de nuevo y compuso una ensayada mueca tétrica-. Pudo haberme abierto por la mitad, cosa que cualquier otro forense simplemente hubiera hecho –yo me hallaba sorprendido por el silencio en el que había dejado a Ryan, y yo aún no podía retirar mi impactada mirada de él. Volvió a mirarme y tomó mi mano por encima de la mesa-. Supongo que tus buenos modales con los difuntos es por lo que estoy aquí.
 
         Brendon disimuló una risita al ver cómo Ryan se había quedado en blanco, mientras que yo estreché los dedos de Frank contra los míos cuando entrelacé nuestras manos y le sonreí abiertamente.
 
         -Sólo espero que los coqueteos ya no se den más –agregó bromeando.
 
         -Eres y serás el único muerto al que alguna vez le coqueteé –aseguré riendo-. Y créeme que si no tienes que preocuparte por los muertos, mucho menos por los vivos.
 
         -No te imagino coqueteándole a un respira aire.
 
         Lo dijo con una mezcla de fingida sorpresa y terror, cómo si la simple idea fuera escalofriante. Ya podía decir que Frank me conocía lo suficiente como para hablarnos en mis propios términos.
 
Ambos proferimos carcajadas, y Brendon fue tan amable de remolcar a su novio a la cocina, para darnos unos segundos de privacidad mientras servían el siguiente plato y nosotros, decidíamos entrelazar más que nuestras manos, en una húmeda y ya familiar sensación.
 
Por primera vez yo tenía una verdadera pareja, y un mes juntos significaba mucho para mí... a pesar de que yo, no había recordado que ése día lo cumplíamos.
 
No sé porqué. Realmente, era tan feliz con su simple compañía, que no me concentraba en contar los días. El tiempo se me escapaba con rapidez, y prefería ocuparlo el mayor tiempo posible con él, en vez de enumerar cuánto llevábamos juntos.
 
Pero el hecho de que él sí lo recordara... era además de asombroso, emocionante para mí. Era emocionante porque nunca antes nadie, se había molestado en llevar la cuenta de cuánto tiempo compartía conmigo; y no en el sentido de que rogaba porque terminara ya, si no, precisamente, para celebrar el tiempo compartido, como si de verdad agradeciera mi compañía.
 
Tomé mi tenedor y lo hundí en la fruta bañado en el blanco yogurt. Me la llevé a la boca y encontré bastante sabrosa la combinación.
 
-La fruta esta en su mejor momento –comenté. Volví a pinchar, ésta vez un trozo de melón, y lo alcé un poco a la altura de nuestros rostros-. Mira, prueba.
 
Frank al principio no entendió, pero luego se inclinó un poco y dejó que introdujera la comida dentro de su boca. Retiré el tenedor suavemente de entre sus labios y asintió lentamente, dándome la razón.
 
-Hiciste una buena elección en las compras esta vez –dijo al terminar de tragar.
 
-¿Ya desayunaste algo?
 
-Ahm...
 
Negué reprobatoriamente y me hice a un lado en la cama, levantando con una mano la bandeja y con otra las cobijas. Él entendió mi gesto y sonriendo se metió en la cama conmigo, para quedar sentados juntos, con la cobija y luego la bandeja sobre ambos regazos.
 
Si alguien me hubiera dicho que cumplir un mes con alguien, te daba un sentimiento de euforia como ése, quizás lo hubiera probado antes.
 
 
 
 
Había charlas por la habitación, y sinceramente, yo no les prestaba atención. Estábamos en la sala de café de la Morgue, tomando un rápido descanso que en realidad se había alargado. Éramos unos cuántos forenses, tanto médicos, como científicos. Todos teníamos en la mano un café, sentados en los sillones o algunos recargados contra la pared mientras las pláticas continuaban amenas.
 
El motivo por el que yo no prestaba atención, era porque, claro, me hallaba recapitulando un par de momentos especialmente felices de ésa mañana; momentos que involucraban un cómodo abrazo en la cama y, sobretodo, Frank creyéndome lo suficientemente descuidado como para necesitar que me diera de comer en la boca.
 
Una corta sonrisa se estiró por mi cara cuando recordé que cuando accidentalmente manchó algo mis labios de yogurt y en vez de lamerlos, me acerqué a él y lo besé sin reparos. Al final ya no había rastros de yogurt en ninguno, pero sí un marcado rubor en las mejillas de Frank, que me hizo adorarlo aún más; si es que eso era posible.
 
-¿Gerard, tú qué crees?
 
