Capítulo VIII "Cruel Dependencia"

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-Y-yo... -ahora sí había perdido todo el color de mis mejillas, reemplazándolo por un blanco fantasmal.

Mi vida se había terminado.

¿Qué iba a hacer Ryan ahora...?

Esperé en silencio, aguardando por una seria acusación o una molesta indirecta marca Ross.

Pero...

-¿Esa sangre es tuya Frank? -preguntó Ryan desconcertándome.

-Me parece que sí... -musitó viendo como la sangre goteaba por el filo de los lavamanos y sosteniendo el papel contra su nuca de nuevo.

-¿El hombre que salió corriendo de aquí te hirió?

Me quedé silencioso y miré a Frank.

"¡Imbécil lo habías olvidado! ¡Frank está herido y tú preocupándote por besarlo cundo debías averiguar el motivo de que se hallara lastimado!"

-Sí, eso creo...

-¿Qué fue lo que pasó?

-Estaba lavándome las manos -explicó Frank-. El hombre entró y comenzó a hacer lo mismo. Llevaba una sudadera negra y tenía una gorra del mismo color. El gorro de la sudadera estaba sobre su gorra por lo que no pude ver su rostro. Me miró y dijo... dijo... -pareció tratar de recordar-. "Jinx"... me parece. Sí, me miró y preguntó "¿Jinx?", le dije que no había entendido lo que me había dicho, me tomó del brazo y trató de llevarme consigo. Me resistí, hubo unos cuantos jaloneos y logré soltarme, pero caí hacia atrás y supongo que fue ahí cuando me golpee porque sólo recuerdo que todo se apagó.

-¿Jinx? -dijimos Ryan y yo al mismo tiempo.

-¿Qué es eso? -inquirí.

Frank se encogió de hombros.

-Creo que no lo escuché bien. Les digo que traté de saber que había dicho, pero comenzó a jalarme del brazo -abrió mucho los ojos-. ¡Ahhh! ¡Creo que trataba de secuestrarme!

-No hay que descartarlo...

-¡Ryan! -exclamé enojado. Me levanté y ayudé a Frank a hacerlo.

-¿Qué cosa?

-No digas esas cosas... lo asustarás.

Ryan alzó las cejas escéptico. Yo fingí no notarlo e hice que Frank se retirara el papel (ahora teñido de rojo) de su herida para verla.

-No parece profunda después de todo -le calmé-. Cicatrizará sola, pero hay que colocarte alcohol.

-Auch...

-Sí, eso dirás -sonreí.

Miré a Ryan unos momentos y tomé una decisión.

-No salgan todavía. Iré por el alcohol -les dije-. Luego nos vamos todos de una vez por Brendon.

Asintieron y salí...


Encontré rápido el alcohol así que regrese en menos de lo que esperaba yo... y ellos, al parecer, porque apenas abrí la puerta escuché sus voces y me detuve.

-...espero no lo malentiendas... -dijo Frank.

-No, claro que no -contestó Ryan-. Bueno... no negaré que creí otra cosa, pero si es como tú dices, lo creeré.

-Gracias por no malinterpretarnos -alcancé a ver como sonreía-. Gerard es muy amable y comprensivo conmigo, lo que menos quiero es traerle problemas.

-Actuando así haces que sea fácil malinterpretar las cosas -comentó Ryan divertido.

-¿De que hablas?

-La forma en la que hablas de él... es como si de verdad te gustara.

-¿Eh...?

Entré resignado, viendo como la cara de Frank se había colorado y parecía bastante contrariado. Al hacer aparición, ellos me miraron.

-Aquí traigo el alcohol -sonreí.


***


El tema no volvió a tocarse, pero me di cuenta de que Frank (que ahora tenía un cuadrito de gasa en la nuca para detener la hemorragia) se hallaba distante conmigo. No pude evitar reprochárselo mentalmente a Ryan ya que seguramente, Frank creía que a mi me incomodaría que la gente hiciera especulaciones. Nos quitamos las batas y cubre bocas, y bajamos al vestíbulo.

No tuvimos que buscar a Brendon, ya que con el asunto del hombre que había amenazado a la doctora, varios policías, acompañados del mismo detective Urie llegaron a las instalaciones tan solo unos minutos después.

Brendon entró a la sala de autopsias para hablar con nosotros, pero por desgracia tener tantos policías y al "perdido cadáver desconocido" en el mismo edificio me ponía nervioso, así que cuando nos divisó le pedí que nos fuéramos a mi apartamento todos para hablar.