Volví en mí en un disimulado sobresalto. A mi lado, en el sillón, estaba Ryan, que por algún motivo miraba su taza de café con la cara por completo roja. Enfrente de nosotros, estaban dos compañeros, con los que solíamos charlar un poco. Bueno, yo no había empezado a hacerlo hasta novedosos cinco meses atrás. Y me parecían agradables, lo cual fue una sorpresa.
 
Debían tener entre veinticinco y treinta años. El más joven, Simon, era de complexión un poco robusta y mirada divertida. El más grande se llamaba Paul, y era de piel oscura y expresiones algo bruscas, a pesar de que era muy amable.
 
Paul era el que me acababa de hablar, con su voz grave, y su rostro mostrando evidente curiosidad y diversión.
 
-¿Qué dices, perdón? –pregunté algo desorientado.
 
-Les estaba diciendo, que ayer mi esposa y yo cumplimos cuatro años de casados y que festejamos en grande –hizo un gesto que me dejó interpretar la fiesta de la manera más morbosamente posible-. Le pregunté a Simon que si él y su novia ya habían festejado así alguna vez.
 
-Lo que por supuesto, es obvio –aclaró Simon dándose importancia. Según sabía, su novia era una chica muy bonita que bastantes hombres codiciaban.
 
-Entonces le pregunté a Ryan –Paul hizo un gesto cortés con la mano hacia mi compañero, que ahora apretaba su taza con fuerza, y para mi asombro, se había puesto aún más rojo- si él y nuestro amigo el detective habían tenido para éste momento, algo similar.
 
Me supuse lo que pasó después. Ryan simplemente no había contestado. En realidad, no le gustaba mucho hablar de su vida privada con meros conocidos, y en eso podía comprenderlo.
 
-Bueno, dicen que los homosexuales tienen una vida sexual más activa que los heterosexuales, ¿no? –preguntó Simon, dispuesto a saber la verdad-. Supongo que para todos los meses que llevan juntos...
 
-Créeme que no todos los homosexuales son así –dije tratando de que el lado amistoso y sobre protector que sentía por Ryan, no provocaran que me pusiera algo arisco al notar el tono de voz de los otros dos curiosos-. Conociéndolos, dudo mucho que hallan llegado tan lejos.
 
Entonces se escuchó un fuerte estrépito, porcelana rompiéndose y líquido derramándose. Todos habíamos pegado un brinco y ahora mirábamos a Ryan, cuya taza de café se le había caído de entre las manos y ahora estaba destrozada en el suelo. Se levantó con rapidez, mirando el desastre con vergüenza.
 
-Lo-lo siento. Iré a pedirle a alguien de mantenimiento que venga a ayudarme con esto.
 
-Sí, esta bien –dijo Paul tranquilo y mirando el reloj de su muñequera-. De todas formas ya tenemos que volver. Vamos, Simon, los análisis del veneno de ésa anciana no van a hacerse solos.
 
El aludido asintió y se despidió de nosotros cuando ambos dejaron sus tazas sobre la mesa donde estaba la cafetera. Los demás forense parecieron decirse que también era hora de retirarse, y fijándose sólo unos momentos en el desastre hecho por Ryan, salieron de la sala.
 
Ryan se dirigió hacia la salida también, dispuesto para ir por los de mantenimiento, pero yo fui más rápido y lo tomé del brazo.
 
-¿Qué pasa, Gerard? –preguntó algo nervioso.
 
-Ryan... ¿ustedes...? –hice una pausa, escrutando su rostro que parecía preocupado. Descifré la verdad en sus enormes ojos castaños, y lo solté despacio, sintiéndome, sin proponérmelo, algo decepcionado-. ¿Porqué no me lo dijiste nunca?
 
-No creas que esto ocurrió hace tiempo –se apresuró a decir, con un tono rojizo en sus mejillas-. Yo... él... bueno, quería encontrar un momento adecuado para hablar de eso, porque apenas ocurrió ayer.
 
-¿Lo dices enserio? –Él asintió-. ¿Seguro que ayer apenas pasó?
 
-Sí, apenas ayer –repitió a regañadientes y sin duda muerto de vergüenza-. ¿Qué importa de todas formas?
 
-¿Que qué importa? –inquirí casi incrédulo-. Ryan, ¿entiendes lo que estás diciendo? Yo estaba seguro de que conociendo a Brendon y conociéndote a ti, sólo podía pasar dos cosas. Una, que duraran poco tiempo después de que Brendon te orillara a hacerlo; o dos, que duraran un buen tiempo antes de que ambos lo quisieran así. Pero realmente pensé en UN BUEN TIEMPO, no sólo unos meses...
 