Él aceptó un segundo antes de percatarse de la presencia de Frank, y al ver su cara de contrariedad lo tomé del brazo y lo jalé, siendo seguidos por Ryan y Frank.

-No digas ni hagas nada -le advertí en voz baja.

-Esque ese tipo es muy parecido a...

-Hablaremos de esto en otro lado.

Brendon parecía más confundido, pero logramos salir del lugar, pasando de largo a los oficiales y entrando los cuatro a mi auto, partimos. Brendon y Ryan iban atrás y Frank en el asiento del copiloto, mirando distraídamente por la ventana.

Aproveché el viaje para contarle todo a Brendon. Sus gritos exagerados provocaron que temiera haber cometido un error al habérselo dicho.

-Esta bien, Brendon... respira... -le dijo Ryan en voz baja y palmeándole la espalda suavemente.

Esos eran los momentos en que NO me arrepentía de habérselo dicho a Ryan, ya que logró controlar la paranoia de Brendon.

-No puede ser posible... -murmuró entonces Brendon, mirando por el retrovisor a Frank que estaba apacible.

-Es lo mismo que yo dije -se rió Ryan.

-Oigan, no quiero sonar paranoico -dijo Frank que miraba el espejo también- pero ése auto lleva buen rato siguiéndonos.

Ellos se volvieron y yo miré por el espejo. Un cadilac negro iba a sólo unos metros detrás de nosotros. Miré de reojo a Frank que aún observaba el auto sin aire de estar preocupado.

-¿Y si nos está siguiendo? -preguntó Ryan un poco nervioso.

-No actúen como tontos -les dije dejando mi vista en el camino de nuevo-. No nos están siguiendo.

Un par de minutos después comencé a dudarlo y al estacionar el auto afuera del edificio nos dimos cuenta de que el cadilac se estacionaba más adelante, del otro lado de la calle.

Ryan y Frank me enviaron miradas que significaban: "No nos siguió ¿verdad?"

-Bajen y síganme, no pasa nada -me exasperé-. Puede que simplemente viva aquí.

Bajamos del auto y entramos al edificio. Nadie bajó del cadilac.

Punto para mí.

Nos enfrentamos nuevamente al ascensor, noté como Frank se detenía en seco cuando presioné el botón. Vacilé unos segundos.

-Vivo en el número veintiséis, piso trece -le dije a Brendon y le di las llaves del apartamento-. Suban por el ascensor, allá los vemos.

Todos me miraron.

-¿No vienes?

-Larga historia -sonreí cuando las puertas se abrieron.

Brendon y Ryan entraron y al percatarse de que Frank no entraría con ellos Ryan alzó las cejas y me miró abriendo la boca y fingiendo una exagerada sorpresa. Yo puse los ojos en blanco y negué con la cabeza antes de que las puertas se cerraran.

Al instante me encaminé hacia las escaleras y unos segundos después Frank me siguió.

-Gerard... hubieras ido con ellos.

-Sabes que no me gustan los espacios pequeños -le contesté tranquilo.

-Pero no es una fobia. Puedes resistirlo un rato.

-Frank... déjame hacer algo por ti sin cuestionarme -me exasperé.

-Esque siempre haces cosas por mí... realmente me siento como un estorbo.

Hubo silencio mientras subíamos el siguiente tramo de escalera.

-No eres un estorbo.

De repente me di cuenta de que ahora continuaba subiendo solo. Frank se había detenido. Me detuve también y lo miré inquisitivo. Agachaba la cabeza y apretaba los puños.

-¿Frank?

Se dio la vuelta y echó a correr escaleras abajo. Alarmado, lo seguí.

Gracias a que mis piernas eran mucho más largas, lo alcancé en el segundo piso, donde lo tomé del brazo con fuerza y lo hice girarse.

-¡Suelta, Gerard! -exclamó haciendo resistencia.

-¿Qué te ocurre? -pregunté molesto-. ¿A dónde crees que vas?

-¡Ya he causado suficientes problemas! -siguió tirando de su brazo con brusquedad pero yo no lo soltaba-. ¡Gracias, pero me largo! ¡Ya no quiero--!

-¡Ya te dije que no eres un estorbo! -me impacienté.

Los tirones de Frank cedieron un poco pero evitaba mi mirada y parecía estar resistiendo las ganas de llorar.

-Ryan... -balbuceó-. Ryan creyó que había algo entre nosotros. Le hice entender que no... pero al parecer, por la simple manera en la que actúo los demás creen otra cosa. Y sé que te molestaría eso. No quiero causarte molestias. Me iré a un hotel y listo, porque sé que no puedo cambiar mi forma de ser con la gente.