-Gerard, llevamos casi medio año juntos –replicó él, tratando de sonar más escéptico que orgulloso-. Eso es un buen tiempo.
 
-Bueno, quizás. Pero esperaba que me lo dijeras.
 
-¡Te lo estoy diciendo ahora! –saltó ofendido-. Y aunque Simon y Paul no hubieran tocado el tema, igual iba a decírtelo cuando sintiera que era adecuado. De todas formas –me miró suspicaz-. ¿Porqué tanto interés?
 
-Diablos, Ryan, realmente que no te conformas con tratar de que Frank vea que soy un ser extraño y sin sentimientos; ahora también tratas de verme en mi lado normal y sentimental –bufé con cierta burla-. Eres mi amigo ¿o no?
 
Hubo un silencio. Ryan estaba impresionado. Debo admitir que ni yo podía creer que lo había dicho frente a alguien, y a alguien que no era Frank o Ray. Unos momentos después, desvió su mirada con una complacida sonrisa.
 
-Gracias.
 
-No importa, ya.
 
-No me malentiendas –dijo entonces, y yo lo miré-. Nunca le he dicho a Frank todas esas cosas como esperando que se asustara y se fuera por un mejor partido –arqueé un poco las cejas y él se disculpó con la mirada-. Es sólo que no sabemos mucho de él. Ni siquiera él se conoce del todo. Me alegra que estés teniendo algo tan sano como una relación con alguien que te importa, porque yo te conozco lo suficiente como para notar cuando algo te importa. Pero como te digo, a Frank no lo conozco tanto, no sabemos mucho sobre cómo es respecto a éste tipo de cosas.
 
-Ryan, ¿quieres ir al grano? –pedí con una sonrisita.
 
-Bueno, digamos que todo lo que dije no fue para dar a entender que quizás no era una buena idea estar contigo. Lo dije para ver si a él le importabas tanto como para ignorarme y aún así seguir a tu lado.
 
De nuevo hubo otro silencio, pero ahora el que se hallaba impresionado era yo. Ryan continuaba mirándome, sin una expresión que en realidad yo pudiera definir. Al ver que yo parecía aún desconcertado, pareció aceptar a regañadientes que tenía que terminar de manera aún más clara.
 
-Quería estar seguro de que él no iba a lastimarte. Que de verdad te quería.
 
-¿Porqué? –musité.
 
La simple idea de Frank lastimándome me causaba gracia, aunque en cierta forma quizás me había lastimado en el pasado, pero sin saberlo, ya que no conocía mis sentimientos. Por otro lado, el que Ryan estuviera tan preocupado por mí era inquietante, pero sobre todo, y aunque odiara admitirlo, bastante conmovedor.
 
Ryan soltó un pequeño bufido con una sonrisa socarrona.
 
-Gerard, tu eres y has sido una persona muy cerrada. Apareció Frank, y cambiaste mucho; comenzaste a confiar más en la gente, te volviste más alegre, menos sarcástico, inclusive empezaste a ser amable. Cuando noté ése cambio me entusiasmé, porque era por tu bien –hizo una corta pausa y se rascó la nuca al momento que desviaba su mirada con aire incómodo-. Pero sinceramente siempre tuve el temor de que ésa alegría simplemente desapareciera. Aún temo que todo se venga abajo y que vuelvas a sentirte como antes –yo despegué los labios para hablar, y al notarlo, alzó la vista y me interrumpió-: Y pues claro que me siento así, como tu has dicho, eres mi amigo ¿o no?
 
Por unos segundos volví a quedarme sin qué decir, pero luego le dediqué una tímida sonrisa y musité en voz baja un corto agradecimiento.
 
Después de eso, llamamos a mantenimiento y mejor nos dirigimos a la sala de autopsias para ponernos a trabajar. Nos pusimos las batas, guantes, cubre bocas y los gorros para el cabello similares a redecillas pero de tela, y entramos a la sala, donde una bolsa para cadáveres reposaba, como esperando a ser atendida.
 
-¿A quién tenemos hoy? –pregunté acercándome a la bolsa mientras Ryan tomaba una lista rígida que había sobre una mesa y la examinaba.
 
-Thomas Jensen –me informó-. Cincuenta y cuatro años, político. Sin razones visibles de muerte. Se especula homicidio.
 