Hubo silencio. Frank ya no trataba de soltarse, y miraba hacia un lado con los ojos vidriosos.

-Imbécil -murmuré.

-¿Qué?

Me miró, pero al instante, lo solté, me doblé por la espalda y rodeé sus pantorrillas con mis brazos, alzándome y haciendo quedar su vientre sobre uno de mis hombros y sus brazos colgando por mi espalda.

-¡Hey! -gritó-. ¡Gerard, bájame!

Yo simplemente me volví y reanudé la subida de escaleras. Frank me pegaba en la espalda con los puños cerrados y gritaba, sin duda, haciendo creer a cualquiera que escuchara, que era un intento de secuestro o algo parecido.

Varios se asomaron a la puerta cuando pasaba por sus pisos, pero yo los pasaba de largo, con la vista al frente y mis brazos sujetando las piernas de Frank.

-¡Gerard...! -gritó furioso y con voz entrecortada.

-¡Cállate Frank! -se quedó paralizado mientras un par de lágrimas caían por su rostro-. Escucha: No me importa lo que creas, a mí nunca me ha importado lo que diga la gente y sé que no me molestas en lo absoluto. No quiero volver a escuchar tus tonterías de que te irás. Es peligroso y si estoy tratando de ayudarte es por algo ¿no? Además no tienes dinero. No llegarías ni al hotel.

Nuevamente silencio.

Llegué hasta el piso ocho y me percaté de que Frank ya estaba completamente laxo sobre mi hombro, por lo que me detuve y lo bajé con cuidado. En su rostro había dos surcos de lágrimas y parecía algo apenado por su actitud.

-¿Vas a comportarte y dejarás de alucinar que me causas problemas? -pregunté seriamente.

Él solo asintió despacio. Yo sonreí y volví a subir las escaleras. Era increíble mi fuerza de voluntad, aún no entendía como después de subir tanto y con el peso de Frank sobre un hombro había llegado hasta ahí... ya comenzaba a sufrir las secuelas del cansancio, como si hubieran llegado de repente.

Justo cuando solté un jadeo a falta de aire sentí unos dedos rozar mi mano y un momento después, Frank la había tomado suavemente. Lo miré sin dejar de caminar, él miraba los peldaños.

-Gracias... -fue lo único que dijo.

Yo sonreí y continuamos subiendo hasta llegar al piso trece. Sin duda, Brendon y Ryan ya estaban adentro porque no había nadie a la vista.

-Apresurémonos a entrar, no sé que cosas pueden estar haciendo esos dos en mi apartamento -me reí.

Frank no contestó. Llegamos hasta la puerta y me detuve para mirarlo.

-Frank...

-¿Qué?

-¿Podrías olvidarlo? -pedí un poco impaciente-. Todo lo que dije es enserio, no quiero que lo dudes o que te quedes así.

-¿Así, cómo?

-Callado, meditabundo... es molesto -le dije.

Me miró uno o dos segundos y luego asintió sonriendo.

-Si alguien tiene que agradecer aquí... -puse mis manos en sus hombros-... ése soy yo. Me has hecho ver muchas cosas que quizás antes no había visto. En tan poco tiempo me has hecho cambiar mi actitud para bien...

"Y a mis sentimientos para mal... debería darte un golpe por eso..."

Frank volvió a sonreír pero esta vez con más facilidad.

Fue un extraño magnetismo incontrolable el que me obligó a inclinarme y presionar mis labios contra los suyos.

Pareció sorprenderse, pero un segundo después me correspondió. De repente, sentí... bueno no se que fue, quizás una loca y rara necesidad, pero tomé su rostro con mis manos y entreabrí mi boca. Al instante, Frank se separó de mí.

"Mierda..."

Me miró unos segundos a los ojos. Yo no lo solté y le devolví esa mirada firme. Me acerqué de nuevo y besé su frente con suavidad.

-No te vallas Frank -le pedí en voz baja y pegando mi mentón contra su frente-. Tu compañía me hace un bien enorme.

Él no se movió ni dijo nada, por lo que sin poder soportar el suspenso lo miré nuevamente y me acerqué a él. Nuestros alientos se rozaron y nuestras miradas chocaban. Verde y caramelo en una lucha dudosa. Entrecerró los ojos observándome con detalle y poco a poco acorté la distancia hasta volver a besarlo, pero entreabriendo ligeramente mi boca. Frank recibió el beso estático, pero sus manos subieron hasta las mías, aún sobre su rostro y entreabrió su boca también.