-¿Qué tal si simplemente se le detuvo el corazón? –inquirí-. Ya estaba algo empolvado –abrí la bolsa y observé unos momentos al hombre-. Uhm... sí, creo que llegué a ver sus campañas. Señor Jensen, usted no es muy bien recibido aquí, pero por mis buenos modales, me veo obligado a atenderlo.
 
-No tuvo que ver con el corazón, por eso quieren la autopsia –dijo Ryan como si no hubiera escuchado mi diálogo no correspondido-. Sospechan que lo mandaron a matar personas de otros partidos políticos o quizás alguna organización criminal.
 
-Yo pienso que simplemente estaba en sus últimas –comenté observando el deplorable rostro surcado de arrugas-. Saca una muestra de sangre y llévala al laboratorio, estoy seguro de que su único asesino fue Diabetes.
 
-Bien...
 
Mientras Ryan tomaba la jeringa y comenzaba a buscar una aguja apropiada me le quedé observando. Percibió mi mirada de reojo y colocando la aguja en la jeringa alzó un poco las cejas.
 
-¿Pasa algo?
 
-¿De verdad lo hicieron? –Ryan me miró perplejo-. Ya sabes... tú y Brendon... ¿en verdad lo hicieron?
 
Ryan se ruborizó y se dirigió hacia el lado opuesto del cadáver para concentrarse en el brazo de donde le sacaría la sangre.
 
-Pues... pues sí. ¿Qué más quieres saber? –balbuceó un poco inquieto.
 
-¿Cómo estuvo?
 
Traté de no reír, tanto por ver cómo Ryan parecía escandalizado, cómo porque Frank una vez había hecho esa pregunta a William, y el escandalizado había sido yo.
 
-Bueno, si no quieres contarme...
 
Ryan me lanzó una mirada molesta mientras retiraba la jeringa llena de sangre y soltó un gruñido mientras se dirigía de nuevo a la mesa metálica, sobre la que estaba el frasquito de cristal donde debía poner la sangre.
 
-Esta bien –masculló sin mirarme-. No fue nada... del otro mundo. Estábamos en su casa, yo ya estaba por irme. Pero pues... la despedida se alargó, y una cosa llevó a otra... y tú entiendes.
 
-Y... –yo mismo me sentía bastante incómodo preguntando, pero realmente no creía que Ryan fuera a hablar por su cuenta. Así que usé un tono tranquilo, como quien no quiere la cosa-. ¿Y era... bueno, tu primera vez?
 
-¿Porqué el interrogatorio sobre mi experiencia sexual con mi novio? –quiso saber, enrojecido hasta las orejas mientras me tendía el frasquito lleno de sangre con cierta brusquedad, y finalmente me miraba a los ojos.
 
-Mera y amistosa curiosidad –me encogí de hombros y tomé el frasquito.
 
-Sí, fue la primera.
 
Al decirlo me había dado la espalda, con una cara de los mil demonios y con un tono de voz que luchaba por no reaccionar violento. Me resultó divertido, ya que eso significaba que su revelación acerca de nuestra amistad, lo estaban orillando a confesar para mantener ése nivel de confianza entre ambos.
 
Sonreí soportando las ganas de reír, y aprovechando que él no miraba hacia donde yo estaba.
 
-Y ayer definitivamente me di cuenta que la primera vez de Brendon, no era –agregó ésta vez por su cuenta y con un tono bastante ácido.
 
-Pero de todas formas eso ya lo sabías ¿o no?
 
-Bueno, sí. Pero hubiera sido más lindo saber que sólo ha sido mío –musitó con un dejo de encelada tristeza.
 
Torcí la boca sin poder decirle algo en ése momento, aunque después, pude recurrir a un pequeño instinto que me embargó. Me acerqué a él y le tomé el hombro. Él volteó a verme.
 
-Yo creo que tienes suerte –Ryan pareció confundido-. Todas esas personas con las que estuvo, sólo lo tuvieron. Tú eres el primero al que de verdad le pertenece.
 
Abrió un poco más sus ojos y después de observarme unos momentos se miró los zapatos con las mejillas coloradas. Aún así, me di cuenta de que trataba de ocultar una sonrisa, una sonrisa que denotaba bastante consuelo.
 
Creo que hasta cierto punto, me sentí orgulloso de mí mismo.
 
-Yo llevaré esto –le dije.
 
Y sin más, salí de la sala, para dirigirme a los laboratorios donde pediría los análisis de la sangre.
 
 
Pero después de la charla con Ryan, me pregunté cómo sería algo así.
 
¿Qué hubiera pasado si ésa vez que asusté a Frank, comportándome como un depredador sexual, él me hubiera correspondido?
 