El beso pareció tomar forma cuando REALMENTE lo besé, es decir, ése si era un beso. Suave, lento, como si temiera hacerle daño. Él me correspondía quedamente, como si no supiera cómo o se sintiera muy inseguro.

Mi corazón latía tan rápido que ya me dolía. ¡Pero era increíble! ¡Que dolor tan magnífico! No me importaría sentirlo toda la vida.

Se escuchó un suave "tin" y las puertas del elevador se abrieron. Nos separamos al instante, con cara de susto, seguro esperando encontrar a William saliendo del ascensor con cara de sorpresa... pero no.

No era William... era mi viejo y mejor amigo: Ray Toro.

Sin duda también se hallaba sorprendido porque apenas salió del ascensor se detuvo en seco con los ojos muy abiertos.

Miré a Frank y lo solté. Luego miré a Ray y tragué grueso.

Él definitivamente no tendría piedad...

-Valla... -musitó-. Perdón, dimensión equivocada...

-¡Ray! -exclamé como si nada hubiera ocurrido y llegando hasta él con una sonrisa-. ¡Que gusto verte! ¿Qué haces aquí?

Lo abracé con fuerza y él me correspondió apenas. Cuando lo solté me percaté de que no había quitado su mirada de Frank que se miraba los pies con las mejillas ligeramente sonrojadas.

-¿Él es Frank?

-Ahm... sí... -miré al aludido-. ¡Frank...! -alzó la vista-. Ven, quiero que conozcas a mi amigo Ray. Lo conozco desde hace mucho y es el que me está ayudando a encontrar algo sobre tu pasado.

Frank llegó hasta él. No pude evitar comparar la diferencia de tamaños. Mínimo, Ray debía sacarle unos diez centímetros, y creo que me faltaban. Frank sonrió tímidamente y le estrechó la mano.

-Hola, soy Frank Iero.

-Ray Toro, mucho gusto.

-¡Es una sorpresa verte aquí, Ray! -le dije un poco nervioso-. ¿A que se debe tu visita?

-Averigüe un par de cosas que quizás les gustaría saber... y teniendo en cuenta su importancia preferí venir personalmente.

-Oh...

-¿Podrías hacerme un favor?

-Claro Ray, ¿cual?

-Ya es algo tarde y cuando me valla lo será aún más. Odio conducir de noche. ¿Puedo quedarme aquí, como en los viejos tiempos? Me iré mañana a primera hora -sonrió.

-Oh... esque...

-No te preocupes por donde dormiré, estaré bien en el sillón -le calmó.

-Bueno, veremos eso luego -concluyó Gerard-. Pero claro que puedes quedarte.

-¡Gracias, Gee!

-¿Gee...? -musitó Frank en cuyo rostro comenzó a aparecer una sonrisa.

-¡Ray...! -salté ruborizado.

-Upps... olvidé que odias que te llame así. Lo siento -se rió Ray.

Aunque no parecía lamentarse mucho.

-¡Que lindo suena! -se rió Frank-. ¿Puedo llamarte Gee?

-¡No, nadie puede llamarme así! -exclamé más colorado y apretando los puños-. ¡Esta terminantemente prohibido...!

-¿Siguen ahí...? ¡Oh...! -Ryan había asomado la cabeza, abriendo un poco la puerta y se sorprendió de ver a Ray con nosotros.

Brendon se asomó también y se quedaron viendo la escena un poco despistados.

-Ray Toro, mucho gusto -se presentó mi amigo estrechando sus manos-. ¿Ellos lo saben Gee? ¿Lo de Frank?

-Recién se lo terminaba de contar a Brendon, Ryan lo supo esta mañana -balbuceé con el ceño fruncido, molesto porque insistiera con el "Gee".

-Que bueno -miró alrededor y luego a nosotros-. Entremos ¿quieren? Me gustaría acabar con esto de una vez.

Los demás intercambiamos miradas un poco curiosas, pero sin más, entramos al apartamento y Ray cerró la puerta tras de sí.

-Van a sorprenderse cuando escuchen esto... así que pónganse cómodos.

"¿Qué pasa aquí...?" pensé sin poder ocultar mi preocupación.

Ray nunca actuaba así, cosa que me hacía divagar entre las posibilidades de que lo que iba a decirnos era malo, peligroso o las dos cosas.

Seducción Homicida |Frerard|Where stories live. Discover now