De regreso hacia mi apartamento, de verdad no podía sacármelo de la cabeza. ¿Habría funcionado? ¿Me... nos, hubiera gustado? ¿Nos hubiéramos arrepentido?
 
“¿Y ahora qué? ¡Ya estás dando por hecho que él aceptaría!”
 
Me sentí algo avergonzado cuando mi propia mente me reprimió de ésa forma. Pero yo sabía, al menos de mi parte, que Frank era la única persona con la que pudiera haber considerado tener algo parecido. Y no era que hubiera perdido mi modestia, pero en los últimos días, Frank en verdad se comportaba como si me quisiera de la misma manera en que yo lo quería a él.
 
“Esta bien, no tanto. Él no me ama.”
 
Aunque cada vez minaba más mi miedo, y lo reemplazaba por la fantasiosa idea de que me equivocaba; de que él ya me amaba.
 
Una idea llegó a mi cabeza. Me preguntaba si no sería contraproducente que las cosas se dieran finalmente, pero no hubiera medios para que ocurriera. Al menos, yo tenía muy en claro que causarle dolor a Frank, sería un hecho imperdonable para mí. ¿Entonces...?
 
Entonces, entre las calles que ya comenzaban a oscurecer, divisé un edificio pequeño, de un solo piso. No podía pasar desapercibido ya que sus luces de neón te hacían voltear hacia allí.
 
Mi cerebro tomó la decisión sin mi ayuda. De pronto el auto se había detenido a un lado de la banqueta, y yo había bajado.
 
 
Entré al departamento con sigilo y me senté en uno de los sillones con la pequeña bolsa en las manos. Me sentía extraño, como si en vez de haber comprado eso acabara de robarlo.
 
Miré la bolsa con detenimiento y mis mejillas se pusieron algo sonrojadas con la simple idea de alguien como yo, en a un lugar como aquél.
 
-¿Gerard?
 
La voz de Frank desde el cuarto me hizo sobresaltarme. Acto seguido, dejé caer la bolsa sobre la alfombra, y con un rápido movimiento le di un golpe con el talón, y la bolsa terminó debajo del sillón.
 
Giré mi rostro, justo a tiempo para ver cómo Frank abría la puerta del dormitorio y me saludaba con una cálida sonrisa.
 
-No te escuché entrar.
 
-Disculpa por no avisarte, esque vengo cansado. Me duele la cabeza –inventé.
 
-¿Quieres que te traiga algo para el dolor?
 
-Creo que hay aspirinas en el botiquín.
 
-Ahora te traigo una –dijo antes de inclinarse y besarme quedamente.
 
Se alejó hacia el baño y me di un respiro, mientras mi corazón latía aún deprisa por el susto que me había dado.
 
Luego miré hacia abajo, preguntándome si tendría tiempo suficiente para tomar la bolsa y esconderla en otro lado... o mejor abortar la misión y tirarla a la basura. No tuve ni el tiempo para decidirlo porque pronto escuché los pasos de Frank acercarse y detenerse a mis espaldas.
 
-Gerard ¿qué hacía esto adentro de la caja de aspirinas?
 
Me volví a girar, y entonces palidecí de golpe.
 
Frank me miraba, y me miraba de una manera tan seria, tan fría, que sentí que me hacía pedazos. Alzaba un poco su mano, de entre cuyos dedos índice y pulgar, tomaba una bolsita transparente muy pequeña, con un polvo blanco.
 
Era la última porción de cocaína que había conseguido, muchísimos meses atrás, antes de que llegara Frank. Pero como la recibí cuando me hallaba por completo borracho, había olvidado donde la había guardado, y no había necesitado tomar aspirinas para el dolor de cabeza en todo ése tiempo.
 
Mis ojos observaron la droga con horror. Era un pasado que ya no importaba en mi vida, no desde que Frank había llegado. Pero él no sabía eso.
 
-Frank...
 
Sus ojos soltaron un sospechoso brillo inyectado en desencanto.
 
-No hay nada que decir. Ocultar algo es lo mismo que mentir.
 
Cerró su mano alrededor de la bolsita y evitó mi mirada con total decepción, como si acabara de darse cuenta de el tipo de persona que yo era en realidad. Luego giró sobre sus talones y caminó hasta llegar a la puerta, que se cerró con fuerza detrás de él, dejando un eco vacío y helado en el apartamento.
 
“¿Qué es... lo que acaba de ocurrir...?
 
Sólo un par de segundos... y ya no estás aquí.”

Seducción Homicida |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora